Trinque

DAVID GISTAU-EL MUNDO

EL SANCHISMO se comporta ante los recursos del Estado como una partida de saqueadores arramplando un botín. ¿Hay motivo para el escándalo? Pues depende de la ingenuidad con la que cada uno haya hecho la observación de estas cuatro décadas largas de patente de corso partitocrática. Adriana Lastra, que no suele decir cosas por las que haya que salir corriendo a comprar un cincel, acertó de un modo que ni ella pretendía cuando, preguntada sobre la desfachatez de las colocaciones de Sánchez, respondió que lo raro sería colocar a «los de la derecha». Ahí quedó delatada una mentalidad de la cual Lastra ni siquiera es culpable –contagia por ósmosis a cualquiera que haya sido educado por un partido político– y que resume a la perfección la verdadera naturaleza de la alternancia: el turnismo del trinque. Sólo los partidos nacionalistas que lograron patrimonializar un poder regional llegaron a trincar sin dar turno y completaron el botín a veces en la dimensión nacional, cuando la condición de bisagra les concedió una capacidad coercitiva mayor: en la actualidad, al PNV, partido que ha convertido el chantaje en medio de vida, sólo le falta poner a Sánchez a lavar sus coches oficiales los domingos.

Que el sanchismo, por tanto, reclame ahora su botín y la barra libre proveedora, prerrogativas de quien gobierna, no constituye una novedad en democracia. Sí existen, sin embargo, tres detalles diferenciadores que lo hacen todo más grosero. Uno, la carencia de autoridad moral por no haber sido legitimado este cotarro extractivo por las urnas, algo que en realidad sobrevuela todo –el síndrome de okupa– cuanto este Gobierno es o intenta ser. Dos, la impresión de que el propio Gobierno se siente precario y sabe que podría disponer de muy poco tiempo en el poder, lo cual acrecienta el frenesí de la rapiña: trincar cuanto se pueda y mientras se pueda.

El tercer elemento es el más importante. El PSOE está lejos de ser un partido nuevo, de hecho, es tan del sistema que pasó décadas intentando que en España no se diferenciara el PSOE del sistema, como si cualquier otro gobernante fuera un usurpador. Pero sí ha intentado robar a Podemos las consignas curativas acerca de la regeneración de un régimen al que sólo la derecha habría corrompido. Que luego, a la primera oportunidad, olvide los votos de regeneración y se comporte como una banda embriagada de trinque es algo que le penalizará incluso habiendo completado en poco tiempo un control mediático apabullante