LIBERTAD DIGITAL 22/09/16
PABLO PLANAS
Nada hay más putrefacto y pornográfico que las redes sociales o, más bien, el uso que se hace de ellas. Twitter es el ejemplo esférico de la degradación moral del debate público, el sucedáneo de circo romano en el que el ciudadano se convierte en chusma, caspa y fiera babosa. Todo está permitido, desde el insulto y la vejación a la destilación de un pensamiento telegráfico y borde. Es cierto que hay grandes sentencias filosóficas o matemáticas cuyo enunciado se cobija en una frase, menos que los 140 caracteres que permite el artefacto, pero ninguna de ellas se ha cocido en esa red séptica en la que se exhiben sin el menor pudor los políticos de nuevo cuño.
Twitter es una herriko taberna con las mesas pegajosas y barra libre de calimocho, el vertedero donde van a parar los gargajos y regüeldos de una comunidad que ha pasado de dejar su impronta en los lavabos de los bares a enmerdar internet con la amplia variedad de material fecal y tóxica capaz de generar un cuerpo humano en descomposición cerebral.
Eso sí, hay que reconocer que un vistazo superficial en la red facilita el reconocimiento de la verdadera consistencia de quienes con más ardor, reiteración y participación frecuentan el lupanar digital. Y en esa inspección destacan sobremanera los dirigentes podemitas, enfrascados en airear sus discrepancias y tender los calzoncillos sucios en el patio virtual.
La penúltima incidencia en el sistema se la debemos al dúo formado por Errejón e Iglesias, la cara y la cruz de gran parte de las desgracias nacionales, sea en la universidad o en la política. Andan a palos y como ya ni se miran a la cara dirimen sus diferencias en el comité central de la red. Así, esputó el primero: «A los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto. Lo es seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre pero aún no confía en nosotros». Se sonó los mocos el segundo a modo de réplica: «Sí, compañero, pero en junio dejamos de seducir a un millón de personas. Hablando claro y siendo diferentes seducimos más».
¿Meter miedo a los poderosos? ¿Seducir? A otro perro con ese hueso, aunque cierto es que de la ineptitud e inanidad de ambos personajes se infieren graves daños a los ciudadanos en las administraciones municipales de Cádiz, Madrid y Barcelona, entre otras ciudades donde gobiernan o condicionan el gobierno los que se ponen morados. Ese es el nivel, y no nos referimos a Rubius o a Torbe, sino a dos profesores universitarios y diputados, alumbrados, por cierto, en el sistema mediático del gran capital.