En la lógica de Zapatero subyace la idea de que el PNV puede jugar un papel de contención del nacionalismo de ETA y Batasuna. Para ello ha implicado de lleno al PNV en ‘el proceso’ y en las conversaciones secretas con Batasuna. Gran parte de las desconfianzas del PP quizá procedan de la sospecha de que ahí se han producido pactos secretos con el nacionalismo.
Si hubiera que buscar una palabra que simbolizara, en lo que concierne a la política antiterrorista, los tres años transcurridos desde la victoria socialista en las elecciones del 14-M esa palabra sería proceso. Luego cada uno le pone el apellido que más le conviene: proceso de paz, dice el Gobierno; proceso democrático, apostillan ETA y Batasuna; proceso de negociación con ETA, precisa la oposición.
José Luis Rodríguez Zapatero, en la campaña electoral del 2004, eligió la Feria de Muestras de Bilbao para exponer sus compromisos en política antiterrorista. En ese escenario se comprometió a mantener en vigor el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo mientras subsistiera ETA. Una vez tomada posesión del cargo, comenzó a cambiar el lenguaje. Fue un cambio temprano pues ya en julio de 2004 el presidente hablaba de desarrollar una «agenda progresista» contra el terrorismo, pero sin concretar en qué consistía ni en qué se iba a diferenciar de la anterior.
Las diferencias, sin embargo, comenzaron a intuirse pronto, cuando en determinados ámbitos comenzó a extenderse la noticia de que ETA había enviado una carta al presidente sobre cuyo contenido se difundían versiones optimistas que todavía hoy no ha sido posible confirmar de manera objetiva. La carta, es cierto, existía, pero no parecía el primer mensaje intercambiado entre la banda y el PSOE a juzgar por la documentación interna de la organización terrorista cuya dirección, en febrero de 2004, un mes antes de las elecciones, debatió una solicitud procedente de un dirigente socialista para mantener un contacto oficial.
De esa forma, cada parte, el Gobierno socialista y ETA, exponía ante la otra su disposición al diálogo, disposición que se mantendría a pesar de que en agosto de 2004 la banda reanudaba la colocación de bombas tras una interrupción acordada a raíz de los atentados del 11-M. Se mantendría también a pesar de los intentos de cometer asesinatos por parte de ETA a principios de 2005, que no se consumaron unas veces por azar y otras gracias a la acción policial.
Desde finales de 2004, en las filas del PSE-EE comenzaban a extenderse rumores sobre la inminencia de una tregua de ETA, aunque todavía tardaría en materializarse quince meses, tregua que estuvo precedida de contactos directos secretos, además de gestos públicos.
En la medida en que el Gobierno reafirmaba su disposición al diálogo con ETA y Batasuna, aumentaban las distancias con el primer partido de la oposición que quedarían consagradas en el acuerdo del Congreso de los Diputados del 17 de mayo de 2005 por el que, con el voto en contra del PP, se daba el visto bueno a los contactos con la banda si ésta ofrecía muestras de querer abandonar las armas. El Gobierno cambió en ese momento de manera definitiva el apoyo del PP por el de la suma de todas las minorías parlamentarias. La unidad estratégica alcanzada cinco años antes con el Pacto Antiterrorista acabó ese día, aunque todavía hoy nadie quiere admitir que ese acuerdo ha muerto.
El alejamiento del PP fue acompañado de un acercamiento al nacionalismo vasco, en concreto al ‘PNV de Imaz’, ya que la sintonía se ha alcanzado entre Zapatero y el presidente de la formación nacionalista, mientras se mantienen las distancias con el lehendakari. El presidente del Gobierno, sin embargo, ha jugado a cuidar los contactos con Ibarretxe, a pesar de las discrepancias, escuchándole, pero como quien oye llover. Con el que realmente se ha establecido una relación de entendimiento ha sido con Josu Jon Imaz, tal como el propio Rodríguez Zapatero se encargó de resaltar en la comparecencia efectuada en el Congreso de los Diputados el pasado mes de enero. Esa relación había estado precedida por un canal de comunicación que desde hace muchos años tienen abiertos los dos químicos, Imaz y Alfredo Pérez Rubalcaba, ahora ministro del Interior.
En la lógica de Zapatero subyace la idea de que el PNV puede jugar un papel de contención del nacionalismo representado por ETA y Batasuna. Para ello ha buscado implicar de lleno al PNV en ‘el proceso’ haciéndole participar en las conversaciones secretas que se han mantenido con Batasuna en las que se ha hablado de autodeterminación y Navarra, pero de las que no se ha informado nada a nadie.
Probablemente, una gran parte de las desconfianzas del PP en este momento proceden de la sospecha de que en esas conversaciones se han producido pactos secretos con el nacionalismo.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 14/3/2007