Editorial-El Correo

  • El retroceso económico de Estados Unidos tras los primeros cien días del magnate amenaza con agravar el descontento de sus propios votantes

El riesgo de recesión al que se precipita Estados Unidos por la disparatada política arancelaria de su presidente debería convertirse en la mayor señal de alarma para sus asesores en la Casa Blanca. Que la principal potencia mundial registre un considerable retroceso económico tras los primeros cien días de mandato sería una prueba más que suficiente para intentar corregir la situación. Pero no parece que tenga excesivas consecuencias, viendo la reacción de Donald Trump. El mismo día en el que se confirmó la caída del PIB en el primer trimestre -un 0,1%, cuando la economía en la etapa de Joe Biden cerró el año anterior claramente al alza-, Trump buscó el arrope de la militancia republicana en un mitin en Michigan.

Con los índices bursátiles de capa caída, contraídos por la guerra comercial, el magnate culpó a Biden, en una andanada que alcanzó al presidente de la Reserva Federal por no haber bajado los tipos de interés como hizo el Banco Central Europeo. Y con el aplauso de sus seguidores, se dejó querer en busca de un tercer mandato que desafía a la Constitución y a la propia democracia. Él les pidió «paciencia». Algún temor deben sentir Trump y su equipo para haberse llevado el reencuentro con sus votantes a las afueras de Detroit, donde operan Ford y General Motors, sector zarandeado por el intercambio de golpes arancelarios entre EE UU y el resto del mundo.

Las señales de decadencia de la economía amenazan con elevar el descontento entre los ciudadanos, incluidos sus propios electores. Trump ha pinchado donde más duele. Su popularidad cae. La confianza de los consumidores se desploma como en el peor momento de la pandemia. El malestar se agrava. No solo por las deportaciones masivas de inmigrantes que denuncian los demócratas, sino por los recortes salvajes de gasto público y funcionarios.

Aunque algo tarde para sus intereses, Trump exhibe como un logro económico el acuerdo con Ucrania para beneficiarse de sus ‘tierras raras’ y no depender de China en la producción tecnológica. Es un ajuste de cuentas al que Zelenski se ha doblegado por sus necesidades militares para poder plantar cara a Rusia. Está por ver cómo sienta a Putin un pacto que defiende una Ucrania «libre y soberana». Trump afrontó ayer otro episodio amargo: el primer cese. La salida de Mike Waltz como asesor de Seguridad Nacional por el ‘Signalgate’ revela el daño que la filtración del ataque de EE UU a Yemen hizo a su círculo de confianza.