Cada vez que se detiene a un dirigente etarra se resalta su papel en la banda, lo que nos hace perder perspectiva histórica. Los datos evidencian el agotamiento de ETA a causa de la presión policial. Txeroki ha sido hombre clave en su etapa al frente de la banda, pero ha sido incapaz de superar los efectos que la actuación de las fuerzas de seguridad provoca en su seno.
Es conocido a estas alturas que fue Garikoitz Aspiazu el dirigente etarra que dio al comando Elurra de ETA las órdenes y el coche bomba que estalló en el aparcamiento de la T-4 de Barajas provocando la ruptura de la tregua. Txeroki, por tanto, puso fin, materialmente, al alto el fuego, pero sería un error afirmar que el final de la tregua fue el resultado de la decisión de un solo individuo.
Considerar que la actuación de ETA en un sentido o en el contrario es fruto de la voluntad de un individuo es una equivocación que contradice todo lo que sabemos acerca del funcionamiento de la organización terrorista que tiene a gala, y con fundamento, tomar las decisiones importantes de manera colectiva.
La ruptura de la última tregua fue decidida por la mayoría de la dirección de la banda, igual que se hizo con la anterior tregua, la del año 1999. Que en la ejecutiva de ETA hubiera alguien partidario de no romper en ese momento no es descabellado, pero la mayoría decidió volver a las armas y la minoría ha acatado esa resolución.
La ruptura de la tregua, además, ha sido ratificada por la gran mayoría de los miembros de la banda durante el debate desarrollado a lo largo del último año en el seno de ETA. La estrategia actual es, por tanto, una decisión colectiva y por ello es de temer que la captura de Txeroki no vaya a modificar la apuesta terrorista de la banda, aunque sin duda se lo va a poner más difícil a los etarras.
Cada vez que se detiene a un dirigente de ETA se tiende a resaltar su papel en el seno de la banda, tal vez para poner de manifiesto la importancia de la actuación policial o, tal vez, porque los desmanes cometidos por ese etarra y sus subordinados los tenemos más presentes. Pero ello nos hace perder perspectiva histórica.
José Javier Arizkuren Ruiz, Kantauri,fue jefe de los comandos de ETA entre 1993 y 1999 tiempo en el que la banda mató a 66 personas. Le sucedió Xabier García Gaztelu, Txapote,de marzo de 1999 a febrero del 2001, casi dos años en los que ETA mató a 25 personas. Después se fueron sucediendo Juan A. Olarra Guridi, Ibón Fernández Iradi y Gorka Palacios que suman 20 asesinatos más.
Txeroki asumió el puesto en diciembre del 2003 y ha permanecido en él hasta el pasado lunes, casi cinco años con un balance de siete muertos. Sus compañeros deben mirarlo por encima del hombro, pero si no ha habido más atentados y más víctimas no es porque Txeroki y su gente no lo hayan intentado, sino porque la Policía y la Guardia Civil se lo han impedido.
Esos datos evidencian no la capacidad individual de los diferentes dirigentes de ETA, sino el agotamiento de la banda terrorista a causa de la presión policial. Txeroki ha sido hombre clave en la etapa que ha estado al frente de la banda, pero ha sido incapaz de superar los efectos que la actuación de las fuerzas de seguridad provoca en el seno de ETA.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 19/11/2008