Consuelo Ordoñez-El Correo

Presidenta de Covite

  • Nos separa un abismo moral. Las víctimas condenamos todos los asesinatos, la izquierda abertzale ensalza al asesino si sirve a su proyecto político

Desde la Transición, la izquierda abertzale celebra cada 27 de septiembre el ‘Gudari Eguna’ en recuerdo de los miembros de ETA político-militar Juan Paredes Manot, ‘Txiki’; y Ángel Otaegi, fusilados en 1975 junto a tres miembros del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico). Los cinco fueron condenados a muerte durante el franquismo, en procesos judiciales que no cumplieron los mínimos estándares de un juicio justo.

La violencia, venga de una organización terrorista o del propio Estado -como ocurrió durante la dictadura franquista-, es inaceptable y merece ser condenada. El Estado tiene el monopolio de la violencia legítima, pero este solo es legítimo cuando se ejerce conforme a la ley y con garantías; por eso es condenable tanto la violencia de un régimen dictatorial como la de un Estado democrático que vulnere sus propias normas.

Quienes hemos sufrido el terrorismo nunca hemos defendido la pena de muerte ni el uso del terror como respuesta al terror. Nuestra postura ha sido siempre inequívoca: detener a los responsables, juzgarlos con todas las garantías propias de un Estado de Derecho y, si se demuestra que son culpables, condenarlos. Cualquier acción que se aparte de este marco legal, provenga de donde provenga, merece nuestra condena más rotunda, también los fusilamientos de ‘Txiki’, Otaegi y los tres miembros del FRAP: José Humberto Baena Alonso, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo.

Pero hay una verdad incómoda que algunos se empeñan en ocultar: los cinco eran miembros de organizaciones terroristas y causaron víctimas mortales. Esta ocultación es especialmente obscena por parte de la izquierda abertzale en lo que respecta a ‘Txiki’ y a Otaegi. ‘Txiki’ estuvo implicado en el asesinato de los policías José Díaz Linares en San Sebastián el 29 de marzo de 1975 y Ovidio Díaz López en Barcelona el 14 de septiembre de 1975. Otaegi fue colaborador necesario en el del guardia civil Antonio Posada Zurrón el 2 de abril de 1974 en Azpeitia. Estos hechos están documentados por fuentes contrastadas. Como ha recordado en más de una ocasión el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, que una persona muera de forma violenta no borra las sombras de su pasado. Y cuando alguien reúne la doble condición de victimario y víctima, hay que reconocer ambas, sin ocultar los claroscuros. Lo contrario es mentir.

Ahora bien, la izquierda abertzale no tiene ningún interés en atender esa complejidad. Su objetivo es legitimar la trayectoria terrorista de ‘Txiki’ y Otaegi y, por extensión, la de todos los miembros de ETA, presentada como una organización «de resistencia» contra el franquismo. Sin embargo, ETA fue una organización terrorista que, tanto bajo la dictadura como en democracia, asesinó, hirió, secuestró, amenazó, torturó y expulsó de Euskadi y Navarra a miles de ciudadanos. Y lo más revelador: la gran mayoría de sus crímenes los cometieron durante y ‘contra’ la democracia, lo que desnuda su auténtica naturaleza totalitaria.

Ni ‘Txiki’ ni Otaegi -ni los tres ejecutados del FRAP- fueron luchadores por la libertad, ni héroes, ni mártires: fueron terroristas con delitos de sangre. No merecen ningún reconocimiento público ni homenaje institucional. De la misma forma en que tampoco lo merecen víctimas de ETA como Melitón Manzanas o Carrero Blanco, que antes de ser asesinados fueron victimarios de la dictadura franquista.

Ahora bien, la izquierda abertzale no ensalza a ‘Txiki’ y a Otaegi por ser víctimas del franquismo, sino por ser etarras. De hecho, ignora deliberadamente a otras víctimas de la dictadura que sí lucharon de forma pacífica contra el régimen, como Enrique Ruano, a quien tuve el honor de recordar en 2018 al recibir un premio en su memoria, o José Luis López de la Calle, reprimido por el franquismo y asesinado por ETA. Al igual que nunca recuerdan a las víctimas de los GAL que no eran de ETA, tampoco rinden homenaje a los antifranquistas que jamás optaron por la violencia.

El próximo 27 de septiembre volverán a celebrar el ‘Gudari Eguna’, una jornada de reivindicación explícita del terrorismo de ETA y de todos sus miembros. Este año, en el 50º aniversario de las ejecuciones, la exaltación pública será aún mayor. La izquierda abertzale no solo ha desvirtuado el significado original de la palabra ‘gudari’, equiparando a milicianos nacionalistas vascos de la Guerra Civil con terroristas de ETA, sino que ha construido durante décadas una liturgia propagandística para legitimar el terrorismo.

Estos homenajes obscenos evidencian el abismo moral que nos separa: las víctimas defendemos la justicia con garantías democráticas; la izquierda abertzale glorifica a quienes sembraron el terror. Nosotras condenamos todos los asesinatos, los cometa quien los cometa; ellos convierten al asesino en referente si sirve a su proyecto político. Nosotras jamás rendiríamos tributo público a figuras como Melitón Manzanas o Carrero Blanco, aunque sí condenamos su asesinato y reconocemos que son víctimas del terrorismo. La izquierda abertzale, en cambio, evoca a ‘Txiki’ y Otaegi por lo que hicieron en vida como etarras, no por su condición de víctimas del franquismo.