Trump, contra todos, sigue sin asumir que será presidente

EL MUNDO 12/01/17
EDITORIAL

EXIGE verdadero esfuerzo visualizar que el Donald Trump que ayer ofreció su primera rueda de prensa tras ganar las elecciones se convertirá en apenas ocho días en el presidente de EEUU. Porque sus malos modales hacia la prensa, la falta absoluta de un discurso mínimamente articulado y los eslóganes simplistas para despachar asuntos de enorme complejidad no ayudan precisamente a asimilar que estamos ya de facto ante el hombre más poderoso de la Tierra. Trump sigue actuando con la misma imprudencia que le caracterizó en campaña. Dispara contra todos, sin ser consciente de la enorme repercusión y consecuencias tanto de sus actos como de sus declaraciones. En la comparecencia de ayer, arremetió contra potencias como China y humilló a México, amedrentó a las industrias automovilística y farmacéutica norteamericanas, y dejó clara su intención de impulsar un inquietante proteccionismo ultranacionalista. Los efectos pueden ser muy perjudiciales para el crecimiento mundial. Y los expertos alertan de la posibilidad de que EEUU acabe entrando en recesión y de que se estén poniendo las bases para una guerra comercial internacional.

La enorme expectación ante las palabras de Trump se tornó de inmediato en inquietud y decepción. Porque se esperaba que el empresario empezara a modular su discurso de acuerdo con la enorme responsabilidad que está a punto de asumir. Pero, por el contrario, Trump parece muy cómodo en su papel provocador. Se pasó meses reivindicando que él no era un político y está decidido a que así siga siendo. Ahora bien, se puede acceder a la Casa Blanca enarbolando la bandera de la antipolítica; pero no se puede permanecer en ella sin darse un barniz de diplomacia porque son extraordinarios los intereses en juego.

Hace medio año, en su última rueda de prensa previa a la campaña, cuando ni él mismo confiaba en que tuviera posibilidades de ganar la Presidencia, Trump pidió a Rusia hackear el correo electrónico de su entonces rival, Hillary Clinton. La intervención de ayer también estuvo condicionada por las últimas noticias sobre espionaje y Moscú. Respecto a las informaciones acerca de la existencia de un informe comprometedor sobre su vida privada y sus actividades empresariales con el que supuestamente Rusia le podría chantajear, Trump fue rotundo: «Es absolutamente falso». En cambio, sí admitió que cree que Moscú está detrás de los ciberataques para interferir en las recientes elecciones. Con todo, igual que hizo su futuro secretario de Estado, Rex Tillerson, durante su comparecencia ante el Senado, el presidente electo quiso esta vez desmarcarse del Kremlin. Prometió firmeza. Y se permitió ironizar diciendo que si le cae bien a Putin eso es, en todo caso, «una ventaja y no un problema».

Con este asunto turbio que compromete a los Servicios de Inteligencia y que siembra dudas sobre las relaciones bilaterales entre EEUU y Rusia, ocurre igual que con los planes de Trump respecto a su emporio empresarial. Queda claro que le va a costar demasiado que los asuntos de su vida privada no interfieran y hasta opaquen su gestión presidencial. Ayer dedicó buena parte de la rueda de prensa a explicar que él se va a apartar completamente de los negocios, que quedarán en manos de sus hijos, para evitar cualquier conflicto de intereses. Aunque tanto la explicación como el plan resultan bastante chuscos, por cuanto la única garantía que ofreció es su promesa de que no hablará nunca de sus empresas con sus vástagos.

Pero es que la misma levedad la emplea para los asuntos de Estado. Promete una enmienda a la totalidad a las políticas de Obama, si bien sigue sin explicar realmente qué está decidido a hacer. Así, reiteró que una de sus primeras medidas será derogar el Obamacare, la ley –polémica– del todavía inquilino de la Casa Blanca que ha extendido esta legislatura la cobertura sanitaria a unos 20 millones de estadounidenses de los 50 que carecen de ella. Trump, que ayer tachó al Obamacare de «catástrofe», avanzó su sustitución por un nuevo plan de Sanidad, sin concretar.

En el terreno económico, reiteró sus advertencias a las empresas que tengan deslocalizada su producción, amenazándolas con fuertes aranceles. Prometió que va a ser el mayor generador de empleo que «Dios ha creado jamás». Y sobre México, tras decir que lleva años aprovechándose de EEUU, aseguró que va a levantar un muro fronterizo. Ufano, concluyó que lo pagarán los mexicanos. La sensación que dejan tantas bravatas es que la incertidumbre que despierta Trump es aún más peligrosa de lo que creíamos.