Emilio Campmany-Libertad digital
El Gobierno de Mariano Rajoy y el PSOE de Pedro Sánchez se han puesto su mejor traje de hombres de Estado y han pactado que aplicarán el 155 en según qué circunstancias y con según qué alcance. Sus voceros justificarán la alianza en la gravedad de la situación. Nadie duda de esa gravedad. De lo que cabe dudar, y mucho, es de las intenciones de estos dos necios arrogantes. Si efectivamente Pedro Sánchez percibiera la gravedad de la situación que atraviesa España, habría ayudado al Gobierno en la tramitación de los presupuestos generales a fin de evitar el chantaje del PNV. Y si efectivamente Mariano Rajoy hubiera sido consciente de los peligros que acechan a la nación, jamás se habría sometido a la extorsión de un partido cuyo objetivo es destruirla. No sólo: si de verdad tuvieran tan clara la necesidad de colaborar, lo que harían sería formar un Gobierno de coalición y arremeter unidos con toda la fuerza del Estado contra quienes quieren romper España.
Nada de eso hay porque el peligro que perciben Rajoy y Sánchez es en realidad el mismo que empujó a los nacionalistas vascos a votar los presupuestos. Ese peligro se llama Ciudadanos. Los acuerdos a los que llegaron este martes Rajoy y Sánchez no tienen por objeto pactar una estrategia con la que hacer frente a los futuros desafíos de la Generalidad. Su razón de ser es aislar a Ciudadanos. Y la prueba está en la invitación a Pablo Iglesias que el pacto incluye. Tal invitación es absurda, toda vez que el invitado es el responsable de que su franquicia en Cataluña entregara la presidencia del Parlamento catalán a los soberanistas. Esto es así porque el pacto no está dirigido contra Torra, sino contra Rivera. Su propósito es demostrar al electorado que el partido naranja sufre un ataque de histeria, sobreactúa y está contraindicado para combatir el independentismo catalán. El mensaje es que los soberanistas sólo pueden ser vencidos con mesura y sosiego y no con la ansiedad y precipitación que empapan las propuestas de Ciudadanos. De manera que Rajoy y Sánchez no se unen para salvar España sino para salvar sus antifonarios. Es para este elevado fin para el que hay unidad.
Es evidente que Rivera cometió un gravísimo error cuando se permitió apoyar la ley de presupuestos junto con el PNV, pues eso lo convirtió en cómplice del chantaje. Quizá creyó que no debía desdecirse o le pudo más colgarse las medallas de las medidas que había logrado introducir en ellos. Sea como fuere, el caso es que hoy por hoy representa al único partido que cree que, mal que bien, la unidad de España es un bien a preservar. Lo que Rajoy y Sánchez pretenden en definitiva es destruir la única esperanza que les queda a quienes creen que merece la pena tratar de impedir que España se rompa, aunque sólo sea para proteger la libertad de los españoles que se tienen por tales y que viven en Cataluña.