Miquel Giménez-Vozpópuli
Querían liarla y lo consiguieron, quizás no tanto como les hubiera gustado. Pero demostraron que en Cataluña existe una tremenda anomalía
De entrada, nadie sabe quienes son ni quienes los dirigen. Se hacen llamar Tsunami Democràtic, pero de esto último no tienen absolutamente nada. Invadir un aeropuerto como hicieron el pasado octubre, perjudicando a miles y miles de personas ajenas a su locura, será muchas cosas pero democrático va a ser que no. El empecinamiento que mantiene el separatismo en presentarse como los campeones de la libertad se evapora ante el observador inteligente en cuanto se comprueba como, cuando no se salen con la suya, se ponen a incendiar contenedores, a bloquear carreteras y calles, a impedir a los estudiantes asistir a clase, a los trabajadores acudir al tajo, a los comerciantes a mantener las persianas abiertas, en fin, a que la gente pueda hacer lo que quiera sin coacciones de encapuchaditos de Sarriá o matones de taberna de comarcas.
Un hecho es evidente: el famoso Tsunami, los CDR, los Llíris de Foc, las CUP, Arrán y toda esa indigesta mezcla de siglas son los mismos lazis pero con distintos collares. Van de la mano en tratar de sabotear la vida normal, porque lo que desean es la anormalidad, lo excepcional, que las ciudades ardan en contenedores y que a la policía se les arroje un aluvión de piedras para gritar como energúmenos «eeeeehhhhhhh» si estos se atreven a tocarles un pelo. Lo de ayer en el partido entre el Barça y el Madrid fue escandaloso, indigno de cualquier capital europea con un mínimo de decencia y respeto a la gente. Que cinco mil –no fueron más, porque la gente estelada cada vez está más harta de los suyos– se permitan trolear a todo un Estado es de juzgado de guardia. Y digo que hasta los suyos están hartos porque viendo el Twiter del tal Tsunami, los separatas los ponían a parir. Los más cafeteros, porque lo de ayer les pareció una chiquillada al lado de lo que pasó en octubre; los más moderados, si es que en el separatismo podemos hablar de tal cosa, por organizar follones cuando no toca, según célebre expresión de Jordi Pujol. Y eso que echaron mierda a una compañera de La Sexta y acosaron a otra de TVE. Qué poco les gusta la libertad de expresión. Todo mi apoyo y solidaridad a las dos compañeras.
Aquí lo que hay es un residuo altamente tóxico, fascista y deseoso de imponer por la fuerza en las calles su ideología funesta»
Las calles adyacentes al Camp Nou asistieron de nuevo a la quema de contenedores, a cargas policiales, a peleas entre los Boixos Nois y los del Tsunami, en fin, a esa falsa normalidad que quieren vendernos como libertad para expresarse libremente, según decía Torra antes del partido. Menuda hipocresía, porque, miren, que haya gente que en un partido de fútbol saque pancartitas o coree no sé qué a mi me la trae al pairo. En otro lugar, se exigirían responsabilidades deportivas e incluso penales a quien se atreviese a esos desmanes, pero ya sabemos que en Cataluña hace mucho tiempo que no hay Estado y ahora, con Sánchez e Iceta cantando serenatas a los pies de la celda de Junqueras, todavía menos. Sabemos también que de Marlaska poco podemos esperar. Lo Mossos están dirigidos por quien lo están y bastante hicieron ayer cargando mientras escuchaban a los energúmenos gritarles lo de que no se merecían la señera que llevaban.
Todo eso para ¿qué? ¿Para demostrarle al mundo que aquí hay un pueblo d’empeus, que dicen ellos, alegre y combativo? No me joda, señora. Aquí lo que hay es un residuo altamente tóxico, fascista y deseoso de imponer por la fuerza en las calles su ideología funesta en la que unos, ellos, son buenos catalanes y el resto unos canallas botiflers a lo que hay que purgar. Hemos pasado de las urnas de los chinos al incendio urbano. De ahí que el eslogan sit and talk sea una de las mentiras más perversas de ese movimiento. De sentarse y hablar, nada. Ellos lo que quieren es que salgamos corriendo y que los únicos que puedan hablar sean ellos. Pero como nadie sabe qué hay tras esta gente, porque se conoce que a Marlaska nadie le dice lo más mínimo – hay que tenerlos cuadraos, señor ministro – así vamos.
Ni Tsunami ni democrático ni leches. Marejada fuerte totalitaria, eso sí. Y, mientras tanto, la nave del Estado va con rumbo de colisión hacia los arrecifes.