IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • El propósito de controlarlo todo une a los populistas, progresistas o conservadores

Lo he notado en algunos amigos. Han vivido las elecciones americanas como si fueran las nuestras. Yo creo que en esa fantasía no verbalizada ni del todo consciente hay algo más que empatía española con el pueblo estadounidense e interés nacional por la geopolítica internacional. La posibilidad que se abrió, y que hoy es ya un hecho, de un relevo demócrata en la cúpula del Imperio ha creado en sus cabezas la ficción subliminal de que no era a Donald Trump a quien iba a desalojar Joe Biden de la Casa Blanca sino a Pedro Sánchez de la Moncloa. Esta traslación simbólica, esta trasposición mental, esta sustitución virtual es más que comprensible. Procede, sin duda, de la sensación supersticiosa y generalizada que, en los últimos tiempos, ha venido embargando a ambos pueblos, al español y al americano, de haber caído en manos de unos presidentes igualmente calamitosos y dispuestos a perpetuarse en el poder, aunque de opuesto signo político.

Sí. La transversalidad ideológica es precisamente lo más interesante de este misterioso seguimiento español de las elecciones americanas y del extendido afán de ver caer a Trump, que, como digo, es una proyección subliminal de la frustración de no haber visto caer todavía a Sánchez; una fantasía libidinal y compensatoria de ese deseo impotente e incumplido. Interesante porque quiebra el tradicional esquema político de izquierda y derecha. En esa saludable ruptura, uno no advierte la confusión del ignorante sino la clarividencia de quien ha comprendido, o al menos intuido, la catastrófica esencia del populismo. Se llamen progresistas o conservadores, los líderes populistas coinciden de una manera fundamental y reconocible en el declarado propósito de romper las costuras de la legalidad democrática y de controlarlo todo, especialmente los medios de comunicación. Resulta más que difícil distinguir al Trump sanchista del Sánchez trumpista en las frases de grosero tufo autoritario contra los «bulos de la prensa», y en defensa de una censura que «nos proteja de ellos», que han pronunciado durante el presente año uno y otro. La lista de coincidencias entre ambos es llamativa: desde la transformación del adversario en enemigo hasta la busca de los peores aliados en el escenario internacional.

Por todo ello, creo que hay que dar la bienvenida a esta identificación transatlántica y transcontinental que es también transideológica; a este inusitado interés, a esta repentina pasión española por las elecciones estadounidenses. Aunque haya generado algún que otro ‘lapsus linguae’ y haya a quien se le escapara hablar de Trúmpez o de los recuentos de votos en la comunidad autónoma de Kentucky. O del lehendakari de Wisconsin.