ABC-ISABEL SAN SEBASTIÁN

EL CONTRAPUNTO En lugar de impulsar un gran pacto constitucional, Sánchez juega al despiste emulando a Gollum aferrado a su «tesoooro»

EL diccionario de la lengua española abunda en términos descriptivos de las armas empleadas por Sánchez en defensa de una poltrona tan ambicionada como inmerecida. No hay truco de prestidigitación parlamentaria que le parezca inaceptable, trampa en la que no esté dispuesto a meterse, arrastrándonos a todos con él, treta política que le repugne o trola cuyo grosor se le atraviese en la garganta. Como ocurre en la magistral obra de Tolkien, el «anillo» es un talismán al que está dispuesto a sacrificar cualquier cosa, empezando por su palabra, que hoy por hoy ya nada vale.

Sánchez ha mentido en tantas ocasiones que es imposible llevar la cuenta. Mintió al prometer que convocaría elecciones cuanto antes y al asegurar que «su» tesis estaba disponible para cualquiera que quisiera consultarla. Mintió al proclamar que no había plagiado y al publicar los resultados de un análisis que la propia empresa propietaria de la licencia ha tenido que corregir, multiplicado por más de veinte el porcentaje de coincidencias detectadas en el texto estudiado. Miente o induce a sus ministros a mentir hasta incurrir en ridículos como el de la portavoz Celaá al afirmar que las bombas vendidas a Arabia Saudí no matarán yemeníes. Su Gobierno ha inventado los misiles bondadosos, sensibles, considerados con los inocentes y capaces de discriminar objetivos en función de su nacionalidad. ¡Lo nunca visto, señores!

Este presidente está tan hambriento de despacho y a la vez tan pagado de sí mismo que considera lícito, legítimo, irreprochable e incluso admirable lo que cualquier persona provista de conciencia democrática rechazaría. Trucos y tretas de embaucador. Por ejemplo, ser elevado al alto cargo que ocupa a lomos de algún partido separatista manchado de sangre y de otros cuyos máximos dirigentes están encarcelados o bien huidos de la Justicia, acusados de delitos de rebelión, malversación y prevaricación. Por ejemplo, utilizar sin pudor la ley contra la violencia de género para introducir en ella una enmienda destinada a colar con calzador unos presupuestos impuestos por los populistas de Podemos, que lastrarán irremediablemente nuestro ya menguante crecimiento económico. Por ejemplo, tomar al asalto la radio y televisión públicas, haciendo en ellas una escabechina de profesionales, a mayor gloria de ciertos palmeros expertos en ver la paja en el ojo diestro e ignorar la viga en el siniestro. Por ejemplo, al amenazar a los medios de comunicación que, como ABC, cumplen con su deber de informar, en uso de su libertad, con el propósito fallido de amedrentarnos.

Entre atajos, triquiñuelas, embustes e informaciones amañadas en un intento desesperado de tapar sus muchas vergüenzas, el inquilino de La Moncloa se olvida de lo esencial y nos hunde en un pozo oscuro cuyo fondo es la destrucción de España. Porque mientras él se agarra a clavos ardientes con tal de sobrevivir, sus socios siguen limando los pilares del Estado de Derecho en su avance hacia la independencia. En Cataluña la convivencia se deteriora un poco más cada día que pasa ante los abusos impunes de una administración autonómica claramente alineada con el golpismo. En el País Vasco se humilla constantemente a las víctimas con el trato privilegiado dispensado a los victimarios y el relato falsario elaborado para blanquear el terrorismo etarra. España se descose, se deshace, se diluye, se desdibuja… Y en lugar de poner freno a esa deriva impulsando un gran pacto constitucional, o en su defecto convocando elecciones, Sánchez juega al despiste con sus tretas de trilero, emulando a un patético Gollum aferrado a su «tesoooro».