Tres en raya

IGNACIO CAMACHO, ABC – 07/11/14

· El bipartidismo está protegido por el sistema electoral. Lo que puede cambiar es uno de los ejes del mecanismo.

Despacio con el gorigori, que para enterrar al bipartidismo se necesita algo más que una encuesta. El edificio bipartidista es más sólido de lo que parece porque está cimentado en el sistema electoral, de tal modo que el ruidoso seísmo del sondeo del CIS sólo le zarandea de momento las tejas. Otra cosa es que cambien los protagonistas de la alternancia; si Podemos continúa en auge puede acabar sustituyendo a uno de los dos partidos turnantes desde la Transición, que en el fondo es a lo que aspira.

Pero aunque la preferencia del voto se disperse entre tres opciones en detrimento de la tradicional hegemonía de PP y PSOE, en el reparto de escaños continuarán beneficiados los dos que queden primeros, sobre todo en las provincias con pocos diputados, con el tercero relegado a una distancia considerable. Las culpas, al señor D’Hont y a los padres fundadores que utilizaron su regla de proporcionalidad mayoritaria.

A lo que apunta la proyección del CIS es a un bipartidismo corregido o atenuado. La novedad consiste en que habrá un tercer agente en liza que volverá feroz la disputa por un podio de dos escalones. Y no serán por cierto ni Izquierda Unida ni UPyD, las dos fuerzas que hasta hace tan sólo un año se postulaban para capitalizar el desencanto y ahora son las dos principales damnificadas por la eclosión rupturista. IU tuvo su oportunidad más clara en 1996, con Anguita de candidato. Sacó 2.630.000 sufragios, más del 10 por ciento… y se quedó con 21 diputados. Podemos tiene ahora mismo una bolsa aproximada de unos tres millones, y creciendo. Si no adelanta al PSOE –o al PP, tercero en intención declarada de voto– sufrirá la penalización aritmética del prorrateo de los restos.

Con la fragmentación prevista en las tendencias demoscópicas un tercer partido muy votado puede obtener unos 40 o 50 escaños, resultado inédito en esta democracia que provocará importantes dificultades de gobernabilidad. Y en ese caso tal vez se aprecie que el denostado sistema no estaba tan mal pensado como método estabilizador de mayorías fuertes. Lo que ha fallado no ha sido el bipartidismo, sino sus dos partidos estructurales, que han permitido la degradación ética de la vida pública y el resquebrajamiento de las instituciones. Los estrategas de Podemos lo saben y se presentan como una organización potente con un liderazgo carismático, que desea un poder fuerte, unívoco. Su discurso no es antibipartidista, sino antiélites; al identificar a sus rivales como integrantes de una única casta sugieren una confrontación igualmente bipolar en la que ellos serían el elemento alternativo.

Por eso su principal objetivo es desbancar a la socialdemocracia como eje de referencia de la izquierda, tal como en Grecia ha logrado Syriza a costa del viejo Pasok. No quieren tanto acabar con el bipartidismo como suplantar a una de sus patas. A ser posible, claro, la más larga.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 07/11/14