Entrevista a ULRICH BECK , EL MUNDO 19/01/13
· Ulrich Beck, uno de los intelectuales alemanes más influyentes del momento, ha acuñado conceptos ya clásicos en la reflexión sociológica como «sociedad del riesgo», «segunda modernidad» o «modernización reflexiva». Ahora nos previene contra Una Europa alemana (Editorial Paidós), ansioso por agitar un debate sobre las imposiciones de Merkel a lo largo y ancho de Europa.
Pregunta.- ¿Qué podemos hacer los españoles ante Merkel?
Respuesta.- Debatir sobre la nueva situación de dependencia derivada de la posición de poder que ocupa Alemania en Europa y sobre por qué los movimientos de protesta copian los errores de la política y permanecen en el ámbito nacional.
P.- Quizá porque las protestas no son homologables en los diferentes países europeos.
R.- Vivimos una nueva situación existencial en Europa. Hasta ahora la mejor palabra que podíamos utilizar era diálogo, las culturas nacionales eran relativamente independientes y nuestras economías coexistían. Ahora experimentamos todos, también los alemanes, lo profundamente que nuestra existencia depende de los otros y esa experiencia nos ha hecho descubrir que no sabemos nada de los otros. Contamos con viejos estereotipos pero no hemos convivido. Podemos sacar la ventaja del malentendido. Al mismo tiempo nos damos cuenta de que nos necesitamos como no imaginábamos.
P.- ¿Dónde queda el Estado nacional en esta nueva situación?
R.- Las identidades nacionales siguen vigentes, arrastramos historias de imperios y los Estados Unidos de Europa no son una posibilidad real, debemos admitirlo. Ahora bien, la opción de seguir como hasta ahora, con cierto nivel de integración, tampoco es posible en la tormenta global de riesgo que vivimos actualmente. Pero hay otro modelo que sí es posible, la Europa cosmopolita. Debemos hacernos a la idea de que Europa es algo nuevo, no una prolongación de lo que era hasta ahora, ni una profundización. Hay que abandonar la metodología nacionalista, avanzar en la cooperación de la que surgirá una nueva identidad a través de una nueva soberanía. Y ahí hay que diferenciar entre autonomía y soberanía. Cedamos autonomía y ganemos nueva soberanía. El nacionalismo es el peor enemigo.
P.- Pues en España tenemos movimientos nacionalistas independentistas. ¿Qué sentido tienen en esta Europa?
R.- La idea de romper el Estado nacional para que una región funde un nuevo Estado es en gran parte una ilusión. La cooperación europea tal y como está concebida requiere de sociedades altamente desarrolladas que esas regiones no constituyen. Hay un proceso de evolución política en el que el reconocimiento de la identidad europea es parte fundamental y este reconocimiento no avanza si profundizamos en la diferenciación.
P.- ¿Y cómo de alemana puede llegar a ser Europa? Resulta difícil imaginar un pueblecito andaluz alemanizado.
R.- A ver, no hablo de un plan militar para conquistar Europa, eso no es real. Si hay una nación pacifista ésa es Alemania. ¡Qué sinsentido! Pero económicamente hay una situación real de dominancia por la ley de las consecuencias. Europa no vive una catástrofe, el euro no ha explotado, pero sí vivimos la anticipación de una catástrofe que ha tenido determinadas consecuencias. Nos precipita, por ejemplo, a una situación de nuevas divisiones. La primera de ellas entre los países europeos que tienen el euro y los que no. Contrariando la vulgata económica que sostiene que los segundos están en mejores condiciones para enfrentar la crisis, ya que la moneda común representa un fuerte condicionante, yo sostengo que el poder está con los primeros. El ejemplo es Gran Bretaña.
P.- Hay una guerra abierta entre Fráncfort y Londres por la capitalidad del euro como plaza financiera. ¿Quién la ganará?
R.- La Europa del euro no puede prescindir de Gran Bretaña. La necesidad es mutua. Pero hay divisiones aún más novedosas de cara al análisis, como la que hay entre los países que dan y que piden crédito, esa clasificación no la habíamos tenido nunca en el interior de Europa, sino con países del Tercer Mundo. Ha generado una nueva clase baja dentro de la UE, en la medida en que esas naciones deben aceptar recortes en su soberanía y vulneraciones de su dignidad.
P.- Y Alemania se ha erigido en líder predominante, que se permite imponer políticas económicas en toda Europa…
R.- Alemania, por su peso económico, ha adquirido un nuevo papel que no estaba planeado, que es consecuencia de las circunstancias de la crisis y que es utilizado por Merkel con estilo maquiavélico.
P.- Debe estar haciéndolo al gusto de los alemanes, porque Merkel está que se sale en las encuestas de intención de voto para las generales de otoño…
R.- Merkel no negocia, siempre espera, es su naturaleza y su forma de hacer política convertida en una estrategia de poder que instrumentaliza. El resultado es que ella se anota el euroescepticismo alemán en su cuenta, al tiempo que presenta nuevas iniciativas europeas a imagen del modelo alemán.
