Isabel San Sebastián-ABC
- Los 400 euros para ‘cultura’ destinados a los chavales representan el 0,2 por ciento de una monumental estafa
Si algo hace bien Pedro Sánchez es engañar. A embustero no le gana nadie y a embaucador, tampoco. Justificar cualquier medio en aras de conseguir o conservar el poder es práctica habitual entre quienes se dedican a la política, que en el caso de este presidente supera todo lo visto.
Sánchez es un trilero, pero dista de ser un necio. Antes al contrario, su habilidad para esconder la bolita distrayendo nuestra atención con algún señuelo demuestra que en realidad es un amo del tocomocho que se aprovecha de la estupidez ajena para salir airoso de sus timos. El último, ese Presupuesto que ni él mismo se cree, basado en una mezcla letal de voluntarismo, demagogia electoralista y cesión a las exigencias del populismo podemita, así como a los peajes debidos al separatismo. Unas cuentas devastadoras para el futuro de España, que yugularán cualquier posibilidad de crecimiento, ahuyentarán la inversión, dispararán un déficit y una deuda que ya sobrepasan con creces las líneas rojas fijadas en los tratados europeos e incrementarán la desconfianza de nuestros socios, muchos de los cuales, precisamente los más ricos, empiezan a plantear en el seno de la Unión la conveniencia de dar por terminada la situación de excepcionalidad creada por la pandemia e ir cerrando gradualmente el grifo del crédito concedido por el BCE, gracias al cual nuestro país aún puede pagar las facturas.
Sánchez y sus ministros saben que las cifras presentadas serán ‘bonitas’, en palabras de María Jesús Montero, pero desde luego no son reales. Los ingresos están groseramente inflados y los gastos, pese a batir todas las marcas históricas, se quedan cortos con respecto al coste real que tendrán las medidas destinadas a comprar votos para el PSOE y asegurar en el Congreso el apoyo de Podemos, ERC, PNV y Bildu, indispensable para blindar a Sánchez en La Moncloa. Solo en pensiones el Estado deberá desembolsar el año próximo más de 170.000 millones de euros, que sumados al aumento de la nómina de funcionarios y los incrementos salariales comprometidos consolidan un gasto sencillamente insostenible, por más que suban los impuestos a una clase media expoliada que no se puede ordeñar más. Mientras tanto, pequeñas fábricas y talleres se ven obligados a cerrar ante la imposibilidad de hacer frente al recibo de la luz, cuya escalada eleva ya la inflación a más de un cuatro por ciento; cerca de doscientos mil autónomos están en cese de actividad y muchos más han visto cercenados sus ingresos, por no mencionar el paro, que no baja del 15 por ciento. ¿Y cuál es el foco del debate público? Los 400 euros para ‘cultura’ con los que pretenden sobornar a los chavales que se acerquen por vez primera a las urnas. O sea, el 0,2 por ciento de esa monumental estafa. Esperemos que la oposición no entre a ese burdo trapo.