Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli

  • La UE ha elegido la vía más cómoda y cortoplacista de constituirse de manera explícita en colonia de los Estados Unidos

Las imágenes de la reunión de la presidenta de la Comisión Europea con el presidente de los Estados Unidos en un club de golf en Escocia del que el inquilino de la Casa Blanca es propietario hablan por sí solas y muestran cual ha sido el nivel de poder respectivo en el acuerdo comercial pactado. La diminuta figura de una Úrsula esbozando una sonrisa de pajarillo asustado frente al gigantón de cabellera anaranjada y corbata kilométrica que curva sus labios en una mueca cruel y dominadora han reflejado claramente la rendición de la UE ante Donald Trump. El mero hecho de convocar a la jefa del Ejecutivo comunitario a una instalación privada integrada en su grupo empresarial y la aceptación pusilánime de su interlocutora de tal escenario elegido a mayor gloria y pompa del anfitrión representa una muestra de vasallaje dolorosamente elocuente. No en vano Viktor Orban, con su finura habitual, ha descrito el encuentro diciendo que Trump se ha comido a la exministra alemana como desayuno.

Es en estas ocasiones decisivas cuando los ciudadanos europeos perciben consternados cómo la debilidad estructural de su arquitectura institucional y las enormes dificultades de los Veintisiete para adoptar una posición común en su relación con terceros debilitan al bloque y lo dejan a merced de potencias acosadoras sin remilgos. La técnica negociadora de Trump es bien conocida y la ha aplicado toda su vida, en los negocios, en las cuestiones personales y en los últimos años también en la política. Plantea de entrada un órdago, aparentemente disparatado y con desprecio de cualquier regla, y cuando su oponente entra en pánico le ofrece una salida que, comparada con la amenaza inicial, resulta suave, aunque, por supuesto, mejora sensiblemente la posición anterior del magnate neoyorquino. Así lo ha hecho en sus tratos con Bruselas para conseguir una entente comercial que ha impuesto condiciones leoninas a cambio de rebajar su intención de establecer un arancel general del 30% a las importaciones de productos europeos a la mitad, un 15%. Los Estados Miembros se han plegado a este atropello y han aceptado en paralelo una cifra gigantesca de 750.000 millones de euros destinada a adquirir energía estadounidense durante los próximos tres años y otra, igualmente desmesurada, de 600.000 millones, para comprar bienes y servicios norteamericanos, particularmente en el sector de la defensa. Cabe recordar que, hasta ahora, el arancel medio a las importaciones procedentes de la UE era del 1.6%, con lo que el gravamen acordado lo ha multiplicado por diez. En contraste, el arancel a las importaciones hacia el Viejo Continente con origen en Estados Unidos se mantiene en prácticamente cero.

La Comisión Europea podría haber recurrido a una estrategia dura de represalias y, de hecho, estaba preparado un paquete de medidas de casi cien mil millones de euros en diversos frentes como la revocación de derechos de propiedad intelectual, impuestos a las grandes tecnológicas USA y aranceles onerosos a sus exportaciones a Europa

A esta situación, notoriamente desfavorable a los intereses comunitarios, se ha añadido la hipocresía de los gobiernos francés y alemán haciendo ascos a la solución elaborada por la Comisión, cuando han sido ellos los que han obligado a von der Leyen a ponerse genuflexa a los pies de Trump. Es obvio, y así lo han señalado numerosos analistas y altos funcionarios de la UE que han participado en el plano técnico en las conversaciones, que la Comisión Europea podría haber recurrido a una estrategia dura de represalias y, de hecho, estaba preparado un paquete de medidas de casi cien mil millones de euros en diversos frentes como la revocación de derechos de propiedad intelectual, impuestos a las grandes tecnológicas USA y aranceles onerosos a sus exportaciones a Europa. Asimismo, cabía cerrar una alianza con Japón y Canadá, miembros ambos del G-7, para articular una resistencia conjunta a Washington. La UE dispone de armas muy poderosas, un comercio bilateral con EEUU de un billón de dólares anuales y un déficit comercial en el sector servicios que compensa parcialmente el superávit en mercancías. Nada de esto se ha considerado y la Comisión, bajo instrucciones de los miembros del Consejo Europeo, ha tragado con las exigencias trumpianas. Es evidente que la necesidad de la protección militar de las fuerzas armadas más potentes del planeta en una época de turbulencias geopolíticas imprevisibles combinada con el pavor del tejido empresarial europeo a perder el mercado del otro lado del Atlántico, ha pesado decisivamente en el ánimo de las capitales europeas.

Libertad y seguridad

En lugar de avanzar por la senda de la tan cacareada autonomía estratégica, asumiendo el esfuerzo financiero y los riesgos políticos correspondientes, la Unión ha elegido la vía más cómoda y cortoplacista de constituirse de manera explícita en colonia de los Estados Unidos. Fragilizada por su elefantiásico sistema de bienestar social, su fragmentación militar, sus veleidades woke y sus discrepancias internas en política exterior, nuestra Unión de Estados y ciudadanos no ha querido tener presente la advertencia de uno de los más eximios padres de la nación americana y de la democracia moderna, Benjamín Franklin, cuando sentenció que, si sacrificas la libertad para tener seguridad, no mereces ni la una ni la otra y acabas quedándote sin las dos.