EDITORIAL EL MUNDO – 29/06/15
· La tragedia se consumó el domingo de madrugada cuando el Parlamento griego aprobó por 178 votos a favor, 120 en contra y dos abstenciones la convocatoria de una consulta popular el próximo 5 de julio para decidir si los ciudadanos aceptan la última propuesta de la Unión Europea. Horas antes, el Gobierno de Atenas y el Eurogrupo habían roto las negociaciones tras cruzar ambas partes duras acusaciones.
Tsipras calificó de «humillantes» los ajustes que exigía el Eurogrupo en su último documento y optó por convocar al Parlamento heleno para llevar a cabo ese referéndum, en el que Syriza va a proponer el rechazo de las condiciones de Bruselas, para lo que cuenta con el apoyo de Amanecer Dorado, el partido de extrema derecha. Antonis Samaras, el líder de Nueva Democracia y ex primer ministro, calificó la iniciativa de Tsipras de «golpe de Estado» sin descartar la presentación de una moción de censura en los próximos días. Los socialistas también votaron en contra por entender que Grecia debe seguir en la moneda única.
La mera convocatoria de la consulta ya es un bofetón a Europa, salga lo que salga, porque supone una decisión unilateral del Gobierno griego que ha roto las negociaciones tras el acercamiento que se había producido hace una semana. Pero, sobre todo, aboca a Grecia a salir del euro si el resultado es el rechazo del plan europeo, avalado por el FMI y el BCE. Tsipras ha lanzado un órdago a las instituciones europeas en vísperas de la finalización del programa de rescate que concluye el martes, fecha en la que vence un crédito del FMI que supone el pago de 1.550 millones de euros. Yanis Varufakis pidió una prórroga para dar tiempo a que se celebrara el referéndum, pero los titulares de Economía y Finanzas de la zona euro rechazaron esa posibilidad, según confirmó Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo.
Si no hay un cambio de actitud y no se negocia en las últimas horas, Grecia tendrá serias dificultades no ya sólo para devolver esos 1.550 millones al FMI y otros 3.500 al BCE que vencen el 20 de julio, sino además para evitar el colapso de su sistema bancario, que sufre desde hace meses una hemorragia de depósitos. Por añadidura, Grecia tiene que pagar más de 10.000 millones de euros a sus acreedores hasta finales de septiembre, una pequeña parte de una deuda que asciende a más de 240.000 millones de euros.
A primera hora de la tarde de ayer el BCE emitió un comunicado en el que aseguraba que no aumentará la liquidez a los bancos griegos como ha venido haciendo hasta ahora, pero que la mantendrá al menos hasta mañana, martes, coincidiendo con el vencimiento de la deuda. Una medida que se mostró insuficiente poco después de su anuncio para evitar el cierre de las entidades financieras griegas a partir de hoy por un tiempo indefinido, la instauración de un control de capitales y la suspensión de la cotización bursátil confirmadas por el propio Tsipras en una comparecencia televisiva tras un Consejo de Ministros convocado de urgencia ayer por la tarde, en la que apeló al orgullo nacional para superar la situación. El temor a una retirada masiva de depósitos ha obligado a las autoridades del país a decretar este corralito de consecuencias imprevisibles para las empresas, los inversores y los ciudadanos griegos, que anoche se agolpaban ante los cajeros para intentar salvar parte de su dinero.
Tras la ruptura en el Eurogrupo y a lo largo de este fin de semana, los ministros de Economía de la Eurozona han estado diseñando una serie de medidas para evitar las consecuencias de una salida de Grecia del euro, que sin duda tendrá un efecto muy negativo en los mercados. Pero quien realmente va a salir perdiendo es Grecia, que tendría que suspender pagos y volver al dracma. Si los griegos han sufrido un durísimo ajuste desde que estalló la crisis en 2008, la salida de la moneda única sería una auténtica debacle para el país, que se vería obligado a una devaluación del tipo de cambio del dracma que produciría una elevada inflación y la huida masiva de los capitales que aún permanecen en el país.
Por ello, hay que repudiar la actitud de Tsipras, convertido en un aprendiz de brujo que puede causar un daño irreparable a Grecia al empeñarse en unas políticas que son absolutamente inviables, porque el país necesita el apoyo financiero y el anclaje político de la Unión Europea.
Pero lo peor que ha hecho Tsipras es traspasar su propia responsabilidad como gobernante a los ciudadanos griegos, que no están en las mejores condiciones para tomar una decisión en una coyuntura tan dramática y en la que hay tantos factores emocionales en juego. Se elige a los dirigentes para que resuelvan los problemas y no para que los agraven, como ha hecho el líder de Syriza.
En cualquier caso, la Grexit o salida del euro de los griegos que algunos banalizan sería un signo muy negativo para la estabilidad de la moneda europea y no beneficiaría para nada a países como España, que en el futuro podrían sufrir ataques especulativos si la situación económica se deteriorase. Por esta razón, Mariano Rajoy reaccionó ayer urgentemente convocando para esta misma mañana a la Comisión Delegada de Asuntos Económicos para analizar la nueva situación.
Pero lo peor de todo es el grave daño que sufriría la credibilidad del proyecto político europeo, que quedaría muy tocada si los ciudadanos griegos rechazan en las urnas el plan propuesto por sus socios. Esto equivaldría a volver la espalda a una unión que tanto ha costado construir y crearía un peligroso precedente. Grecia es, además, la cuna de la cultura europea, lo que confiere un extraordinario simbolismo a su ruptura con esos vínculos históricos y afectivos.
Todavía hay un pequeño margen para volver a la negociación y buscar una solución a este embrollo, pero ello pasa porque Tsipras tome conciencia del abismo al que se enfrenta, lo cual no parece nada probable.
EDITORIAL EL MUNDO – 29/06/15