Jesús Cacho-Vozpópuli

Lo que está ocurriendo en España lo describió como nadie el nuevo presidente argentino, Javier Milei, en la sesión de apertura del curso parlamentario del Congreso celebrada el viernes de la pasada semana en Buenos Aires: “Nos hemos encontrado un Estado convertido en una organización criminal diseñada para que en cada permiso, en cada regulación, en cada trámite y en cada operación haya una coima para el político de turno. Este esquema putrefacto está extendido a todos los poderes del Estado y en todos sus niveles, sustentado por medios de comunicación que viven de la pauta oficial y formadores de opinión ensobrados que miran para el otro lado o que eligen cuidadosamente a quién acusar y a quién no. Sustentado también por empresarios prebendarios que apoyan este modelo porque el retorno de pagar una coima es más tentador que el desafío de competir en el mercado (…) Es decir, un sistema corrupto que ha generado cientos de millones de dólares de retorno que terminan en el bolsillo de los políticos, un sistema en absoluta bancarrota moral e intrínsecamente injusto. Un sistema que solo puede generar pobres y a costa de ellos produce una casta privilegiada que vive como si fueran Monarcas…”

Un sistema en absoluta bancarrota moral. Eso es hoy España. Esta semana hemos conocido los términos en los que quedará redactada la ley de amnistía, la enmienda con la que Pedro Sánchez ha convencido a un tal Puigdemont para que le sostenga en Moncloa: a los separatistas se les aplicará otra definición del terrorismo, la traición o incluso la malversación de fondos públicos, al margen de lo que diga el Código Penal. Una rendición total y sin condiciones. El Estado en manos de quienes atentaron contra él desde 2014 y antes. Un acto de corrupción política perpetrado en el extranjero, sin luz ni taquígrafos, consistente en olvidar los delitos de unos delincuentes a cambio de los 7 votos que Sánchez necesita para seguir en el poder. Jamás en la historia de España un partido político había llegado tan lejos. También una capitulación inútil: la amnistía “por delitos económicos y sociales” concedida por la II República el 21 de febrero de 1063 (Niceto Alcalá-Zamora y Manuel Azaña) solo sirvió para precipitar la guerra civil.  Un golpe de Estado, en cualquier caso, porque golpe es poner fin a la separación de poderes, arrumbar el Código Penal, desbordar la Constitución, y acabar con la igualdad de los españoles ante la ley. Un 23-F sin pistolas.

Un golpe de Estado, en cualquier caso, porque golpe es poner fin a la separación de poderes, arrumbar el Código Penal, desbordar la Constitución, y acabar con la igualdad de los españoles ante la ley

El texto conocido el jueves retrotrae el perdón de los delincuentes nada menos que hasta el 2011, Gobierno Zapatero, para que así Jordi Pujol, padre putativo del separatismo catalán, pueda acogerse a sus beneficios y sus hijos puedan irse de rositas sin dar con sus huesos en la cárcel, que es donde merecen estar. El cártel del PSOE ha pactado inmunidad con el cártel de los Pujol, que es tanto como decir el cártel del 3%. La banda de Sánchez negocia con las bandas homólogas catalana y vasca (el PNV y sus famosas nueces). Son las familias de una misma mafia dispuestas a repartirse el territorio para seguir haciendo negocios sin interferencias (razón por la cual las “famiglias” catalana y vasca vienen reclamando desde hace tiempo una justicia propia, que es lo que vendrá después de la amnistía porque es lo que les falta, es lo que necesitan para delinquir sin que nadie les pida cuentas). Esto es hoy España, un país en manos de un grupo mafioso dispuesto a mantenerse en el poder a toda costa y con el único objetivo de enriquecerse mientras puedan. El PSOE es solo el estandarte sucio que unos traficantes de influencias y dinero público utilizan para limpiarse el trasero, con Sumar y lo que queda de la izquierda convertido en apéndices aplaudidores que apenas aspiran ya a vivir del carguito que el sátrapa tenga a bien concederles.

Todo ello ocurre en medio de un escándalo de corrupción de proporciones hasta ahora desconocidas, que involucra a todo el Gobierno, a varios ministros y ex ministros, a la presidenta del Congreso, a presidentes de CC.AA., y hasta a la propia mujer de Sánchez, que es tanto como decir al propio Sánchez (“lo sabe todo, está al corriente de todo y yo no me voy a comer solo este marrón”, José Luis Ábalos este fin de semana a un íntimo). Un Gobierno convertido en una olla a presión de corrupción, porque las mascarillas son apenas una rama del inmenso árbol de mierda que todo lo anega, las mascarillas y los test, los viajes del Falcon a República Dominicana, las maletas de Delcy cargadas de billetes con el rescate de una deuda que Venezuela mantenía con Air Europa, los contactos privados de Begoña Gómez con el CEO de la aerolínea, Javier Hidalgo, los secretos marroquíes de un Sánchez en manos de Mohamed VI, y el gran escándalo que está por llegar, el manejo de esos fondos europeos que el sátrapa quiso controlar desde el principio en lugar de poner su gestión en manos de una autoridad independiente, un magma corrupto cuya floración ocupará las portadas de los medios informativos durante la próxima década.

