Editorial-El Correo

  • El intervencionismo de EE UU en Venezuela y Colombia con la coartada del ‘narco’ para imponer sus intereses amenaza la estabilidad de la región

Donald Trump ha pasado de presentarse como pacificador de Oriente Próximo a jactarse de un intervencionismo descarado en Venezuela y Colombia, a los que ha situado en la diana de su lucha contra el tráfico de drogas a golpe de bombardeos de supuestas ‘narcolanchas’ y amenazas de invasión. Diez días después de sacar pecho del frágil alto el fuego en el asedio de Israel a Gaza, el presidente de Estados Unidos ha girado su brújula hacia Sudamérica, con una ofensiva bélica sobre los gobiernos de Nicolás Maduro y Gustavo Petro con la excusa de sus presuntos vínculos con la producción y distribución de cocaína con destino a Norteamérica. Pero esta beligerancia venía de lejos. Desde agosto, la Armada estadounidense concentra barcos en sus bases de Puerto Rico y Panamá, mientras los bombarderos B-52 planean intimidantes sobre las costas venezolanas. La decisión de situar al frente del despliegue al general Dan Caine, jefe del Estado Mayor y jaleado por Trump por su contribución al sometimiento de Hamás, dispara la tensión.

Las advertencias militares y los fuertes recortes de ayudas a ambos países agitan el Caribe y constituyen un serio riesgo para la estabilidad. Con la coartada del ‘narco’, Trump podría buscar la imposición de sus intereses estratégicos en la región, con el consiguiente peligro de encender un polvorín. El líder de EE UU perdería cualquier legitimación mundial si recurre a la fuerza de las armas para desplazar a Maduro y Petro, obstáculos a su política exterior. La democracia, la soberanía territorial y el derecho internacional deben estar por encima de cualquier veleidad invasora, una auténtica temeridad por muy incómodos que sean ambos regímenes para el magnate o imperfectos en el cumplimiento democrático -con el chavismo aún en el ojo del huracán por el pucherazo electoral-.

La amenaza de autorizar operaciones encubiertas de la CIA en Venezuela obliga a revisar el oscuro pasado de intromisiones de Estados Unidos en América Latina. De Centroamérica al Cono Sur, derrocar gobiernos legítimos para sustituirlos por otros afines derivó en dictaduras y sangrías civiles. Hoy, el apoyo de Rusia y China a la autocracia de Maduro solo añade pólvora al enfrentamiento. Si EE UU quiere acabar de verdad con el narcotráfico, un colosal negocio que a la vez es la ruina para millones de adictos, debería mirar dentro de sus propias fronteras para analizar las causas que han convertido al país en el principal consumidor de cocaína, junto con Europa.