Gregorio Morán-Vozpópuli

La brutalidad geopolítica exige según los expertos subir el gasto en Defensa al 3% para luego alcanzar el 5%

Vamos a perder. Lo que no sabemos es cuánto. También podemos engañarnos y jugar con las palabras, que ésas sí que son tan baratas que te las regalan. Tenemos muy malas cartas según asegura el Rey del Juego y creo con absoluta convicción que la peor manera de afrontar esta partida, que será larga, está en proclamar simplezas en la esperanza de que el tiempo pase y la gente se vaya acostumbrando a la derrota. Por favor, no más apelaciones a Winston Churchill y asumamos cómo salir de ésta con el mínimo daño y cierta dignidad. Ucrania se ha convertido en símbolo y los símbolos no los escogemos nosotros; nos vienen dados.

Cuando Zelenski afirma, después del espectáculo desopilante de la Casa Blanca, que debemos “trabajar bajo el firme liderazgo del Presidente Trump” hemos de ser conscientes de que entramos en el Gran Casino de Las Vegas y que nos van a desplumar. Carezco del cuajo mental para sacar el muñeco de la mochila y contarles que la economía norteamericana va a ser la más afectada, porque esos aventados buenistas del relato son los mismos que profetizaban la inminente quiebra de la economía rusa con Putin… y llevamos tres años de guerra con él fortalecido. Y lo está tanto, que al tiempo que los demás van acelerados por terminar esa guerra de agresión, típicamente imperialista, Rusia es la que menos prisa tiene. No nos arruinaremos, porque para llegar a ello antes hay que ser ricos, pero seremos más pobres, especialmente aquellos que viven de su trabajo.

Hacernos las grandes preguntas respecto a qué es Europa o qué ha sido la OTAN resulta un recurso académico harto ridículo cuando se afrontan las evidencias insalvables: cómo terminar una guerra y cómo afrontar las consecuencias de una paz amenazadora. Los países europeos que gozan de esa especie de cuadratura del círculo consistente en tratar de aunar democracia y libertad necesitan protección, ante un entramado geopolítico en tensión que pretende convertirla en balneario museístico para los tres grandes, EEUUChina y Rusia. Cuando Obama consideró en marzo de 2014 que Rusia se había reducido a “potencia regional” y que había que mirar hacia Asia y el Índico, concitó los peores instintos zaristas de un imperio desguazado.

El promotor y principal financiador de la OTAN ha determinado que ya no le sirve en la Era Trump y lo hace al tiempo que su enemigo durante las décadas de la Guerra Fría aspira a recuperarse. Algo tiene que ver el elemento humano, por más que sea deleznable, que representan Trump y Putin, ambos renuentes aunque en diferente medida a eso que denominamos no sin presunción “el alma de Europa”: la tolerancia y las libertades cívicas. En sus plúmbeas Memorias, la que fuera canciller de Alemania, Angela Merkel, cita al checo Karel Capek cuando ironizaba sobre la Europa de países “pequeños y diversos”. Para ella la invasión rusa de Crimea, también en 2014 y también en marzo, marcan el arranque de la amenaza. La península de Crimea fue rusa desde que se la ganaron a Turquía en 1774 y pasó a ser ucraniana cuando Kruschev, en una farra histórica, se la regaló en 1954. Pero la historia sirve para lo que al poderoso de turno le venga en gana; hasta lo llaman relato. Ucrania se empoderó desde el momento que aquel inefable Bush Jr. les prometió en Bucarest (2008) que entrarían en la OTAN.

Europa se ve abocada a inventarse una autonomía estratégica dada su fragilidad militar en el momento que se ha producido una declaración general de hostilidades

Trump la quiere marginal, Putin como patio productivo y China juega en otra liga con la mirada atenta a su exitosa expansión. ¿Qué pintamos nosotros? Nada, pero con sobrada grandilocuencia. Nuestro Presidente viajero asegura su “apoyo incondicional a Ucrania”. Habría que añadir los “dos huevos duros”, a la manera de Groucho.

Eso sí, nuestro abordaje del asunto tiene mérito. Empezamos con un trampantojo lingüístico como es debatir si se trata de gastos “en Defensa” o “en Seguridad”; algo así como disfrazar a los “seguratas” de soldados. ¿Alguien osaría plantear la vuelta al Servicio Militar Obligatorio, que clausuró Aznar, no se olvide? Imagino el descojone general, por no decir efectos mayores, entre la población reclutable. Mozos y mozas de reemplazo. Los alérgicos aliados del Presidente rechazan el “lenguaje belicista” y nos convocan “a poner a las personas en el centro del debate”. ¡Gran idea, pardiez! ¿Cómo no se nos había ocurrido antes?

La brutalidad geopolítica exige según los expertos subir el gasto en Defensa al 3% para luego alcanzar el 5%. El Presidente empático sonríe: “lo vamos a hacer”. Ni puede, ni quiere, ni sabe. O recortas gastos o pides créditos, o las dos cosas. De momento tanto el Amo como los socios del Castillo de Naipes parecen coincidir en sus salidas de pata de banco para que el Parlamento no sea el lugar adecuado para debatir cómo afrontar la encrucijada. Nunca la clase política había mostrado una tal imagen de inanidad. Luego se quejarán de que la extrema derecha avance mientras ellos disimulan.

Preservar los valores democráticos; el lema por excelencia de la Comunidad Europea, está valorado en 800 mil millones de euros, de los que unos 30 mil le corresponden a España. Una cantidad similar a la que Mario Dragui exige para poner en actualidad la economía europea. Nos desbordan los millones a los que tenemos que pechar con economías de subsistencia, pero hablamos de geopolítica o vamos de falsarios. Sortear un divorcio no consentido con el amigo americano obliga a reconocer nuestra subordinación y por tanto nuestra impostura. ¿Por qué creen ustedes que un matón de casino puede humillar a un cómico metido a político? No porque sea un competidor en el espectáculo sino porque no cuenta con el respaldo de una defensa consistente. A Macron ni a Starmer podría tratarlos igual; son potencias nucleares con acceso al botón del pánico y sin esa apreciación no se entendería nuestra ansiosa búsqueda de protectores.

En momentos así los más depredadores son los Zapatero, porque se benefician de la ingenuidad común para mantener sus privilegios. Algún día trataré de explicarlo con mayor detalle. De momento contentémonos con saber que al día siguiente de la declaración amenazadora de Donald Trump sobre Panamá, el emporio norteamericano BlackRock adquirió a buen precio la comercialización del Canal a la empresa china, con base en Hongkong, CK Hutchison. Por si cabía alguna duda de por dónde va la cosa. Una actualización al ideario del Padrino: no hay nada personal, son negocios.