Trienio de la censura

Juan Pablo Colmenarejo-ABC

  • El golpe al Estado de 2017, parado en seco por el discurso del Rey, debería haber sido suficiente hace tres años para no haber aceptado los votos de quienes pretendían vengarse con aquella censura del cumplimiento de la ley del 78

Tres años después, toca pagar la factura, y no precisamente la de los güisquis de entonces. Aquel 31 de mayo, Rajoy y su último círculo de leales se refugiaron en una taberna (a la madrileña) mientras en el Congreso le propinaban una ensalada de leches, con el bolso en su escaño por testigo. Frankenstein dio sus primeros pasos gracias a una sentencia que el Tribunal Supremo corrigió después por el exceso cometido al dar por acreditado un hecho (la caja del B del PP) «fuera del ámbito de su competencia». El ponente-ariete De Prada aprovechó las chorizadas cometidas por la Gurtel, en un par de ayuntamientos peperos de Madrid, para servir en bandeja de plata la caída del Gobierno, haciendo de la parte un todo. El PNV ya se ha cobrado aquella puñalada, que Rajoy apuró en el último trago, con el traspaso de las prisiones para que los presos de ETA salgan de permiso a enseñorear su crueldad. De nada le sirvió a Rajoy que el PNV le diera aire una semana antes con los Presupuestos. Llegó un mejor postor.

Sánchez prepara el pago de lo prestado y la renovación de la póliza de seguros del techo de La Moncloa. Por mucho que agite a Colón, el 4-M asoma una alternativa sin aspavientos. El empeño en demonizar al adversario ya no hace tanta mella, aunque consuele a quien lo practica. El indulto selectivo y a la carta para evitar el choque con el Supremo le saldrá caro en el largo plazo para disgusto del constitucionalista Page. Sánchez culmina el trienio de la censura con la cornada de Madrid bien fresca en la femoral. Le deja un costurón de no olvidar. Mientras su gurú anuncia una inmolación en grupo, si es necesaria, los españoles observan a quien es capaz de asirse con lisonjas y prebendas al secesionismo confeso e irredento. El golpe al Estado de 2017, parado en seco por el discurso del Rey, debería haber sido suficiente hace tres años para no haber aceptado los votos de quienes pretendían vengarse con aquella censura del cumplimiento de la ley del 78.