El desconcierto, tirando a cómico, de los guionistas de Moncloa a la hora de quitarle hierro a la corrupción de las mascarillas anuncia el final cercano del sanchismo. ¿A quién se le ha podido ocurrir esa pifia de relato “Koldo es del PP”? Malacostumbrados por el apoyo mediático incondicional -sea a favor de la amnistía, sea en contra-, olvidan reglas narrativas básicas, incluida la que exige que acontecimientos y personajes concuerden. Miras las caras de Armengol, Illa, Ávalos, al exculparse, y deduces que todos están implicados.
No cae solo Ábalos, cae el sanchismo con él. Sánchez ha transformado el PSOE en una trama y, si arranca un clavo, todo el tinglado se viene abajo. Cuando suelten el lastre de la presidenta del Congreso, tampoco será suficiente. Lo que desvela el aprovechamiento de la pandemia para enriquecerse es una práctica de corrupción política grupal. Como suele ocurrir, toda la basura acumulada durante estos años emerge de golpe como la lava retenida de un volcán. Las redes clientelares obscenas y las prácticas de nepotismo descarado -hasta para arreglar divorcios utilizaron recursos públicos- están escandalizando a la opinión pública.
Escribí hace cinco años “Pero, ¿qué es el sanchismo?” y, conociendo el paño, lo que hoy más me sorprende es cómo han podido engañar a tantos durante tanto tiempo unos personajes tan mediocres. El primer logro de Sánchez fue liquidar al PSOE como partido de Estado. En 2017, cuando el presidente de la gestora Javier Fernández dejó Ferraz, el Partido Socialista se fue por la misma puerta. Las consecuencias a la vista están. Han convertido las instituciones en un gran kiosco a disposición de políticos extractivos insaciables que, como fórmula para mantenerse en el poder, se someten al dictado de los enemigos declarados de la España constitucional
Ahora el mayor dilema es si el sanchismo aguanta tres años o cae en tres meses. Quienes siguen el día a día de la marcha de las inversiones en la economía española saben que ese detalle es cuestión de vida o muerte para el país. Se ha creado, por partidarios y contrarios, una imagen de Sánchez como el invencible resistente capaz de superar cualquier obstáculo. Él, obviamente, se lo ha creído y ahí está, en actitud de “aunque se hunda el mundo, yo sigo”. Ignora que también a él le atañen las reglas universales del poder en democracia. Vamos a comprobar pronto si soporta impasible la presión del hartazgo de los españoles. Especialmente, en el País Vasco en abril y en toda España en junio, cuando los electores examinen al partido de las mascarillas.
El mayor desafío nacional es cómo poner fin ya a la pesadilla sanchista y, para ese objetivo, es central advertir a los seguidores socialistas moderados del fraude político al que les están sometiendo
Para empezar, importa saber cómo están interiorizando los electores habituales del PSOE el espectáculo diario de un sanchismo infectado por la corrupción. Se suele cometer el error de considerarlos como un bloque homogéneo, pero no lo es. Si en 2008, fueron más de once millones, en 2011 bajaron a siete y, ya con Sánchez de candidato, a solo cinco en 2015. Los votantes no son como árboles inamovibles. El intelectual anticomunista Raymond Aron solía decir que los análisis políticos, de los que él era un maestro, interesan si llevan a alguna salida. El mayor desafío nacional es cómo poner fin ya a la pesadilla sanchista y, para ese objetivo, es central advertir a los seguidores socialistas moderados del fraude político al que les están sometiendo.
Para entender la trampa ideológica del sanchismo, recomiendo la entrevista de Évole a Sánchez en 2016. Es muy coherente que se la hiciera el periodista preferido por castristas como Maduro, Correa o Morales. Como estos, los dirigentes del sanchismo han practicado la doctrina bolivariana de enriquecerse declarando su preocupación por la pobreza. El ine publicaba estos días que el porcentaje de españoles con “problemas para calentar la vivienda o comer alimentos frescos” ha pasado durante el lustro sanchista del 10% al 20%, como informa Beatriz Triguero en VP. En aquel diálogo en La Sexta, el nuevo líder socialista se presentaba como un revolucionario de extrema izquierda que declaraba la guerra al Ibex y a Prisa.
Dónde surge la resistencia democrática
Lo cierto es que la “milagrosa” resistencia de este grupo de impostores no se puede entender sin la complicidad militante de una amplísima mayoría del sector mediático –El País y La Ser a la cabeza- y algunas de las grandes empresas. Ahora importa más comprobar de dónde surge la resistencia democrática que ya domina el escenario. En primera línea, el Poder Judicial, con el Tribunal Supremo al frente en la defensa del Estado de derecho; los constitucionalistas, ellos sí, de “reconocido prestigio”; un grupo combativo de periodistas que han aguantado las andanadas del ejército de propagandistas coordinados desde Moncloa; y tantos colectivos ciudadanos movilizados en defensa de la democracia en riesgo.
Son claves para explicar el cambio de tendencia que anticipa el inminente fin del sanchismo. El próximo sábado día 9 se volverá a demostrar en la Plaza Cibeles de Madrid con la convocatoria de decenas de asociaciones ciudadanas bajo el lema “Sobran los motivos. ¡Sánchez dimisión!”.