El secretario de Defensa de EEUU, James Mattis, llegó ayer a la reunión ministerial de la OTAN en Bruselas alegrándose de estar «de vuelta en casa». Y estaba tan a gusto en el que fue su hogar hace una década que le dijo a la cara a sus colegas lo que más temían oír: o aumentan ya el gasto en Defensa, este mismo año, o EEUU «moderará su compromiso con la Alianza».
Paralelamente, en Washington, la CNN informó de que el Departamento de Defensa de Estados Unidos está evaluando la posibilidad de enviar tropas de combate a Siria para luchar contra el Estado Islámico (IS, por sus siglas en inglés). Citando a fuentes oficiales del Pentágono, la CNN no dijo cuántos soldados podrían ir, pero sí que el despliegue, en el caso de que fuera decidido, se llevaría a cabo pronto.
La propuesta definitiva del Pentágono será presentada al presidente Trump, a finales de este mes. Trump ha dado de plazo hasta entonces a los militares para que le presenten nuevos planes para combatir al IS. Si EEUU envía tropas de tierra a Siria, se producirá, además, un cambio en la dinámica de la guerra.
Respecto al ultimátum a la OTAN de Mattis, de Trump, éste no tiene precedentes. Durante lustros, décadas, los presidentes norteamericanos y el Pentágono se han quejado de la falta de esfuerzos europeos. En la expresión de Robert Kagan, un país, el suyo, ha sido de Marte y el resto, de Venus. Los americanos siempre han pedido más, han presionado, pero nunca habían dado una advertencia tan contundente, tan clara y detallada.
«Les debo claridad sobre la realidad política de Estados Unidos y explicar en términos concretos las justas demandas del pueblo de mi país. América cumplirá sus responsabilidades, pero si sus naciones no quieren que América modere sus compromisos con esta Alianza, cada una de sus capitales debe mostrar apoyo a nuestra defensa común». Una bomba demoledora para los Gobiernos, pero que ha sido recibida con enorme simpatía por los responsables militares de todo el continente, que están absolutamente de acuerdo con el planteamiento y los cálculos.
Mattis quiso que su mensaje llegara a todas las esquinas y para eso lo dijo en voz alta en la sala y, sobre todo, para eso les pasó el documento con sus palabras a los periodistas que viajan con él desde Washington. En su intervención, el ex general de los Marines recordó a los ministros y embajadores que hace una década, cuando él era comandante para la Transformación en la propia OTAN, escuchó repetidas veces al secretario de Defensa, Robert Gates (que lo fue de Bush y luego de Obama), avisar de que «el Congreso y el público americano acabarían perdiendo la paciencia por soportar una carga desproporcionada de los costes de defensa de la Alianza». Y ese día ha llegado.
A pesar de que los aliados están formalmente de acuerdo en gastar al menos un 2% del PIB en ello, sólo cinco países lo hacen. El resto están lejos o lejísimos, como España, que apenas dedicó el último año el 0,91%. Y Washington ha dicho basta con una ferocidad tremenda.
«Los norteamericanos no pueden preocuparse más por el futuro de sus hijos que ustedes mismos», dice el texto filtrado por Mattis. «La falta de preocupación por los asuntos militares muestra una falta de respeto por nosotros mismos, por la Alianza y por las libertades que heredamos y que ahora están claramente amenazadas».El discurso, potente, no es mera palabrería. Mattis, conciliador en la mañana, advirtió a los ministros de que, como Pedro y el lobo, el momento de la verdad ha llegado. «La pérdida de paciencia de la que avisó el secretario Gates es ahora una realidad gubernamental». «Específicamente, debemos asegurarnos de que no estamos en el mismo punto que hoy al finalizar el año. Tenemos que adoptar un plan, con plazos, para avanzar progresivamente hacia los compromisos» de las dos últimas Cumbres, celebradas en Varsovia el año pasado y en Gales en 2014.
Mattis exigió, como ha hecho Trump desde el primer día, que sus «justas peticiones» sean escuchadas. Y tendrán que serlo, porque por mucha antipatía que haya hacia la nueva Administración, absolutamente nada de lo que piden aquí es disparatado, nuevo o injusto. Al contrario.
«Los contribuyentes estadounidenses no pueden seguir soportando una carga desproporcionada en la defensa de los valores occidentales». El ataque, durísimo, siguió mirando a la cara de sus colegas, reprendiendo en voz alta a los líderes europeos que a pesar de la invasión rusa de Ucrania y de la amenaza del Estado Islámico en Turquía «ante nuestros propios ojos, algunos en la Alianza han mirado hacia otro lado en estado de negación», zanjó el ex general, apodado perro loco.
Mattis es la avanzadilla. El lunes irá a Bruselas el vicepresidente, Mike Pence, con el mismo mensaje, y Trump participará el 25 de mayo en la Cumbre especial de la Alianza. El secretario de Defensa metió algo de miedo en el cuerpo, pero al mismo tiempo hizo de poli bueno. El compromiso americano tiene un precio, concreto, pero sigue ahí. No habrá pasos antes ante un pacto «obsoleto», como lo ha definido el presidente en alguna ocasión. Ni dudas si hay que defender a un miembro ante un ataque exterior. Ni recelos sobre Rusia, a pesar de llamar «usar la fuerza para alterar las fronteras» a la anexión militar de Crimea.
Los militares son mucho más sobrios y organizados. Las palabras de Mattis fueron recibidas sin histrionismo. Al contrario, el secretario general, Jens Stoltenberg, aseguró que no veía amenazas o ultimátum. «No se trata de EEUU diciéndole a Europa que aumente el gasto militar. Lo que hay son 28 aliados que se sentaron en la mesa en 2014 y mirándose directamente a los ojos aceptaron aumentar los costes de Defensa», aseguró el ex primer ministro noruego, quien reconoció que ayer se empezó a discutir ese calendario. Prácticamente ningún país puede cumplir el 2% este curso, y Mattis y el Pentágono lo saben. Por eso quieren una hoja de ruta detallada, país por país. Para algunos, en débil recuperación, se trata de una cuestión de dinero. María Dolores de Cospedal, por ejemplo, aseguró que España «tiene intención de cumplir», aunque aún no se sabe cómo. Pero para otros, en cambio, el debate es mucho más profundo.