Ignacio Camacho-ABC
- Sánchez ha descubierto en el rechazo a Trump un artefacto político más eficaz que el del antifranquismo retroactivo
A Pedro Sánchez, tan aficionado a dividir a la sociedad en bandos, se le ha presentado una oportunidad de aglutinar a la mayoría de los españoles en un consenso comunitario, aunque la naturaleza del personaje induce a pensar que resulte falso. Su pronunciamiento a favor de Ucrania puede ser, y lo es en gran medida, un enunciado táctico pero coincide con el sentir de un amplio conjunto de ciudadanos, entre ellos también buena parte de sus adversarios. Sólo el independentismo xenófobo –pleonasmo– y los extremistas de izquierda y derecha simpatizan con Putin sin atreverse apenas a manifestarlo, conscientes de que se trata de una inclinación de fuerte rechazo en una sociedad claramente solidaria con el país atacado. El presidente, acostumbrado a enfocar cualquier asunto bajo el prisma de su conveniencia, ha visto en la pinza ruso-estadounidense una coyuntura propicia para rehabilitar su maltrecho liderazgo y enderezar siquiera un poco unas expectativas en pronunciada cuesta abajo. La execrable escena de humillación a Zelenski en la Casa Blanca ha provocado en la opinión pública una corriente de repulsa general hacia esa cruel, antipática exhibición de supremacismo y arrogancia. Y el jefe del Gobierno no está dispuesto a desperdiciar la ocasión pintiparada de usar en provecho propio el desagrado ante la indecencia moral de un Trump capaz de ensañarse con su visitante en flagrante falta de respeto a las más elementales convenciones diplomáticas.
Sólo que en lugar de actuar como un gobernante democrático consciente de sus responsabilidades, acordando con la oposición una postura común, Sánchez lo hace en clave de cálculos electorales. Su estrategia pasa por identificar al Partido Popular con la inequívoca afinidad trumpista de Vox para envolver a ambos con el mismo cordón aislante en busca de una correlación de fuerzas favorable. A esos efectos parte de la apreciación, cierta, de que sin el apoyo de la ultraderecha Feijóo carece de posibilidades reales de desbancarlo, y piensa explotar esa extendida percepción para repetir la jugada que en 2023 le permitió aferrarse al cargo: un frente ‘de progreso’ aglutinado por la resistencia a los planes geopolíticos del mandatario americano, cuya figura autoritaria le va a servir de nuevo espantajo sustitutivo de Franco tras el fracaso de su resurrección artificial por la vertiginosa sucesión de inesperados acontecimientos de alcance planetario. Y al igual que respecto a la memoria del dictador, cuenta con Vox como colaborador imprescindible, coartada oportuna y oportunista para agitar el peligro de retroceso democrático. La maniobra consiste en volver a neutralizar al PP atrapándolo entre dos flancos, el eterno punto débil del moderantismo en esta política de ‘hechos alternativos’ y posverdades de propaganda impuesta a brochazos… según el más depurado, exacto, cínico y triunfal método trumpiano.