Editorial-El Correo
- Se apoya en Elon Musk para desestabilizar a las potencias europeas, que necesitan liderazgos fuertes para frenar la complicidad con el populismo
Donald Trump ha convulsionado la escena internacional al convertir su lema ‘Make America Great Again’ en toda una inquietante declaración de intenciones fuera de sus fronteras. En su reválida como presidente, pocos podían imaginar que la búsqueda de ese ‘Estados Unidos más grande’ iba a derivar en un afán expansionista que mira de una tacada a Canadá, Groenlandia, Panamá y México, donde la advertencia cobra mayor presión por la crisis migratoria. Está por ver si sus ansias imperialistas, trufadas por la amenaza del uso de la fuerza cuando habla de recuperar el control del Canal o las riquezas del Ártico, constituyen un órdago real, lo que podría originar una crisis de colosales proporciones, o responden a una calculada provocación para negociar con esos países desde una mayor fortaleza. Por más que el magnate sea dado al estrambote, sus aspiraciones desatan el desorden mundial, en una maniobra que ha saltado a Europa con Elon Musk, su mano derecha en la Casa Blanca.
Vuelve aparentemente reforzado porque esta vez lo hace con el respaldo del hombre más rico, y quizás influyente, del planeta. Aunque sea una asociación que podría acabar implosionando por la beligerante personalidad de ambos y la volatilidad de algunas de sus estrategias -Trump se deshizo en cadena de estrechos asesores en su primer mandato, mientras que Musk apoyó a Obama en su estreno presidencial-, el tándem que dirigirá Estados Unidos ha puesto en práctica su capacidad de influencia en Europa, hasta ahora territorio aliado. El presidente electo, el primero que asumirá el cargo convertido en delincuente por el ‘caso Stormy Daniels’, se ha servido del empresario tecnológico para desestabilizar especialmente al Reino Unido, Francia y Alemania. Frente a la cautela expresada por la Comisión europea, que ha evitado el choque directo, los mandatarios de esos tres países censuran sin ambages sus injerencias políticas.
El problema es que Macron y Scholz están casi de salida, debilitados por el auge de los extremismos que el dueño de X se ocupa de alentar. Es preocupante que haya utilizado una entrevista en su red social a la ultraderecha alemana para lavar la cara a unas siglas señaladas por xenófobas y antieuropeístas. En este momento de crisis, Europa necesita liderazgos sólidos alejados de la demagogia para neutralizar la complicidad con el populismo que abandera Trump. Pero Meloni ya le ha puesto la pista de despegue en Italia con su acuerdo con los satélites de seguridad de Musk.