Pero Trump no va a nombrar a gente de la calle para su Gobierno. Los candidatos a los diferentes puestos clave de su gabinete son una colección de financieros y petroleros que se verán beneficiados por las políticas del empresario, y ex políticos reconvertidos en lobbyistas. Ninguno de ellos es un primer espada. Aún así, su objetivo es dar un giro de 180 grados a la política exterior y económica de EEUU.
Esta es la quiniela de los altos cargos de Trump:
SECRETARIO DE ESTADO.
Hay dos candidatos principales: New Gingrich y Bob Corker. Gingrich es un viejo conocido de Washington, que fue presidente de la Cámara de Representantes de 1994 a 1998, antes de pasar al mundo de la consultoría a empresas de sectores regulados por el Estado, como las aseguradoras médicas y los gigantes especializados en compra de hipotecas Fannie Mae y Freddie Mac, nacionalizados por George W. Bush en el año 2008.
Corker es el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado: un duro en política exterior que ha sido acusado de usar información privilegiada en la Bolsa. El senador ha llevado a cabo cientos de operaciones a corto plazo en el mercado, comprando millones de dólares de acciones de una empresa y vendiendo pocos días después. Y, casi siempre, ganando. Cómo fue capaz Corker, por ejemplo, de hacer entre 2010 y 2012 un total de 12 operaciones con la promotora inmobiliaria de Tennessee CBL y ganar en nueve de ellas es un misterio que a todo inversor le gustaría saber.
El tercero en discordia es John Bolton, ex embajador de Estados Unidos ante Naciones Unidas y firme defensor del cambio de régimen en Irán.
SECRETARIO DEL TESORO.
Nada mejor para un populista de derechas que quiere acabar con la corrupción que poner en el Tesoro a un ex banquero de Goldman Sachs, el banco al que muchos de sus seguidores atribuyen propiedades diabólicas, y que, encima, ha trabajado con George Soros. Pero Trump es así. Steven Munchin ha sido el director financiero de la campaña de Trump, y parece tener casi todas las papeletas para ser secretario del Tesoro, un cargo al frente del cual se encargará de desmontar gran parte de las regulaciones de Wall Street impuestas tras la crisis de las hipotecas basura. Ayer también sonó Jamie Dimon, el presidente y consejero delegado del mayor banco de EEUU, JP Morgan, pero esa opción parece muy improbable. Dimon ya estuvo en las quinielas del Tesoro en el primer Gobierno de Obama.
SECRETARIO DE DEFENSA.
Un candidato es el senador Jeff Sessions, de Alabama, uno de los primeros que apoyaron a Trump, cuando el Partido Republicano le trataba como a un ser exótico sin ninguna posibilidad. Según la clasificación que elabora la respetada revista National Journal, Sessions es el quinto senador más conservador de los 100 que forman esa Cámara.
Otro posible candidato es el teniente general Mike Flynn, ex director de la Agencia Nacional de Inteligencia , que es la principal organización de espionaje militar. Según el diario Politico, Flynn podría quedarse con el cargo de consejero de Seguridad Nacional.
SECRETARIO DE ENERGÍA.
Harold Hamm, o sea, el rey del fracking. Hamm tiene una fortuna estimada en 13.800 millones de dólares (12.500 millones de euros) gracias a su empresa Continental Resources, que explota petróleo sobre todo en Dakota del Norte por medio del controvertido método de la fracturación hidráulica. Hamm tendrá mucho que ganar con la eliminación de las restricciones a la explotación de petróleo y gas natural que Donald Trump va a poner en marcha.
SECRETARIO DE COMERCIO.
En este caso, del acero, que es, precisamente, uno de los sectores en los que Donald Trump quiere imponer aranceles para frenar las importaciones chinas. Y ahí es donde aparece Dan DiMicco, el ex consejero delegado de Nucor, la mayor siderúrgica estadounidense y un crítico durísimo del presunto dumping (venta a un precio inferior al que cuesta producir) de China. DiMicco es una de las personas que más han hecho por convencer –con éxito– a Trump de que el libre comercio debe ser regulado.
Su principal rival por el cargo es Wilbur Ross, un financiero al que se le estima una fortuna de 2.900 millones de dólares (2.600 millones de euros), y que hizo parte de su fortuna en otra empresa que a muchos votantes de Trump le parece un monstruo que controla el mundo: Banca Rothschild. Según la BBC, su especialidad es comprar empresas en quiebra y liquidarlas. También está el ex congresista Duncan Hunter, otro defensor de la imposición de sanciones a China.
FISCAL GENERAL.
Es un cargo que podría irle como anillo al dedo al ex alcalde de Nueva York entre 1991 y 1994, Rudi Giuliani, que también es el principal socio de Giuliani Partners, una empresa que, entre otras cosas, se ha encargado de parte de las medidas de seguridad de los Juegos de Río y de asesorar al Gobierno mexicano en temas de orden público y lucha contra el narcotráfico.
El gobernador de New Jersey, Chris Christie, es su principal rival por el cargo. Claro que primero Christie tendrá que aguantar sin dimitir por el escándalo del puentegate (Bridgegate): una vendetta política en 2013, cuando el equipo de Christie cerró el puente que conecta Nueva Jersey con Manhattan y provocó un atasco de dimensiones siderales sólo por vengarse del alcalde del pueblo de Fort Lee por no apoyarle en campaña.
SECRETARIO DE EDUCACIÓN.
El neurocirujano que apoyó a Trump tras fracasar en su carrera a la candidatura republicana podría ser secretario de Educación. Ben Carson, quien aseguró que «las pirámides las construyó José [hijo de Jacob] para almacenar cereal», ha sido denunciado porque reconoció en la televisión que apoyó al magnate a cambio de un cargo (algo ilegal).
SECRETARIO DEL INTERIOR.
Seguimos con petróleo, algo importa nte en un departamento que, entre otras cosas, regula la extracción de crudo. Aquí suena Forrest Lucas, que empezó trabajando como camionero a los 21 años y ahora es el dueño de la petrolera Lucas Oil, además del fundador de una organización que lucha contra los derechos de los animales, o, como él lo llama «el animalismo extremo». También suena el financiero Robert Grady. Aunque la mayor sorpresa sería Sarah Palin, la ex gobernadora de Alaska, cuya visión en materia energética queda resumida en el canto de sus seguidores: «¡Perfora, guapa, perfora!».