Florentino Portero-El Debate
  • Irán está en las puertas de disponer de armamento nuclear, si es que no lo tiene ya. ¿Considerará Trump que ha llegado el momento de rematar la operación, permitiendo que Israel destruya los emplazamientos del programa nuclear iraní?

El acceso de un nuevo inquilino a la Casa Blanca ha tenido un incontestable efecto en Oriente Medio: el alto el fuego entre Hamás e Israel en la franja de Gaza. Sin la intervención de Trump no es seguro que se hubiera conseguido. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se ha sentido forzado a aceptarlo, aun sabiendo el alto coste que iba a tener para su gobierno y para su país. Para su gobierno porque no todos los partidos que le apoyaban consideraban que la tarea estuviera concluida. Hamás retiene todavía una importante capacidad de acción, sobre todo política y de seguridad. Detener las acciones militares le da la oportunidad de reconstruir su influencia, ante la ausencia de alternativa. Para su país porque el espectáculo de ver salir de sus cárceles a figuras destacadas del terrorismo palestino, de uno u otro signo partidista, tendrá un efecto desmoralizador. Israel recupera a algunos de sus rehenes, pero ¡a qué precio! Nadie en aquellas tierras puede olvidar que los máximos responsables de la actual campaña también fueron detenidos en su momento y encarcelados, para finalmente ser intercambiados por un rehén israelí en otro de esos acuerdos escandalosamente desproporcionados. ¿Qué sentido tienen las miles de horas empleadas por los servicios de inteligencia, la policía y la judicatura si, a la postre, son liberados tras un chantaje?

Netanyahu viaja a Washington para tratar en detalle con Trump los próximos pasos. El tema no es menor, ni por su importancia ni por su complejidad. Se trata de reconfigurar la región, continuando la importante labor iniciada durante el primer mandato del actual presidente. Entonces se abandonó la política iniciada por Obama de llegar a un acuerdo —en extremo precario— con Irán sobre materia nuclear para así desactivar el riesgo de una guerra regional. A cambio, se utilizó la generalizada percepción de amenaza iraní y la voluntad norteamericana de retirarse de la región para conformar un bloque con Israel y las potencias árabes moderadas. Su pilar son los Acuerdos Abraham, cuya consistencia se ha puesto a prueba con excelente resultado durante el conflicto de Gaza. A pesar del sufrimiento de la población gazatí y de la ansiedad que producía en la calle árabe, ningún gobierno ha denunciado sus acuerdos con Israel. Todos entendían que Hamás, Hezboláh e Irán eran los auténticos enemigos. El destrozo que Israel ha provocado en estos tres actores ha despertado admiración y reforzado la apuesta entre sus socios árabes, que ahora se sienten más seguros. Sin restar mérito ni trascendencia a todo lo ocurrido, las tareas pendientes son ingentes. Sin duda se han abierto varias «ventanas de oportunidad», pero que nadie piense que va a ser fácil aprovecharlas. No siempre lo posible es lo más probable.

En Gaza hay que garantizar el orden, establecer un ente político y dar paso a la reconstrucción. Lo de menos es el dinero. Lo de más es resolver quién se va a ocupar de tamaña misión. Hamás está vetada, como la UNRWA. Evitar su reconstrucción es crítico. La idea parece ser restaurar la Autoridad Palestina, viciada hoy por la corrupción e incompetencia de sus dirigentes. Esta tarea correspondería al bloque árabe, que se responsabilizaría de establecer una dirección dispuesta, por fin, a aceptar la existencia de Israel y, por lo tanto, de crear un Estado palestino sobre los territorios de Gaza y Cisjordania. La gestión de los tiempos parece imposible. Gaza necesita que una entidad se ocupe de la labor que venía haciendo la UNRWA, pero sin sus íntimas complicidades con los islamistas ¿Es posible? ¿Está Israel preparado para ello? La sociedad no confía en los dirigentes palestinos, con toda la razón. Recordemos que los líderes nacionalistas justificaron el atentado terrorista y arroparon a las milicias de Hamás. Caso aparte es el del actual gobierno de Jerusalén, compuesto por nacionalistas que defienden la plena ocupación del territorio palestino. Parece llegado el momento de convocar nuevas elecciones, para que una renovada mayoría parlamentaria pueda enfrentarse tanto al análisis de las causas de lo ocurrido —el escandaloso fracaso de las autoridades en la gestión de la contención del atentado de Hamás— como a la configuración de un nuevo entorno regional.