P.- Exporta ese modelo tan fácilmente porque funciona…
R.- No lo exporta sino que lo impone, no por la orden, sino por la duda. Merkel no amenaza con lo que hará, le basta tantear qué podría no hacer. Alemania podría, por ejemplo, no rescatar a la banca española o no comprar su deuda pública.
P.- ¿Sería diferente la historia si hubiese un gobierno distinto en Berlín?
R.- No, hay un gran consenso en Alemania que me sorprende como observador, jamás lo habría esperado. Se ha roto con el principio formulado por Thomas Mann en 1953: Alemania no puede ser de nuevo un actor para una Europa alemana sino para una Alemania europea. Se acepta imponer el modelo de ahorro de la economía alemana sobre cualquier otra situación política, se prefiere la solución moral a la solución meramente funcional y esa opción tiene un apoyo generalizado. Pero con otro gobierno sí habría otro estilo de liderazgo. El SPD ha empezado a entender los contras de la Europa alemana. En las próximas elecciones europeas, por ejemplo, quieren nombrar candidato y necesitan el consenso del resto. Y comienzan a dar pasos atrás. Estoy convencido de que un gobierno rojiverde con Jürgen Trittin y un canciller del SPD ofrecería otra variante de política europea. Y en todo caso, una Europa alemana es un gran peligro para Europa y también para Alemania.
P.- ¿Es que no le ha ido bien hasta ahora a Alemania?
R.- Levanta demasiadas protestas. Debemos volver a un entendimiento multilateral y no a una imposición de la política de ahorro alemana.
P.- Pero los contribuyentes alemanes no quieren pagar la deuda española. Y los españoles tienen cosas más urgentes que hacer con sus impuestos que pagar la deuda griega. Eso es un hecho, si se pregunta en la calle.
R.- Lo que nos lleva a que el problema de la deuda no se resuelve desde la perspectiva nacional sino desde la perspectiva europea. Habrá que pagarla con un impuesto europeo. Y no estoy hablando de subir el IVA. Creo que tarde o temprano surgirán propuestas para que la tasa a las transacciones financieras internacionales, los bancos, paguen las consecuencias de la situación a la que han llevado a Europa y esta Europa económicamente castrada se convertirá en un actor de decisiones para solucionar la crisis de la deuda.
P.- Usted culpa a Merkel de defender un liberalismo a ultranza hacia el exterior pero conservando principios sociales cercanos a la socialdemocracia hacia adentro. Pero esa doble moral podría reprocharse a la Europa cosmopolita que usted propone…
R.- En Merkel veo una estrategia de poder. La situación global, naturalmente es compleja, esa ambivalencia entre el exterior y el interior es un hecho. Vivimos en un mundo en el que nuestra forma de vida en gran parte está modelada por la idea de que el capitalismo es la solución a los problemas pero en muchos aspectos y para mucha gente eso es cuestionable, si miramos, por ejemplo, a EEUU. Busquemos grandes alternativas. Europa puede jugar ahí una gran función.
P.- ¿Qué puede hacer de Europa un agente de poder en ese contexto global?
R.- Necesitamos un nuevo contrato social para Europa, los ciudadanos deben poder quejarse cuando les duele. Sospecho que la Europa de los ciudadanos nos traerá un mayor grado de libertad. La generación que ha crecido sin fronteras europeas es un avance, pero no basta. Tengo la impresión de que no hay gran diferencia entre globalización y europeización. Las clases trabajadoras siguen perjudicadas en todo el mundo por la competencia global y eso en Europa significa que nuestra forma de vida está amenazada. Significa paro. Sin la utopía de una Europa social esto no va a funcionar. Al menos a largo plazo. Además Europa puede constituir un ejemplo para el resto del mundo. Pero la democracia europea debe ser construida desde abajo.
P.- ¿Qué papel juegan las redes sociales y los movimientos de protesta?
R.- No superan el ámbito nacional. Además no tienen más visión que su protesta. Muchos ciudadanos europeos buscan apoyo contra la tormenta de la crisis y necesitamos una opinión pública europea. Nunca hemos debatido tan intensamente como ahora sobre Europa y no nos escuchamos los unos a los otros porque los discursos quedan en el cercado nacional. Necesitamos otra Europa. No más Europa, sino otra Europa.
P.- Lo que usted quiere, entonces, es una primaveraeuropea..
R.- Exacto. Y encuentro muy interesante que recurramos a metáforas del norte de África para explicar nuestra propia perspectiva. Ya hay muchos nuevos términos como rescate, eurobonos, que están revolucionando Europa desde la oficialidad. Draghi, en el BCE, políticamente neutral en teoría, está jugando un papel clave. Y la gente ve las noticias y piensa: ‘¡Pero si eso viola nuestra Constitución!’
P.- Draghi ha revolucionado el BCE.
R.- Estamos viviendo una especie de revolución desde las instituciones convencionales. ¡Qué interesante! Además, pensemos que el Americanwayoflife es un modelo obsoleto, que China no ofrece libertad, que Sudamérica ensaya nuevos modelos socialistas que no funcionan… en Europa tenemos un campo de experimentación. Mientras de puertas a dentro de Europa somos muy escépticos, desde fuera el mundo está expectante por ver qué hacemos aquí.
Entrevista a ULRICH BECK , EL MUNDO 19/01/13