Su aprobación ayer en el Parlamento vasco implica la convocatoria unilateral de un referéndum si antes de seis meses el Gobierno español no lo acepta. Ibarretxe dio por hecho que Batasuna bloquearía la ratificación, pero Otegi anunció que dividirían sus votos para decir ‘sí’ a la autodeterminación y ‘no’ a mantener los vínculos con España. Zapatero reiteró anoche al ‘lehendakari’ su rotundo rechazo al plan pero se mostró dispuesto a recibirle después de que fije con el PP una posición común.
El portavoz de la ilegalizada Batasuna, Arnaldo Otegi, volcó ayer el tablero de la política vasca, provocó una jornada histórica que cogió a contrapié a todos sus protagonistas menos a él, se apropió, al menos por una tarde, de la reforma del Estado a la que aspiraba el Gobierno vasco, y consiguió de nuevo enseñorearse de la escena al anunciar por sorpresa el apoyo de su grupo al plan Ibarretxe. Su respaldo, no obstante, según se permitió advertir, no va a ser gratis.
A sus nuevos compañeros de viaje les hizo una exigencia que, puesta en su boca, pudo sonar inquietante: «No tienen 39 votos para tramitar este estatuto, sino para establecer un diálogo que lleve a este país a una paz justa y duradera. Si gestionan esta mayoría como hace 25 años nos van a tener enfrente y tendrán la responsabilidad de que se prolongue el conflicto».
Y es que, efectivamente, la propuesta del lehendakari, que durante toda su tramitación no había conseguido sumar ni un sólo voto, ayer se encontró con uno más de los 38 que necesitaba para conseguir la mayoría absoluta requerida para una modificación estatutaria; pero, ni por asomo la reacción de los miembros del tripartito se pareció a la que exteriorizaron cuando dos días antes una diputada socialista permitió por error que los presupuestos del Gobierno salieran adelante.
A pesar de que el portavoz del PNV, Joseba Egibar, aseguró al tomar la palabra que le embargaba una alegría inmensa por la postura que había adoptado Sozialista Abertzaleak, la primera impresión que se adueñó de la Cámara fue el de desconcierto.Josu Jon Imaz, por ejemplo, que había estado presenciando la sesión parlamentaria desde una tribuna salió disparado y se negó a responder a las preguntas sobre cómo podía influir el cambio de actitud de Batasuna en la estrategia del PNV.
No en vano, aunque muchos de sus compañeros, entre los que se encuentra el propio Egibar, han asegurado que los votos del grupo contra el que el Tribunal Supremo tiene una orden de disolución, eran igualmente válidos que el resto, el lehendakari siempre se ha cuidado de mantener las distancias y el presidente del PNV había manifestado sus reticencias al respecto.
Anoche, el lehendakari despejó las dudas sobre posibles escrúpulos tras el resultado de 39 votos a favor y 35 en contra de su plan: anunció que se abría un nuevo e importante tiempo político, que todos debían estar a la altura, empezando por él, y explicó que iba a llamar al presidente del Gobierno, José Luis Rodriguez Zapatero, para comunicarle que, como dicta el plan Ibarretxe, empieza un periodo de seis meses de negociación antes de que pase por las Cortes. Por la noche trascendió que el 7 de enero fijarán una cita.
A pesar de que él aseguró que su postura había sido coherente, lo cierto es que todo el discurso de Arnaldo Otegi hacía presagiar una negativa o una abstención. Es cierto que manifestó que pretendía facilitar el debate y que todos debían moverse, pero también insistió hasta la saciedad en que admitir al plan auspiciado por el tripartito era repetir los errores de hace 25 años que no habían creado más que problemas y que sólo servía para que el PNV gestionase el país en beneficio propio. Reiteró también que la única propuesta válida era la suya y quiso arrancar el compromiso de los nacionalistas para ir por su cuenta si ETA y el Gobierno no llegaban a un acuerdo.
Sin embargo, ya hacia el final de su intervención declaró que su prioridad política era poner en marcha un proceso que superase el conflicto y que garantizase la autodeterminación y proclamó: «Vamos a votar tres síes -el suyo, el de Joseba Permach y el de Jon Salaberria- a la autodeterminación a Euskal Herria y a la consulta popular» y tres noes. Y lo hizo avalado por Josu Ternera, parlamentario buscado por la Justicia por su relación con un asesinato y del que se especula su posible presencia en la dirección de ETA. Para ello, leyó una carta suya, demostrando desafiante que el Parlamento vasco, por lo menos ayer, estaba en sus manos.
Hubiera parecido lógico que los portavoces de PNV, Egibar, y de EA, Rafael Larreina, le recordasen a Otegi, tras sus advertencias, que la única responsable del «conflicto vasco» era ETA y le pidiesen que le exigiesen a ésta que dejase la violencia, pero esto únicamente lo hizo el portavoz de Ezker Batua, Oskar Matute, en su segunda intervención, tras recuperarse de la sorpresa. «Usted tiene que saber lo que vota y no lo que desearía que se votase», le espetó.
Larreina y Egibar se limitaron a recordarle que «el pueblo juzgará» y se fueron rehaciendo, pero sí es cierto que la impresión que quedó es que Otegi les había roto los esquemas y además se lo reprochó de manera descarnada acusándoles de hacer «teatro».Quedó más evidente que nunca que IU-EB, por ejemplo no esperaba estar respaldando un plan con el que ha manifestado que no está de acuerdo, aunque a partir de hoy intente recomponer los platos rotos asegurando que ya había previsto que en el Congreso frenará la propuesta, y que sus socios nacionalistas pensaban explotar este asunto durante los próximos cuatro años.
