Si no fuera por el lehendakari, las relaciones entre el PNV y el PSE irían sobre ruedas porque se necesitan para aprobar los presupuestos, aquí y en Madrid. Pero los socialistas son tan pragmáticos que acabarán firmando. Declararán que han renunciando a la política espectáculo y a la confrontación. Al escucharlo, en campaña electoral, el PNV se frotará las manos.
H asta la ministra Garmendia se ha pronunciado en contra de la consulta del lehendakari. El tripartito más uno está capeando el temporal en la improvisación, pero la tormenta contra la iniciativa del lehendakari es tan gruesa que, al final, hasta su díscolo socio Eusko Alkartasuna ha decidido entrar en razones y secundar al PNV en el acatamiento de las sentencias judiciales aunque no le gusten.
Ibarretxe tiene esa especial habilidad en mantener dividida a la sociedad vasca pero él permanece inmutable, aislado en su cápsula del tripartito al que se ha sumado Aralar para intentar fortalecer el bloque nacionalista no violento. Se aproxima la fecha del 25 de octubre, cuidadosamente elegida por el inquilino de Ajuria Enea, y la espera se vuelve tensa. Todos pendientes de la resolución del Constitucional.
El lehendakari ha atravesado diversos estados de ánimo en su polémica hoja de ruta: desde la negación a que la Justicia le impida convocar su consulta hasta la intención de personarse en el Tribunal de Estrasburgo para protestar por una supuesta vulneración del derecho a pronunciarse. No admite que la Justicia le anule el juego del referéndum pero, por si acaso, y si el viento es desfavorable, piensa abanderar un movimiento de protesta.
Su empecinamiento, sin embargo, le sitúa entre dos fuegos: el hartazgo de los suyos que, lejos de los micrófonos, repiten hasta la saciedad que no son tiempos de referéndums engañosos, y la desconfianza que provoca su actitud en el entorno de ETA que le observa con la distancia de quienes no entienden a un gobierno que planta cara al Estado español y pone cortapisas a las manifestaciones de la izquierda abertzale. No son buenos tiempos para un gobierno que, de tanto empeñarse en la causa esencial del derecho a decidir, ha logrado eclipsar cualquier otra gestión de la Administración.
Euskadi cansa. Nuestras broncas cansan. Y si no fuera porque el Guggenheim, por ejemplo, y el Festival de Cine de San Sebastián atraen a los fans más incondicionales, nuestra comunidad no aportaría más que cansancio y autosuficiencia que bien poco sugestivos son a la hora de atraer a la afición, al capital y a los ciudadanos. Nos encontramos ante el comienzo de un curso complicado. Si no fuera por el empeño del lehendakari, las relaciones entre el PNV y el PSE irían sobre ruedas porque se necesitan para aprobar los presupuestos. Aquí y en Madrid. El propio portavoz nacionalista en el Congreso, Josu Erkoreka, ha reconocido que la iniciativa de la consulta puede entorpecer las negociaciones. Al final no pasará nada y, a pesar de la actitud del lehendakari, los socialistas son tan pragmáticos que acabarán firmando las cuentas presupuestarias en el Congreso y en el Parlamento Vasco. Y como a propagandistas no les gana nadie, nos contarán que han renunciando a la política espectáculo y a la confrontación. Y en cuanto se oiga esta declaración en una campaña electoral el PNV se frotará las manos.
Tonia Etxarri, EL DIARIO VASCO, 6/9/2008