Florencio Domínguez, EL CORREO, 27/6/12
La responsabilidad por los delitos cometidos no desaparece porque ETA haya renunciado a la violencia
Unas cámaras de un centro comercial de productos deportivos de San Sebastián captaron la imagen de dos etarras el 12 de enero de 2009. Los grabaron cuando entraban en el establecimiento, a las 13 horas, 36 minutos y 49 segundos, y a la salida, a las 13:40. Fueron apenas tres minutos y once segundos de gloria cinematográfica. En ese tiempo cogieron dos mochilas, pagaron y salieron con ellas en la mano. No miraron mucho las características ni la calidad. A fin de cuentas eran mochilas para cargarlas de explosivos y preparar una trampa a la policía vasca en el monte Santa Bárbara, de Hernani. La trampa fracasó y los artificieros de la Ertzaintza lograron desactivar las bombas. Después los agentes llegaron al centro comercial y recuperaron el vídeo. Con las imágenes lograron saber enseguida el nombre de uno de los etarras. Era Manex Castro. El segundo sería identificado mes y medio más tarde como Ugaitz Errazkin, aunque para entonces ya había huido a Francia.
El comando ‘Asti’, al que presuntamente pertenecían, quedó desmantelado. Esa operación de la Ertzaintza puso fin a una de las células más activas del 2008 y a la que se atribuyen dos de los cuatro muertos causados por ETA ese año. Uno de ellos fue el asesinato de Isaías Carrasco que consumaba la venganza de la banda contra los socialistas por el fracaso de las conversaciones de 2006. Ante la incapacidad de atacar otros objetivos, se cebaron con un exconcejal indefenso que había dejado de tener protección al abandonar su cargo.
El otro fue el asesinato de Inaxio Uria que se cometió cuando la izquierda abertzale y Eusko Alkartasuna negociaban un posible acercamiento político. ETA irrumpió con el crimen en pleno proceso de conversaciones y cortó entonces la posibilidad de entendimiento, que más tarde llegaría.
Al margen de cuáles fueran las motivaciones que la banda barajara para cada crimen, los participantes en estos atentados tienen pendiente dar cuenta de sus actos ante la justicia. La responsabilidad por los delitos cometidos no desaparece por el hecho de que ETA dijera hace unos meses que renunciaba a la violencia. Eso lo va a poder comprobar Ugaitz Errazkin que, tras su detención de ayer, inicia el camino judicial que lo llevará primero ante los tribunales franceses y después ante los españoles para responder de las acusaciones pendientes.
Hay en las filas de la izquierda abertzale y de la propia ETA un propósito de conseguir la impunidad con la excusa de la pacificación. Por eso invocan una justicia transicional que tiene toda clase de objetivos salvo el de hacer que el culpable sea sentenciado por los delitos cometidos. Que en el mundo de la antigua Batasuna y de la banda estén empeñados en buscar resortes de impunidad es bastante comprensible. Resulta más difícil de entender que esas posturas se extiendan a sectores que nada tienen que ver con ese mundo y que en nombre de la reconciliación están dispuestos a sacrificar la justicia.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 27/6/12