De hecho, con esta mentalidad se había presentado el lehendakari por la mañana. En su discurso, prácticamente transformaba una asumida derrota parlamentaria en un programa electoral y se mostraba convencido de que la ciudadanía vasca iba a deshacer el error de la Cámara porque en ella habían ido calando sus propuestas, tal como demostraban algunos indicadores de las últimas encuestas.Por eso proclamó que, pasara lo que pasara, el día de ayer «marca un antes y un después y que se había abierto una puerta que no tiene marcha atrás»; y por eso no quiso dejar pasar la oportunidad de rentabilizar los logros que le atribuía a la iniciativa del tripartito.
Por una parte destacó el hecho de que ha conseguido que «todos menos el PP muevan ficha», en referencia al apoyo que la izquierda abertzale había anunciado hasta ese momento al preámbulo de la propuesta y a la reforma estatutaria presentada por los socialistas.Y por otra parte y sobre todo, una vez más le atribuyó a su propuesta el efecto benéfico de conseguir la paz.
El lehendakari obvió, como siempre, que las medidas judiciales y policiales han llevado a ETA y a la izquierda radical a la situación de crisis por la que han atravesado en los últimos meses y afirmó: «Hemos presentado una solución porque no estamos dispuestos a vivir en esa violencia inasumible, ni en el bloque político al que nos llevaba el empate infinito y la crispación política, y lo hemos conseguido». Una afirmación que sería duramente contestada por los portavoces de la oposición y que, como el resto de las declaraciones, tras lo ocurrido, va a ser convenientemente potenciada en los próximos meses.
Esto no va a impedir que, para los populares y socialistas sigan teniendo vigencia las duras palabras que este comentario en particular y el plan en general les suscitó.
Parte de la crítica del portavoz del PP, Leopoldo Barreda, ya antes de la votación tenía un fortísimo contenido moral. El parlamentario popular reprochaba al lehendakari y a los miembros del tripartito que se hubieran presentado «bajo el brazo» con una iniciativa que recoge las exigencias de ETA, faltando el respeto a las víctimas, habiendo puesto inconvenientes a todas las medidas que han venido debilitando a la banda terrorista -una denuncia que también había realizado el portavoz socialista Patxi López-, y consiguiendo su paz «a cambio de los derechos políticos de quienes nos oponemos al plan».
«A ustedes no les importa nada», había argumentado, «con ETA activa y ya han fijado la fecha de la consulta».
Aparte de su alegato a favor de lo mucho que había ayudado a conseguir la iniciativa que auspicia, el lehendakari había basado su argumentación en dos eslóganes de fácil aceptación popular y cuyo debate suele ser más complicado por mucha razón que pueda tener quien los rebate: lo único que queremos es dar la palabra al pueblo y no entendemos por qué, si los constitucionalistas están tan seguros de que los ciudadanos vascos se van a pronunciar a favor de la iniciativa, se posicionan en contra de la consulta.
Los populares intentaron de nuevo explicárselo. «¿Consultar al pueblo?, ningún problema, pero dentro de la legalidad; ponga aquí 38 votos y el pronunciamiento favorable de las Cortes», señaló Barreda, «porque es así como dijimos los vascos que queríamos regular las consultas».
El diputado popular, una vez más, se refirió a la inconstitucionalidad del proyecto, a los problemas económicos que podía generar al País Vasco, al modo cómo coloca a la Comunidad autónoma fuera de Europa; y, sobre todo, se negó a admitir el argumento empleado en especial por el portavoz de EA, Rafael Larreina, según el cual, los nacionalistas lo único que pretenden es vivir en libertad.«Es de vergüenza que lo digan públicamente y además mirando a esta parte de la Cámara», le reprochó ironizando sobre la dificultad de que muchos de los diputados tienen para hacer incluso las compras de Navidad rodeados de escoltas. «¿Y usted se queja de sentirse discriminado?», le lanzó para finalizar denunciando las reminiscencias nazis que, a su parecer, encierra un plan que distingue entre ciudadanos de primera y de segunda.
Siguen vigentes también, y seguramente arreciarán en los próximos días, las críticas del secretario general del PSE denunciando que el plan sólo consigue dividir a la ciudadanía y es insolidario con el resto de las comunidades, y enumerando las que, desde su punto de vista, son las mentiras del lehendakari. Por cierto, una de ellas, en concreto, afeaba a Ibarretxe que hubiese faltado a la verdad cuando aseguraba que no iba a contar con Batasuna, y denunciaba negociaciones para conseguir su apoyo. «Alguien muy cercano a usted nos ha anunciado algún tipo de sorpresa.Nos esperamos cualquier cosa», señaló sin más detalles.
Las otras quedaron inmersas en un discurso más propio de un candidato a lehendakari que de la ponencia parlamentaria.
Los días anteriores a la votación del plan, desde todas las esquinas nacionalistas se había advertido a Batasuna de que nadie entendería que impidieran la celebración de la primera consulta en Euskadi referida al derecho de autodeterminación. Ibarretxe puso ayer especial énfasis en subrayar este argumento, aunque se interpretó como una cuestión de trámite porque se consideraba que aprobar el plan con los votos de Batasuna podía resultar incómodo y porque no aprobarlo ayer le permitía mentalizar a la sociedad vasca sin que los sectores menos audaces pudieran sentirse apremiados por un plazo de tiempo tan breve.
Otegi reaccionó como le pedían. Probablemente en los próximos días se pueda cuantificar cuánta tajada le dejan sacar de esta nueva situación a la que todos los miembros del tripartito, de seguro se adaptarán con naturalidad.
EL MUNDO, 31/12/2004