Tres noes y un sí

IGNACIO CAMACHO, ABC – 22/09/14

· Primero, no. A la secesión, a la autodeterminación y a la compensación. Y después, sólo después, sí. Sí a la política.

Quienes hemos insistido en las diferencias esenciales de la cuestión catalana con la escocesa debemos alejarnos de la tentación de utilizar como argumento ventajista la victoria del unionismo británico. El referéndum de Escocia ha sido un error que a punto ha estado de destruir Gran Bretaña y la sociedad española debe tomar nota de que la frivolidad política de los gobernantes sitúa a las naciones al borde del abismo. Del episodio escocés sólo conviene extrapolar el escrupuloso respeto al Derecho y el decisivo compromiso patriótico de los laboristas, cuyo discurso unitario –resumido en la excepcional pieza oratoria de Gordon Brown la víspera de la consulta– se echa de menos en nuestra titubeante socialdemocracia.

Pero a partir de ahí cada problema tiene su propio enfoque y tratamiento. Ni el soberanismo catalán se va a aflojar por la derrota del «no» ni los constitucionalistas españoles deben olvidar que la consulta ilegal plantea un excepcional conflicto político. Un desafío de legitimidad que el Estado aborda con la razón jurídica de su parte pero con seria desventaja argumental frente al exitoso marco de opinión pública que ha consolidado el nacionalismo al contraponer los conceptos de ley y democracia. Es demasiado tarde para desmontar esta trampa con debate e incluso con diálogo; el nudo ya no se puede desenredar y hay que cortarlo.

Y para cortarlo hacen faltan tres noes que muestren la determinación y la fortaleza de las instituciones frente a la coacción de los hechos consumados. No a la secesión, no al referéndum de autodeterminación y no a cesiones ni privilegios compensatorios. No, no y no. Y cuando esas tres negativas estén claras y el Estado democrático haya establecido su primacía frente a delirios y amenazas, llegará –como en Escocia– la hora del sí. Sí a la reflexión, sí a la búsqueda de soluciones, sí al acuerdo, sí a la política. Pero a la política que sirve para integrar y para unir, no para separar. A la política que respeta los pactos de convivencia y la soberanía del pueblo español en la nación española.

El conflicto ha crecido demasiado por culpa de demasiados errores, que van desde el demencial proceso estatutario zapaterista hasta la deriva rupturista del antiguo nacionalismo moderado pasando por la ambigüedad de la izquierda, el desentendimiento de la sociedad civil constitucionalista y una cierta fobia anticatalana de parte de la derecha española. Ese cóctel ha configurado un panorama irrespirable y divisionista en el que es preciso restablecer un orden de jerarquías: primero la ley, luego la ley y a continuación la ley, que es la expresión de la voluntad colectiva. Y después, sólo después, el diálogo si hay voluntad mutua de pacto. El camino escocés no sir ve en nuestras circunstancias. Tenemos que buscar el propio y si no aparece, abrirlo. Pero sin chantajes ni órdagos unilaterales. Y juntos. Together.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 22/09/14