¿Tú a quién vas a votar?

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 03/09/15

Isabel San Sebastian
Isabel San Sebastian

· España se juega en los próximos meses su gobierno, su modelo de Estado, su integridad territorial y hasta su propia identidad.

Ha sido la pregunta del verano, al menos para quienes transitamos por esta jungla política cada día más inhóspita. Un «¿tú a quién vas a votar?» más angustiado que curioso, surgido del desconcierto, trufado de desamparo, lanzado en busca de complicidad o coartadas antes que de una respuesta convincente.

Nunca, desde la transición democrática, estuvo el electorado español tan huérfano de entusiasmo como en estas vísperas cruciales. España se juega en los próximos meses no sólo su gobierno y el rumbo que éste imprima a la gestión de la cosa pública, sino hasta su propia identidad nacional. Se juega su integridad territorial y su modelo de Estado, cuestionados con descaro creciente por movimientos (que no partidos) sin otra argamasa programática que el anhelo de reventar el sistema democrático que nos acoge, haciendo mangas y capirotes de las normas por las que se rige, o destruir esta Nación cinco veces centenaria. Y ante este desafío colosal, ante este punto de inflexión potencial en la trayectoria histórica ascendente que, con sus inevitables altibajos, hemos seguido los españoles desde la muerte del general Franco, nos sentimos huérfanos de liderazgo y obligados a elegir entre «susto y muerte», como en el célebre chiste que adopta aquí tintes macabros.

El bipartidismo no ha muerto, pero está enfermo. Padece el mal de la melancolía, la peste de la corrupción, extendida a las sucursales de poder nacionalista, esa ceguera letal que nace del cortoplacismo incapaz de apostar arriesgando por lealtad a los principios, el virus de la cobardía. El bipartidismo no ha muerto, todavía, aunque buena parte de sus adeptos haya perdido la fe. Y sin cantera ni fervor queda únicamente el miedo como guardián de la viña.

Votar PSOE es arriesgarse a un Zapatero bis y aceptar, además, alianzas extremadamente peligrosas con grupos que ni acatan el imperio de la Ley ni respetan el ordenamiento jurídico vigente ni siquiera son capaces de tomar una decisión coherente, aunque sea en interés de su propia parroquia. O sea, un suicidio cuyas consecuencias se atisban ya claramente en Madrid. Votar PP equivale a dar por bueno el desvío sistemático de las líneas ideológicas maestras con las que concurrió a las últimas generales (aborto, independencia del poder judicial, política antiterrorista, defensa de la unidad española, apoyo a las clases medias, etcétera) en aras del progreso material incuestionable derivado de una gestión económica eficaz. Es decir, votar con la nariz tapada sin dejar de percibir el hedor. Votar Podemos o cualquiera de sus marcas blancas significa arrojarse al precipicio de populismo en el que ha caído Grecia de la mano de «Alexis», el amigo de Iglesias.

Esto es, morir de hambre en el afán de que el coronel se fastidie porque no nos comemos el rancho. Votar CDC, Unió, PNV, ERC y demás partidos independentistas supone respaldar las pretensiones secesionistas de quienes ansían romper España aún a costa de condenarse a las tinieblas exteriores alejadas de la Unión Europea. Valga decir, «abrazarse a la berza y a la vaca», en expresión de mi admirado Vidal de Nicolás, presidente de ese Foro de Ermua hoy difunto que sostuvo en tiempos de sangre la bandera de la dignidad. Votar a Ciudadanos constituye una incógnita, una apuesta terriblemente arriesgada en un momento decisivo, sin garantía de resultado ni experiencia susceptible de servir de guía. Dicho de otro modo, jugársela sin red. Y votar a VOX… poco más que un desahogo.

¿Tú a quién vas a votar?

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 03/09/15