Cristina Losada, Editorial, LIBERTAD DIGITAL, 18/10/11
La banda terrorista ETA, como casi todas las de su especie, ha sido una prolífica fabricante de organizaciones pantalla, fachadas Potemkin y tinglados destinados a enmascarar su naturaleza. A esa abundante producción pertenecen el Grupo Internacional de Contacto del sudafricano Brian Currin y la reunión que ese conseguidor convocó en San Sebastián con la presencia de celebridades que no sé si se venden, pero se alquilan. El «simulacro cosmopolita», como lo ha llamado la Fundación para la Libertad que preside Nicolás Redondo Terreros, habría sido identificado como uno más de los montajes del entorno terrorista de no ser por el detalle. Esto es, el detalle que ha querido tener el Partido Socialista con los servicios auxiliares de ETA.
De un día para otro, quienes gobiernan en la comunidad vasca y en España pasaron de despreciar la farsa a unirse a ella. Y, al igual que ocurría tras los vertiginosos virajes de los stalinistas, a la orden de arriba siguió la celebración coral del nuevo rumbo. Vamos, que oídos los voceros socialistas, González en la vanguardia, ese cónclave era al terrorismo lo que la piedra filosofal a los metales innobles: transmutaría a los criminales en demócratas pacíficos y ejemplares. Pues sí, del plomo al oro y sólo en tres horas, gracias a los agentes de esa «industria de la mediación» que ha aparecido como el sector servicios de la industria del crimen. Y son ya tantos los muñidores que llaman a la puerta que, como escribe Florencio Domínguez, habrá que darles número para que cojan la vez, como en la pescadería. En lo que respecta a sus honorarios, no hay que escatimar, pues de una u otra forma paga el contribuyente español.
Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Y era imposible que de una conferencia organizada por el entorno de ETA resultara otra cosa que una reformulación de las exigencias de ETA. Así, la declaración final no habla de terrorismo, ¡por favor!, sino de «confrontación armada», un concepto que da por supuesto la existencia de dos bandos equivalentes. Y el melifluo llamamiento a que cese la «actividad armada» se acompaña de la sugerencia de negociar sobre cuestiones políticas y celebrar consultas populares. Aquello, en fin, que tal y como señala la Fundación de Nicolás Redondo, siempre ha buscado el grupo terrorista y desea gestionar el avispado Currin: el cobro de un precio político. Esa es la conclusión que los socialistas han ratificado con su presencia, empeñados como están en que el final de ETA sea también la victoria política de ETA.
Cristina Losada, Editorial, LIBERTAD DIGITAL, 18/10/11