El cambio debe llegar también a todos los rincones de las fiestas vascas. Y por esa necesidad de no manchar la fiesta con imágenes que pueden dañar la sensibilidad de quienes han sufrido el azote del terrorismo, una persona vinculada por lazos familiares a un preso de ETA no debería poder presentarse al cargo festivo.
No hay fiesta sin bronca en Euskadi. Por mucho que los tiempos vayan cambiando y que el gobierno haya estrenado nuevo rumbo al cabo de 28 años, parece que las jaiak, si no van aderezadas de presión y polémica no pueden lucir el label vasco. Con la Bajada del Celedón, ayer comenzaban las fiestas que por riguroso orden de aparición (Vitoria, San Sebastián, Bilbao) ya están sometidas a una observación especial tras el cambio de gobierno. Cunde la expectación por ver si el nuevo lehendakari Patxi López y sus consejeros son capaces de mantener a raya a los radicales que quieren seguir ocupando los espacios festivos para utilizarlos como caja de resonancia de la propaganda a favor de ETA.
Poco antes del txupinazo la ertzaintza retiraba los símbolos de exaltación del terrorismo que se exhibían por la ciudad. Porque por mucho que el tiempo político haya cambiado desde aquellos veranos en los que Batasuna reivindicaba ‘Jaiak eta borroka’ (fiestas y lucha), la inercia de la maquinaria de la izquierda abertzale, cierto que con menos fuelle, pretende que aquí no cambie nada. De ahí que el nombramiento de la txupinera para las próximas fiestas de Bilbao haya desatado la primera gresca. Sonaría bien la partitura de la concejala de fiestas, Isabel Sánchez diciendo que esta figura debe estar alejada de cualquier connotación política. Si este país fuera normal. Pero dándose la circunstancia de que aquí seguimos con el cáncer del terrorismo y que la elegida para representar el símbolo festivo de la ciudad es la hermana de un preso de ETA condenado a 48 años de cárcel y que participa activamente en los movimientos de apoyo a la banda, dicha elección chirría. Su imagen resulta ofensiva para la ciudadanía.
¿Que durante muchos años ha venido ocurriendo así y desde las instituciones se ha mirado para otro lado? Muy cierto. Pero el cambio debe llegar también a todos los rincones de las fiestas vascas. Y por esa necesidad de no manchar la fiesta con imágenes que pueden dañar la sensibilidad de quienes han sufrido el azote del terrorismo, una persona vinculada por lazos familiares a un preso de ETA no debería poder presentarse al cargo festivo. Así de claro.
El respeto a las víctimas no debería tener horario. Ni limitación de espacio. «El sufrimiento te traspasa», me reconocía ayer la lehendakari en funciones, Isabel Celaá, cuando te acercas a las víctimas para darles calor pero a la vez tienes que ejercer el liderazgo con serenidad». No se puede solidarizar con el dolor en las concentraciones de las doce del mediodía frente a los ayuntamientos para hacer, después, el ‘pase foral’ con la elección de una txupinera, hermana de un activista encarcelado. Una condición que ha caído como una bomba en los colectivos de las víctimas del terrorismo.
PP y PSE culpan al alcalde Iñaki Azkuna mientras la presidenta del Parlamento, Arantza Quiroga, clamaba por que las instituciones enseñen el camino a los ciudadanos paralizados aún por el miedo. Si el cargo festivo, hasta ahora, ha sido nombrado por las comparsas quizás ha llegado el momento de modernizar también estos procesos de elección. En nombre de la tradición se han cometido muchas injusticias en Euskadi durante demasiado tiempo.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 5/8/2009