QUE LOS diferentes gobiernos de la Generalitat, especialmente los de signo nacionalista, han utilizado los medios de comunicación públicos para favorecer la causa del soberanismo es un hecho conocido. Lo que sí resulta una novedad es que estos medios no tengan reparos en retorcer la realidad hasta cotas que rayan el surrealismo. Así ocurrió el sábado, cuando TV3 otorgó el diploma olímpico conseguido por Joaquim Purito Rodríguez con un rótulo de la bandera catalana, en lugar de la española, que es la delegación con la que oficialmente compite este ciclista en los Juegos Olímpicos que se disputan en Río.
La imagen, que fue incluida en el bloque de deportes del informativo de la televisión catalana, fue denunciada ayer por el PP. El portavoz de esta formación en el Ayuntamiento de Barcelona, Alberto Fernández Díaz, aseguró que «la españofobia y provincianismo de TV3 queda en evidencia con informaciones como la prueba de ciclismo de los JJOO». Es cierto que el hecho no se ha repetido con ocasión del bronce logrado por la nadadora catalana Mireia Belmonte –elegida por el Comité Olímpico Español como uno de los símbolos del equipo nacional–, si bien en la página web de TV3 sí aparece consignada como «la primera medalla catalana». Por tanto, la infografía insertada tras la carrera de Purito Rodríguez no parece un error casual sino la enésima demostración de la aversión a España que predomina en la corporación catalana de radio y televisión.
TV3 ha sido, desde los tiempos del pujolismo, la joya de la corona de la propaganda nacionalista. Con un alarde de medios muy superior al resto de canales autonómicos, TV3 dispone este año de un presupuesto de 225 millones de euros, lejos de los 80 millones de Telemadrid. Tal dispendio contrasta con las estrecheces de liquidez del Govern y los ajustes en los servicios llevados a cabo desde 2010. La inversión millonaria en TV3 supone una burla a todos los ciudadanos catalanes. Primero porque es la propia Generalitat la que excusa sus recortes sociales por una supuesta insuficiencia presupuestaria. Y, segundo, por la imposición de una línea editorial abiertamente favorable, antaño al nacionalismo y ahora al independentismo. Esto explica el habitual sesgo en las informaciones políticas, el despliegue en la cobertura de las manifestaciones soberanistas e incluso la quema de un ejemplar de la Constitución en uno de sus programas más vistos.
El secesionismo controla sin disimulo los medios públicos en Cataluña. Pero a ello hay que sumar una evidente manipulación del deporte con fines políticos, lo que tampoco es una novedad en el caso del nacionalismo catalán. A la reiterada demanda de disponer de selecciones propias, la Generalitat ha decidido instrumentalizar la presencia catalana en los JJOO mediante una campaña institucional y la recepción de Puigdemont a los deportistas catalanes, a imagen y semejanza del acto de despedida del presidente del Gobierno al conjunto de la delegación española antes de partir hacia Río. De ahí que el hecho de que TV3 inserte la senyera para identificar a un deportista que participa en los Juegos bajo bandera española no pueda ser visto como un simple fallo. Más bien, es una consecuencia de la obsesión aldeana con la que el independentismo impregna el espacio público en Cataluña.