Que ETA está atravesando por malos momentos desde hace ya unos años es evidente. Y ahora esto. (Eta gero, hau). Es una gran noticia, que la última instancia de apelación, en la que habían depositado sus esperanzas, haya sido tan concluyente. Es también un excelente aviso a Otegi, que había empezado a enredar con la idea de otra negociación.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos rechazó ayer, con el voto unánime de sus siete magistrados, los recursos de Batasuna, Herri Batasuna, Herritarren Zerrenda y otras marcas menores del conglomerado etarra contra su ilegalización, decretada por el Tribunal Supremo.
La primera vez que el mundo de ETA se enfrentó con la Ley de Partidos fue el 27 de marzo de 2003. Y le fue mal. El Supremo ilegalizó y declaró disueltas Batasuna, Herri Batasuna y Euskal Herritarrok. Su recurso ante el Constitucional fue rechazado también por unanimidad de los seis jueces que componían el tribunal el 16 de enero de 2004.
Ayer se cumplieron tres años y un día desde que el presidente del Gobierno cumpliera con su cometido en la hoja de ruta de lo que se dio en llamar, sin sarcasmo, el proceso de paz. Era una señal que Arnaldo Otegi aprobó, arropado por nueve miembros de Batasuna, en otra comparecencia ante la prensa: Zapatero «ha realizado una declaración fundamental para la resolución del conflicto al asumir el compromiso de respetar lo que la ciudadanía vasca decida con respecto a su futuro».
Aquello fue un lío, como probablemente recordarán. Algunos creíamos que el presidente no tenía información, ni había hechos que sustentaran la predisposición de ETA a dejar las armas sin pago político. Todos sus portavoces habían repetido en no menos de 100 ocasiones que la paz sí tenía un precio, o, para ser más precisos, dos: autodeterminación y territorialidad. Todo eran «mensajes para consumo interno», se nos decía con lógica pervertida; si habían decidido dejar las armas, lo normal sería que fueran preparando sus bases para ello, no para lo contrario.
Que la organización terrorista está atravesando por malos momentos desde hace ya unos años es un hecho evidente. Y ahora esto. (Eta gero, hau). Es una gran noticia, que la última instancia de apelación que les quedaba y en la que habían depositado sus esperanzas se haya manifestado de manera tan concluyente. Es también un excelente aviso a Arnaldo Otegi, que ya había empezado a enredar con la idea de otra negociación: si ya coló una vez, a pesar de lo improbable que parecía, vaya usted a saber. No parecía probable, pero después de Estrasburgo, mucho menos. El tribunal ha dicho que la ilegalización del antiguo interlocutor era «una necesidad imperiosa», precisamente para «la defensa del orden y la protección de los derechos y libertades».
Por si fuera poco, la sentencia tiene tan contenta a la oposición como al Gobierno. Es de suponer que también al fiscal general del Estado, a quien ya no le preocupará que algunas gentes sigan pensando, gracias a su metáfora, que Euskadi es un Guantánamo electoral. O un gueto, como dijo en otra ocasión. Nunca se han ilegalizado las ideas independentistas, ni se ha privado a más de 100.000 vascos de su derecho al voto, ni se han ilegalizado las ideas independentistas. Lo había explicado Montesquieu: «la libertad consiste en hacer lo que está permitido por la ley. Porque si consistiera en hacer lo que está prohibido, todos querrían tener ese derecho y entonces no habría libertad».
Santiago González, EL MUNDO, 1/7/2009