Francisco Aldecoa-El Correo

Presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo

  • Llama la atención cómo la primera consecuencia de la política agresiva del presidente de EE UU ha tenido efectos demoledores para él mismo

Después de las decisiones llamativas de los primeros cien días de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, incluidas las del 2 de abril, el llamado Día de la Liberación, nos hemos preguntado si esto iba a ser algo puntual, que todavía podía enmendarse, o si iba a continuar así. De momento, se sigue aceptando que no está cambiando, sino que está profundizando en sus decisiones intempestivas, que llevan a incumplir sus compromisos internacionales. Esto hace que los Estados Unidos se mantengan cada día más aislados y permitan a los demás actores internacionales unirse, especialmente bajo el liderazgo de la Unión Europea. Por ejemplo, cada vez se acerca más al Reino Unido.

A los casi siete meses desde la victoria de Trump en las elecciones y a los más de cuatro como presidente, siguen sorprendiendo las decisiones políticas que adopta, incluso a veces contradictorias que, en la mayoría de los casos, perjudican a la política norteamericana. En la última semana, el jueves 22 de mayo, anunció que era muy difícil conseguir una negociación con la Unión Europea en materia de aranceles, que dijo que se creó «para aprovecharse de los Estados Unidos» y, por lo tanto, amenazó expresamente con aplicarlos a partir del 1 de junio, con un arancel global del 50% a todos los productos europeos.

Como es sabido, esta cifra es mucho mayor de lo que había propuesto el 2 de abril, en el llamado Día de la Liberación, cuando anunció su plan arancelario. El día 9 de abril retrasó su aplicación durante tres meses para intentar lograr un acuerdo. Frente a este nuevo cambio de planes, el domingo 25 de mayo, una inopinada llamada de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, al presidente Trump, que según él fue muy positiva, consiguió que se mantuviese la prórroga hasta el 9 de julio, con objeto de conseguir una negociación completa sobre un acuerdo comercial.

Lo primero que hay que subrayar de esta errática política es que el principal perjudicado de la misma es Estados Unidos, ya que, durante estas semanas, ha aumentado el déficit comercial con la Unión Europea, cuando el objetivo de Trump era reducirlo. Se ha complicado también el crecimiento económico estadounidense, de forma llamativa, y ha incrementado la inflación considerablemente. Mientras, en Europa, después de la crisis mantenida como consecuencia de las decisiones del 2 de abril, se ha ido recuperando la economía y han subido las bolsas. En el caso de España, en apenas cinco meses, ha subido más de un 22%. Al mismo tiempo, se ha reducido, de forma considerable, la inflación y, por lo tanto, la reducción de los tipos de interés y la economía crece sustancialmente.

Ha llamado poderosamente la atención cómo la primera consecuencia de la política agresiva de Trump con sus vecinos ha tenido unos efectos demoledores para él mismo. Concretamente, me refiero al caso de Canadá. Cuando Trump gana las elecciones, en Canadá daban las encuestas una ventaja insuperable al Partido Conservador, una formación cercana a sus políticas. Cinco meses después, el pasado 28 de abril, el día de las elecciones, los resultados han sido completamente opuestos, ganando el Partido Liberal, precisamente al enfrentarse de forma clara a la política exterior de Trump y sus deseos de anexionar Canadá.

Al mismo tiempo, Canadá se está acercando, a pasos agigantados, al proyecto europeo. Especialmente, al incorporarse a la Coalición de Voluntarios para defender a Ucrania, en donde incluso están dispuestos a enviar soldados, una vez se produzca el alto al fuego. Por otro lado, están estableciendo negociaciones para un acuerdo comercial con la Unión Europea. Durante estos dos últimos meses, la Unión Europea está acelerando sus negociaciones de liberalización comercial con el resto de los países europeos, con la India, Sudáfrica y la Unión Africana, América Latina y otros actores.

Es también importante recordar que cada vez es más claro que la política europea se está convirtiendo en antagónica respecto a la política estadounidense, en muchos aspectos. No obstante, esto es especialmente visible en el ámbito comercial. Mientras Trump está amenazando y poniendo aranceles y restricciones al comercio a gran parte del mundo, sorprendentemente excepto a Rusia, Bielorrusia y Cuba, la Unión Europea está estableciendo de forma urgente acuerdos de liberalización comercial, es decir, lo opuesto.

El caso más llamativo es el acuerdo UE-Mercosur, que se rubricó en diciembre de 2024, después de más de doce años de negociaciones, erigiéndose como el acuerdo de liberalización comercial más importante del mundo. Queda pendiente la aprobación del Parlamento Europeo y el Consejo Europeo. Antes de Trump, se veía muy difícil conseguir su aprobación, porque había varios Estados miembros importantes, como Francia, Polonia, Italia o Austria, que estaban en contra.

Sin embargo, una vez más, como en el caso de Canadá, Trump está remando a favor para que se haga posible lo necesario, y en la actualidad se empiezan a ver grandes posibilidades de que, una vez acabe la Presidencia polaca del Consejo de la UE, el 30 de junio, que, como es sabido es uno de los países contrarios al acuerdo, se apruebe. La Comisión presentará la votación, tanto en el Parlamento Europeo, donde parece que se conseguirá con cierta facilidad, como en el Consejo Europeo, donde, incluso, se prevé que se separen los temas comerciales de los demás, con objeto de que se aprueben estos por mayoría cualificada, ya que es competencia exclusiva de la Unión. Otra vez, la política de Trump ayuda a la UE en su cohesión interna y parece que se va a conseguir la vigencia del acuerdo con Mercosur.