Ignacio Camacho-ABC
- La tribu de indios ‘manosquemadas’ aún puede poner los pies en el fuego. Pero se está armando un frente de disenso interno
En este momento procesal, nunca mejor dicho, la nomenclatura socialista está dividida en dos fracciones (o quizá más exactamente facciones): la de los que creen que el líder puede sobrevivir y la de los que no. Ambas están unidas por la convicción de que es imposible que el presidente ignorase a qué se dedicaba su tripleta de ‘centrocampistas’ –Ábalos, Koldo y Cerdán– y quién sabe cuántos más titulares del organigrama, así como por la conveniencia de no manifestarla en voz alta; la diferencia reside en que unos mantienen cierta esperanza y los otros se preparan para una sucesión que comienzan a atisbar cercana. Éstos últimos son conscientes de que han de moverse en la clandestinidad so pena de que sus intrigas queden desbaratadas por la tribu de indios ‘manosquemadas’ en funciones de guardia pretoriana, o por esa clásica tropilla de chivatos y pelotas que siempre afloran en situaciones dramáticas con la intención de procurarse un estatus de confianza.
Pero movimientos hay, y más claros que los del tramposo paréntesis –menstrual, lo llama Arcadi–del pasado año, cuando algunos ingenuos picaron el anzuelo y dejaron que las intenciones se les transparentasen demasiado. El problema de los más cercanos a Pedro, en el caso de que salgan ilesos de la purga en ciernes, consiste en que esta vez no pueden dar pasos en falso y corren el riesgo de llegar tarde a un eventual reparto de puestos en los botes de salvamento del naufragio. Los únicos que lo tienen claro son los pocos que forman parte del círculo inmediato encargado de ejecutar a ciegas cualquier tipo de encargo. E Illa, que como habla bajito y es educado se puede permitir el lujo de guardar distancias y reservarse para aparecer en última instancia como un mirlo blanco, con el camino ya despejado. El resto sólo puede dejarse llevar, obedecer al mando y abrasarse los pies que les quedan intactos en defensa cerrada del liderazgo.
Por supuesto, los disidentes son una abrumadora minoría. Por ahora. Es bien conocida la volatilidad de las correlaciones de fuerzas en política, sobre todo si se trata del ámbito partidista, donde el poder es la única argamasa capaz de otorgar consistencia organizativa. Si la cosa se pone de verdad fea, por ejemplo porque se estreche el cerco de la Justicia, debajo de las piedras empezarán a aparecer críticos de toda la vida, legiones de desconocidos fans de García-Page, de Lobato o de Madina, y los conspiradores van a tener que dar número para apuntarse al frente interno ‘turboantisanchista’. Ya han surgido tímidas advertencias en regiones y provincias cuyos dirigentes temen que si no se adelantan las elecciones legislativas se produzca en las autonómicas y locales una nueva carnicería. Aún les queda mucho que sufrir; el César parece resuelto a resistir en el búnker monclovita. Entre otras razones porque ni su familia ni él mismo tienen salida alternativa.