- La locura de Putin ha de servirnos para comprender que nuestra alianza en la OTAN, nuestra presencia en la UE debe activarse de forma ineludible y que es incompatible con gentes que no creen en ello
“La guerra vuelve a Europa”. Es la frase del presidente francés, Emmanuel Macron, que define la situación en la que nos encontramos desde el pasado 24 de febrero. Y es verdad que si no todos, una inmensa mayoría de españoles y europeos no perdíamos la esperanza de que el asalto militar ruso sobre Ucrania finalmente no se produjera. Y hemos de reconocer que fue la administración norteamericana, con el presidente Joe Biden a la cabeza, quien a lo largo del mes de febrero nos fue informando y alertando con una gran exactitud que realmente Rusia estaba dando todos los pasos en dirección a la guerra. Así finalmente sucedió.
Los acontecimientos desencadenados desde las primeras horas del jueves pasado, 24 de febrero, es una realidad no contemplada desde 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera las guerras civiles de los años 90 del siglo pasado en la antigua Yugoslavia que afectaron a sus repúblicas –Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Serbia– admite comparación a lo que en estos días estamos asistiendo, el hecho de que una superpotencia, Rusia, ignore, vulnere y viole toda la legislación internacional, para invadir a un país soberano e independiente como es Ucrania. En efecto, la guerra ha vuelto a Europa después de casi ochenta años, tras la derrota de la Alemania nazi en 1945.
Se hacen en este momento incalculables las consecuencias que esta guerra, cualquiera que sea el resultado y su devenir, tendrán para Europa. Tampoco recordábamos, ni siquiera durante la Guerra Fría, que un dirigente hubiera nunca alertado y amenazado con tanta facilidad e irresponsabilidad del peligro que representa su respuesta con armamento nuclear. Así lo vino haciendo el presidente ruso Vladimir Putin a lo largo del mes de febrero, en tantas declaraciones advirtiendo de que en caso de guerra no habría ni vencedores ni vencidos; así lo declaró el pasado domingo al ordenar explícitamente “poner las fuerzas de disuasión del ejército ruso en estado especial de combate”, compuestas, entre otras, de armas estratégicas nucleares (Rusia dispone aproximadamente del 45% de la fuerza nuclear de nuestro planeta).
Es Europa la que se encuentra inmediatamente concernida por esta guerra desencadenada sobre Ucrania. No sólo porque Ucrania pertenece de lleno a Europa. Las amenazas del presidente Putin contra Europa, más exactamente contra los países que forman parte de la OTAN como Polonia o Rumanía e incluso contra países que no forman parte de esa alianza, como Suecia o Finlandia, ilustra que es Europa quien tiene motivos para sentirse amenazada.
Europa ha entendido su destino: o la defensa a todo precio de su Estado del bienestar, de sus libertades, o un mundo sin reglas en que todo valga, al alcance de matones deshumanizados
Y lo que estamos viendo estos días en los países europeos da medida de que esta vez sí, Europa ha entendido la amenaza. Por primera vez en su historia, la Unión Europea aplica fondos millonarios para comprar y facilitar armas a Ucrania; por primera vez desde el año 1945, un canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz detalla en el parlamento alemán una inversión histórica en materia de gasto de defensa para mejorar su ejército al tiempo que entrega a Ucrania armamento bélico. Se abordan importantes sanciones de orden económico que afectan seriamente a la economía rusa. Se activa la acogida ilimitada de refugiados procedentes de Ucrania. Al tiempo contemplamos la detención en Rusia, por millares, de disidentes rusos que se oponen fieramente a la guerra lanzada por su presidente sobre Ucrania.
Sí. Europa ha entendido su destino: o la defensa a todo precio de su Estado del bienestar, de sus libertades, o un mundo sin reglas en que todo valga, al alcance de matones deshumanizados, como estos días estamos viendo.
Vale también para España, en estos momentos. No, no es momento de introducir aquí más elementos de división entre españoles de los que llevamos soportando amargamente desde hace ya demasiado tiempo. Únicamente, reparar en algunos de los aliados del Gobierno, que se limitan a gritar “No a la guerra” sin saber cómo dotar a esa voz de un proyecto estratégico creíble en defensa de la paz. Saber que esta vez no se puede mirar para otro lado. Que desatan infundadas críticas contra la OTAN, cuando se trata de que es en el marco de esa alianza donde España se encuentra para hacer frente a la amenaza rusa sobre Ucrania. Si se mira de otra forma, son los mismos empeñados en emparentar con ese club de tiranos que aplauden al presidente Putin, ya sea Maduro, Ortega en Nicaragua, Kim Jong-Un en Corea del Norte.
Sí. Imposible saber hasta dónde llegarán las consecuencias de esta locura lanzada por el autócrata Putin. De todo punto imposible. Pero nos tiene que servir, en España, para reclamar unidad de los demócratas, para salir del ensimismamiento histórico en que España vivió tanto tiempo la política internacional, para comprender que nuestra alianza en la OTAN, nuestra presencia en la Unión Europea, debe activarse de forma ineludible, que es incompatible con gentes que no creen en ello, que prefieren abrazar a tiranos antes que defender la libertad de todos nosotros.