LUIS VENTOSO – ABC – 16/03/16
· Sánchez ha primado una foto sobre la defensa de su país.
Aunque el eventual líder del PSOE ha dado ya varios pasos errados, el de ayer ha sido el más lacerante, porque traiciona los intereses generales de sus compatriotas por un poco de propaganda personal, por una foto con quien hoy es por voluntad propia un enemigo declarado de España. Por supuesto, el encuentro no se ha traducido en nada. Lo único que ha hecho Sánchez es abrir fisuras entre unos constitucionalistas que deberían estar unidos en la defensa de su país, con una lealtad mutua garantizada.
Es imposible un punto de encuentro con quien exige burlar la ley como premisa irrenunciable. Antes de ver a Puigdemont, el líder del PSOE sabía, como todos los españoles, que no cabe margen de negociación con quien pretende proclamar la república catalana antes de dos años. Tras ver al presidente separatista, Sánchez dijo que su plan independentista «es ilegal, unilateral y contrario a la mayoritaria de los catalanes». Tiene razón. Entonces, ¿por qué fue a verlo? Pues porque con un planteamiento ruin, que entristece a cualquier español, buscaba un gesto efectista para marcar más distancia con Rajoy y tratar de impulsar su agónica carrera personal, aun a costa de vender a España anatemizando a uno de los partidos que la vertebran. Sus argumentos fallan:
—Sánchez enfatizó que «hay que cerrar cuatro años de bloqueo institucional y ausencia de diálogo». Lo cuenta mal. El presidente y todos sus ministros han seguido viajando constantemente a Cataluña, pese a la hosquedad y desaires de algunas autoridades separatistas. El Estado ha auxiliado con puntualidad a una comunidad en bancarrota por la mala gestión propia.
El proceso independentista fue una decisión unilateral de Mas. Él fue quien dilapidó el dinero público en una inmensa campaña de propaganda, quien convocó una consulta ilegal, quien declaró que el Estado autonómico y la legalidad constitucional ya no servían. Fue la Generalitat la que dio el portazo y dejó sin alternativa al Gobierno español, porque ningún presidente de España (a lo mejor Sánchez sí) puede otorgar la independencia a una región, o autorizar un referéndum prohibido por la Constitución democrática.
—Es lacerante que Sánchez, que a día de hoy se niega a ver al presidente del otro gran partido constitucionalista, se deshaga en sonrisas y apretones de manos con un líder separatista que auspicia la destrucción de España. Abochorna el contraste entre su chulería irascible con el partido más votado por los españoles y su untuoso buenrollismo con los separatistas. A lo mejor explica por qué el PSOE está en caída libre.
—Acudir a ver a Puigdemont con la oferta de la recuperación del Estatut y con el gaseoso federalismo es una pantomima estéril. Todo el mundo sabe, hasta Sánchez, que eso nada arregla frente a un nacionalismo fanatizado, obcecado en privar a los catalanes de su fecunda sociedad con España.
Sánchez agradeció a Puigdemont su «predisposición al diálogo». Entonces, ay, no sé por qué, recordé lo que le dijo el viejo Churchill al pusilánime Chamberlain: «A nuestra patria se le ofreció la humillación o la guerra. Aceptamos la humillación y ahora tendremos la guerra».
LUIS VENTOSO – ABC – 16/03/16