EL CONFIDENCIAL 08/11/16
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· Las compañías más internacionalizadas y con fuertes intereses en Estados Unidos viven con gran inquietud la posibilidad de que hoy los norteamericanos elijan presidente a Donald Trump
España lleva mucho tiempo sin política exterior y sin presencia política en los grandes organismos internacionales. Los 10 meses de provisionalidad gubernamental han agudizado esta carencia, corregida y aumentada por la paralización de los viajes del Rey, que se reinician esta semana con su desplazamiento a Arabia Saudí. Mientras tanto, la presencia internacional de España se ha sostenido —se sigue sosteniendo— en las grandes compañías que en los momentos más duros diversificaron sus mercados, tanto en Latinoamérica como en Europa y Estados Unidos. Lo han hecho, además, con un Gobierno en la X Legislatura que resultó, si no hostil, sí distanciado y receloso del Ibex 35 y abiertamente renuente al Consejo Empresarial de la Competitividad, que dejará de funcionar cuando su actual presidente —César Alierta— resigne su presidencia.
El ‘nuevo’ equipo económico de Rajoy —Guindos, Montoro, Nadal— nada alberga de ese espíritu liberal de los gobiernos ‘business friendly’. El ministro de Hacienda es considerado un “socialdemócrata reactivo”; Guindos —tras su discutible gestión en el asunto Bankia y la reforma de la cajas— se muestra “elusivo y ambiguo”, y Nadal —antes al frente de la Oficina Económica de Moncloa y ahora ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital— es un “político lleno de prejuicios hacia las grandes empresas”. Antonio Garamendi, vicepresidente de la CEOE, salió ayer al paso sobre el “mal ambiente” entre empresas y el Gobierno, y lo atribuyó a “fuegos artificiales” de los medios. Engaña o se engaña.
Con un Gobierno huraño en España, las compañías más internacionalizadas y con fuertes intereses en Estados Unidos viven con gran inquietud la posibilidad de que hoy los norteamericanos elijan presidente de EEUU a Donald Trump, un tipo que milita en el proteccionismo, en el aislacionismo y el antieuropeísmo. Es decir, un político al que los mercados detestan y que ya ha deprimido las bolsas occidentales e introducido graves inseguridades en empresas que han comenzado a elaborar planes de contingencia. Para las compañías españolas con más de 40.000 millones de euros de exposición en USA (sector farmacéutico, energético, financiero, construcción y gestión de infraestructuras), un ‘trumpismo’ triunfante resultaría una verdadera tragedia. Más aún por el hecho de que su españolidad está vinculada a los millones de hispanos que mayoritariamente votarán contra el candidato republicano.
La difícil tesitura de las empresas del Ibex 35 —sometidas a teorías irresponsablemente conspirativas sobre sus preferencias políticas— se ha acreditado ya en sus últimos resultados, comunicados después del Brexit. Como ha recordado el Circulo Cívico de Opinión (junio de 2016), el Reino Unido es el primer socio de la economía española en cinco ámbitos: el turístico; en la exportación de servicios no turísticos; en la inversión indirecta de España en el exterior; en la exposición de nuestros grandes bancos (31,7% del total), y en el comercio de mercancías. La caída de la libra, por una parte, y la inseguridad jurídica de la situación británica, por otra, repercuten seriamente sobre empresas españolas de primerísimo nivel. La señora May podría llegar a entenderse con Trump, lo que causa escalofríos.
Donald Trump ha celebrado el Brexit y se ha manifestado en términos elogiosos hacia Vladimir Putin. Es apoyado, y apoya, al húngaro Viktor Orbán, a la francesa Marine Le Pen y a todos los populismos de extrema derecha europea, y atenta verbalmente —de momento— contra los valores superiores de nuestra convivencia: es misógino, xenófobo y racista. Es, como destacaba en una visual portada la revista ‘Letras Libres’ (octubre de 2016), el “fascista americano”. Su triunfo hoy en Estados Unidos resultaría la consagración política de una nueva era populista que haría saltar por los aires la libertad de comercio (adiós al TTIP entre USA y la UE) e impondría un paradigma social, político y económico que, además de dañar a Occidente entero, repercutiría negativamente en las empresas españolas en los distintos mercados internacionales. En estas circunstancias, la recíproca frialdad entre el Gobierno y las grandes empresas es un condicionante negativo que no nos deberíamos permitir y que, además, resulta inexplicable cuando el Ejecutivo se sustenta en un partido formalmente liberal-conservador.
El de hoy es el día D en muchos sentidos, siendo uno de ellos el empresarial y económico. A los que suponen que los mercados bursátiles descontaron ayer el triunfo de Clinton, habrá que recordarles que algo muy parecido sucedió cuando los británicos iban a votar sí a la UE, o los colombianos a la paz de Santos con las FARC. Ahora manda la imprevisibilidad de los electorados. Y nada hay más adverso a la buena marcha de las empresas que la incertidumbre. Y de sus buenos resultados —o no— también depende, y mucho, que las expectativas del Gobierno se cumplan.