ABC 19/05/17
LUIS VENTOSO
· Ada, espantada, reaccionó rauda ante la ofensa
MAYO estaba discurriendo risueño y gratificante para Ada, tanto en lo profesional como en lo personal. El mes pasado, a los 43 años, llegó su segundo hijo, Gael, preceptivamente anunciado en Twitter por su feliz madre. En lo profesional, también una maravilla. Quién te iba a decir que sin haber logrado terminar la carrera de Filosofía, con un currículo de activista pro okupa, ibas a acabar de alcaldesa de la segunda ciudad más importante de España, la extraordinaria Barcelona. Lo bueno es que el trabajo tampoco resulta tan fatigoso como cabría deducir de la categoría del puesto. Ada lo lleva de cine, la verdad, mayormente porque no hace nada, más allá de tocarles un poco las meninges a quienes se esfuerzan por mover la economía y crear empleo. El año pasado el Ayuntamiento incluso logró un superávit de 97,5 millones. No es que Ada haya descubierto las virtudes de la consolidación fiscal, simplemente es que ella y su equipazo fueron incapaces de idear proyectos en los que invertir el dinero.
Ada está que se sale. Ya ha conseguido completar el programa del buen alcalde de progreso: le ha cambiado el nombre a las calles, ha paralizado las obras públicas de mejora de la ciudad y ha puñeteado a los empresarios con pellizcos mezquinos. Además, por supuesto, apoya el golpe de Estado de los separatistas para arruinar el nivel de vida de los catalanes rompiendo con España. Una posición lógica, al fin y al cabo, los abuelos paternos de la líder filo separatista eran de Güel (Huesca) y los maternos, de Almazán (Soria). Pero Ada ha visto la luz: lo fetén, lo moderno, lo progresista y lo solidario es romper con oscenses y sorianos, pues sabido es que los españoles nos roban, y además son bajitos, cetrinos y echan la siesta con un botijo.
La alcaldesa tiene tantos motivos para estar satisfecha… El año pasado el cargo le permitió una excursión chupi a Nueva York, donde no había estado. El gran logro de la gira fue que criticó el «neoliberalismo salvaje» en una salita de la ONU y se hizo un selfie con Ban Ki Moon. Ada ha aprobado magníficas medidas para que la policía proteja a los okupas frente a los legítimos propietarios que quieren recuperar sus inmuebles. También ha molestado expresamente a la mayoría católica, como todo buen alcalde del cambio (jamás lo haría con la minoría mahometana). Incluso ha inventado la turismofobia. Se da la casualidad de que a Ada le repugna el turismo, primera industria de su ciudad, el milagro que la sostiene. Ha puesto coto al despropósito turístico y con sus medidas contra los hoteles ha logrado evitar que se creen diez mil empleos, no vaya a ser que algún okupa tenga que ponerse a currelar.
Pero todo este panorama de ensueño se vio ayer súbitamente empañado por un odioso contratiempo. Barcelona, donde campan sin problemas las esteladas ilegales y la propaganda separatista más xenófoba, ha amanecido con pegatinas con la bandera constitucional española en varias calles. ¡Qué barbaridad! Ada, la nieta de los de Huesca y Soria, espantada ante tamaña provocación, ordenó rauda la retirada de la oprobiosa enseña.