Sánchez promete a unos vecinos que va a arreglar el incendio de la Sierra de la Culebra. Respuesta de un anciano: “¿Arreglarlo? ¿Tú arreglarlo? ¡Tú que vas a arreglar!”. Total
A Sánchez no le sienta bien la calle, lo que equivale a decir la realidad. A la que se aleja un palmo de su Disneylandia particular fabricada a base de encuestas de Tezanos, miraditas de la Batet, aplausos a la búlgara de su partido y entrevistas en la Sexta, todo se convierte en gris, feo, hostil. Sánchez sale poco y menos que saldrá al paso que vamos. A La Palma no creo que se le ocurra ir, y eso que se desplazó durante la erupción varias veces. Como apenas ha llegado un euro a sus habitantes, sería aconsejable evitar aquellos pagos por un tiempo. Tampoco es aconsejable que visite barrios en los que la delincuencia ha adquirido tintes de auténtica alarma social gracias a las políticas de acogida del pijo progresismo. La Guardia Urbana barcelonesa ha roto el tabú: el 80 por ciento de los delitos en la capital catalana los cometen inmigrantes ilegales. Colau, como Sánchez, no ha dicho ni mú, no sea que le recuerden su condición de imputada y se la asocie con Oltra, su compi amigui que también está en pleitos por otros motivos con la justicia.
La pregunta del anciano tiene su enjundia porque, es cierto, ¿esta gente qué va a arreglar? ¿Qué va a arreglar la ministra chulísima o la médico y madre? ¿Qué podría arreglar el ministro perejil o la ex del coletas? ¿Qué saben hacer, qué conocimientos tienen, que experiencia laboral, que currículo poseen como para estar capacitados a la hora de afrontar el tsunami económico que tenemos encima de nuestras cabezas y que nos caerá encima, si Dios no lo remedia, cuando acabe el verano? Mediocres humanidades que sin la política vagarían por las calles buscando trabajo como vendedores de crecepelo, en el mejor de los casos, tan ignorantes como fatuos y envidiosos como incapaces ¿qué podrían hacer, si tan solo son restos de serie de los partidos de la Transición? Son preguntas retóricas. Su máximo anhelo es seguir cobrando del momio y ver si encuentran acomodo en un rincón oscuro donde no llegue la luz de Hacienda y puedan así mejor disimular quién les paga y en concepto de qué.
España no tiene solo a la peor generación de gobernantes de su historia democrática, sino que, además, tiene a la más cobarde, la que tiene como modelo el maletero puigdemontiano con un pie fuera y otro dentro, porque ninguno de ellos se quedará cuando la ola de la economía rompa sobre la nación y la crisis que nos dejará al borde de la miseria haga que la convivencia se vuelva imposible, aumenten los robos, la violencia y el desorden. Querido señor que habló por boca de muchísimos españoles, es inútil decirle a Sánchez qué va a arreglar porque ni él ni los suyos piensan en eso. Piensan, eso sí, en una recomendación de Felipe, a ver si se hacen dominicanos, de algún ex ministro con cara de bueno sobre como tener cuentas en Panamá sin que se note o como se vive a cuerpo de rey en Bruselas sin que nadie se interese por quien mantiene tu costoso tren de vida. Piensan en su culo y en cómo salvarlo, en mantener su modus vivendi, igual que aquel Prieto que cargaba el yate Vita de joyas y oro robados a particulares durante el terror rojo y decía que eran fondos para los exiliados mientras se guardó buena parte de este, previa desaparición de algún que otro testigo molesto.
Su pregunta, señor, tú que vas a arreglar, tiene una respuesta trágica: va a arreglar lo de Pedro Sánchez. Nada más. Repito, trágico, pero también es cierto.