Israel ha ocupado parte del sur del Líbano, donde también se ha impuesto un alto el fuego. Urge aprovechar el debilitamiento de las milicias chiíes de Hezbolláh para fortalecer a las formaciones políticas suníes y cristianas en la consecución de un nuevo equilibrio de poder. Esta gran nación podría recuperar parte de su pasada grandeza, aprovechando sus excelentes recursos humanos, si se libra de la influencia de Irán y de Siria. De nuevo, una coordinación entre las potencias árabes, Israel y Estados Unidos resultará fundamental.

Israel ha aprovechado la crisis interna siria para avanzar en la toma de posiciones en los Altos del Golán. Desde un punto de vista militar es comprensible y justificable. Siria ya no está en manos de la familia Al Asad y de la influencia iraní, pero los que han llegado son parte de Al Qaeda, islamistas pragmáticos, pero islamistas. Arabia Saudí está haciendo un importante trabajo para atraer a sus nuevos dirigentes, facilitando el levantamiento de sanciones, garantizando apoyo para la reconstrucción y, sobre todo, atrayéndolos a posiciones moderadas, que no solo pragmáticas ¿Llegarán los nuevos líderes sirios a reconocer al Estado de Israel, a pesar de su pasado/presente en Al Qaeda? ¿Se retirará Israel de sus posiciones en el Golán?

Irán está en las puertas de disponer de armamento nuclear, si es que no lo tiene ya. Las intenciones de Israel son de sobra conocidas y no resulta difícil imaginar qué desearían las potencias árabes ¿Considerará Trump que ha llegado el momento de rematar la operación, permitiendo que Israel destruya los emplazamientos del programa nuclear iraní? De hacerlo y lograrlo realmente estaríamos ante otro tiempo histórico en la región, facilitando el encauzamiento de varios de los problemas que alimentan la tensión. Si no lo hace y en Teherán se impone el sector más duro, el más próximo a Alí Jamenei, y en breve se da a conocer su armamento atómico, Irán estará en condiciones de restaurar poco a poco su Eje de Resistencia, complicando de nuevo la estabilidad en la región.

Arabia Saudí sigue a las puertas de suscribir los Acuerdos Abraham y es difícil imaginar que lo haga sin antes llegar a una solución del futuro de la población palestina. El intento de Trump de desplazar parte de la población gazatí a la península de Sinaí, para rebajar la presión y facilitar la reconstrucción, ha sido rechazado con firmeza desde las capitales árabes. Los palestinos crearon serios problemas en Jordania y en el Líbano. El actual régimen egipcio es el resultado de un golpe de Estado contra el gobierno electo de los Hermanos Musulmanes, la misma organización de la que forma parte Hamás. Lo último que quieren Al Sisi, sus ministros y los altos mandos militares es importar terroristas y una población radicalizada cuando, además, su situación económica es preocupante. Trump ha mostrado sensibilidad a los argumentos de los nacionalistas israelíes, que buscan la emigración de los palestinos a los estados árabes de su entorno. Sin embargo, no solo sería ilegal, sino que además va a encontrar una resistencia numantina del bloque árabe y no tanto por empatía con la causa palestina como por abierto rechazo a incorporar en grandes cantidades a una población tan radicalizada como problemática.

La incorporación de Arabia Saudí a los Acuerdos Abraham y la contención de Turquía son fundamentales para encauzar la región por la senda de la normalidad. Nada de ello será posible sin un entendimiento profundo entre Israel y el bloque árabe. Trump lo logró en su anterior mandato, con la inestimable colaboración de su yerno. Veremos si en esta ocasión lo consigue de nuevo. Es posible, aunque poco probable.