Juanjo Sánchez Arreseigor-El Correo

  • La bronca televisada con Zelenski liquida cualquier autoengaño. Da igual que vaya en serio, terminará provocando un gran incendio

Todavía no hay fecha de estreno, pero el argumento parece sumamente dramático: el villano es un señor oscuro algo histriónico, emperador malvado, mentiroso y corrupto, con un peligroso toque de locura, que planea echar de sus casas a millones de personas para lucrarse con un ‘pelotazo’ inmobiliario, edificando en primera línea de playa. Es un plan maestro un poco rastrero, así que sospecho que Sauron, Palpatine, Magneto, Thanos o el general Zod dirían que ellos tienen mucha más clase y son menos aficionados al dinero, pero es un toque de realismo sucio que le da un aire muy moderno al argumento.

Por desgracia, lo que se va filtrando de esta nueva superproducción indica un barullo narrativo colosal, con el histriónico señor oscuro lanzando amenazas, ultimátums y coacciones contra sus vecinos y teóricos aliados, mientras que la trama principal, el enfrentamiento contra China, apenas se menciona de pasada. Peor todavía: una de las múltiples subtramas incluye a un lugarteniente principal del señor oscuro, industrial megalómano que es además fabricante de cohetes espaciales, pero que en realidad pretende provocar el caos y la destrucción porque es nazi en secreto. Los críticos la acusan de ser un plagio bastante descarado de ‘Moonraker’, de Ian Fleming, tercera novela de James Bond, que en abril cumplirá 70 años desde su primera edición.

Bajo todo el barullo narrativo con reescrituras de guion prácticamente diarias -lo que rara vez es señal de éxito para ninguna producción-, la trama que parece emerger como principal es la campaña del señor oscuro contra su propia Administración civil, con despidos masivos y arbitrarios para sembrar el terror y asegurarse una sumisión perruna de los funcionarios a la voluntad del villano, ansioso de eternizarse en el poder.

Por favor, no me digan que los planes de Trump para Gaza, Panamá, Groenlandia, Canadá o Ucrania no son una película, porque entonces deberíamos preguntarnos qué va a anunciar Trump en su próxima rueda de prensa: ¿Imponerle aranceles del 60% a Wakanda si no les venden todo el vibranium? ¿Borrar a Hydra y a Spectra de la lista de organizaciones terroristas porque «hay gente buena en ambos lados», como Trump dijo una vez? Porque este es el nivel de irrealidad y delirio en el que se mueve la geopolítica mundial desde que él volvió al poder.

Trump proclama que hará grande de nuevo a Estados Unidos (Make America Great Again; MAGA). Ahora bien, en los manuales de escritura de ficción se insiste mucho en que el villano ha de tener una motivación creíble y coherente. Es necesario evitar el típico error de escritor novato o mediocre cuyo villano pretende ‘¡dominar el mundo!’ o ‘¡destruir la civilización occidental!’ porque eso no son objetivos; son fantasías, igual que MAGA. Trump lanza tantísimas mentiras a diario que muchas veces nos olvidamos de que casi todo lo que dice no son más que embustes. Estados Unidos no necesitaba volver a ser grande porque nunca había dejado de serlo. Y si muchos ciudadanos viven peor que antes, es por el sistema interno de reparto del poder y la riqueza, que Trump y sus compinches ultramegarricos no solo no piensan arreglar, sino que pretenden exacerbar porque a ellos les beneficia.

Al principio no cundió el pánico a escala planetaria porque la opinión pública, medios de comunicación, empresarios, académicos, cancillerías mundiales e incluso los servicios secretos se aferraron a la ilusión racionalista: Trump tendría algún tipo de plan, de manera que sus ocurrencias y salidas de tono serían mero teatro para asustar a sus interlocutores y arrancarles concesiones. Pero la bronca televisada con Zelenski liquidó tales autoengaños. Por un ataque de soberbia, Trump tiró a la basura el acuerdo minero con Ucrania, por valor de cientos de millones de dólares, y luego se mostró satisfecho diciendo que tan lamentable escena había quedado genial en televisión.

Esa es su mentalidad: quiere ‘ganar’, pero busca más el impacto mediático que el resultado concreto, como ya se vio con Corea del Norte. De ahí que salte de un objetivo a otro, que hostilice a sus propios aliados mucho más que al teórico enemigo principal, o que valore mucho más el impacto mediático de una bronca televisiva, la bravuconada de exhibirse como el macho alfa, que los multimillonarios beneficios del acuerdo minero con Ucrania y los intereses geopolíticos de su país, que él parece incapaz de percibir o sencillamente no le importan.

El verdadero problema es que si tenemos un loco que agita una antorcha y amenaza con prenderle fuego a todo, al final va a dar igual que vaya en serio o que todo sea una comedia, porque terminará provocando un gran incendio.