Un Gobierno convertido en una olla a presión de corrupción, porque las mascarillas son apenas una rama del inmenso árbol de mierda que todo lo anega

Pero lo que más preocupa al sátrapa es Begoña. Lo que tiene a Sánchez en un sinvivir es Begoña y sus “cosas” con el joven Hidalgo. Es ahora mismo el talón de Aquiles de nuestro héroe. Esta semana hemos sabido que Óscar López, jefe de gabinete del presidente en Moncloa, llamó al director de El Confidencial para quejarse por las informaciones (“Begoña Gómez visitó dos veces Air Europa en secreto en plena negociación del rescate”) sobre la señora, que si la vida privada, que si sacar a pasear a la mujer del presidente no se había hecho nunca en democracia…  López, o la vacuidad de lo simple, es el manobra utilizado por Sánchez para la ocasión, pero en realidad es el propio Sánchez quien llama para amenazar veladamente a ese medio y a todos los medios que no se plieguen a su diktat, es el anuncio de lo que viene contra la libertad de expresión por parte de un dictador que no puede consentir la crítica, es la muestra palpable del grado de pánico que estos días recorre Moncloa. “Es que lo de Begoña le desmonta el tenderete”, dice alguien muy próximo a López, “es lo más grave, con diferencia. Su preocupación es que Begoña no está aforada para detener cualquier investigación a fondo sobre su relación con Air Europa y con su CEO, además de con otras empresas españolas y marroquíes”.

El 6 de noviembre pasado, Antonio Costa, primer ministro portugués, dimitió apenas horas después de que una redada de la Policía Judicial portuguesa se llevara por delante a su jefe de gabinete (el Óscar López portugués), a un íntimo amigo empresario y hombre de confianza, y a varios de sus ministros. El presidente de la República, Rebelo de Sousa, le obligó a dimitir apenas estallado el escándalo. Costa, defendiendo su inocencia, lo hizo porque la gravedad de los delitos adelantados por la investigación eran “incompatibles con la dignidad del cargo”. Pasado el tiempo se supo que las acusaciones contra él eran, al menos en parte, un error judicial. Costa se fue porque es un hombre decente. Pedro Sánchez jamás se irá porque es un indecente. Un temerario carente de cualquier registro moral. Como escribiera Stefan Zweig, “a quien está hambriento de poder sólo le importa ejercerlo y no la opinión de los demás; le importa el botín, no el honor”. La reacción alborozada con la que los separatistas (“Ahora vamos a por la autodeterminación”) recibieron el jueves el paso de la Ley de Amnistía en el Congreso es algo que llenaría de vergüenza a cualquier persona pertrechada con un mínimo rasgo de dignidad. No a Sánchez, un cobarde que huye de Madrid mientras en el Congreso se firma la entrega del Estado a sus enemigos a cambio de 7 votos. Huye y se refugia en Brasil para que no quede rastro gráfico de su presencia en el hemiciclo en tan señalada ocasión. Le vimos bajar del avión en Brasilia con esos andares entre desmadejados y cansinos, esa maña suya entre el chuloplaya y el tonto del pueblo, sin corbata y con un chaleco mal cortado, retrato en vivo de Santino Corleone, el hermano macarra de Michael, el duro, impulsivo y mujeriego Sonny, el violento Sonny a quien los miembros de la familia Barzini acribillan a balazos en un peaje de carretera.

La amnistía no puede interpretarse sino como una estratagema defensiva destinada a proteger por igual a Puigdemont y a Sánchez

La amnistía no puede interpretarse sino como una estratagema defensiva destinada a proteger por igual a Puigdemont y a Sánchez. Sí, también Sánchez necesita blindarse ante el Código Penal con la misma urgencia que el de Waterloo, también necesita garantizarse su propia impunidad, razón que explica que separatistas y socialistas se dispongan ahora a redoblar su ofensiva contra el poder judicial. Se trata de “desmontar a Marchena”, como gráficamente describía aquí el proceso Agustín Valladolid este viernes. El PSOE se ha instalado en una huida hacia adelante sin vuelta atrás. Es España o el PSOE. O acabamos con ellos o acaban con nosotros. O se hacen con el control total (dictadura sin complejos), o terminan en la cárcel. Y sinceramente pienso que hoy, domingo 10 de marzo, el sátrapa está mucho más cerca del banquillo que el pasado domingo 4 de marzo. Y sigo pensando que en las condiciones de extrema debilidad en que se encuentra, en manos de delincuentes con sentencia firme, es casi imposible que llegue vivo a diciembre sin haber arrojado la toalla. Terminará donde debe, en la cárcel, aunque para impedir que este sátrapa destemplado termine afianzando su régimen de poder personal, los demócratas españoles tendrán que atarse los machos y estar dispuestos a soportar no pocos sacrificios. Muy poco o nada cabe esperar de esa Europa podrida a la que tanto hemos idealizado. La victoria sobre el Caudillito Wapo dependerá, por eso, de la resistencia de los ciudadanos, de la contundencia de la oposición, de la voluntad de los jueces para hacer cumplir las viejas leyes, y de la lealtad al texto constitucional de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. En último término, del rey Felipe VI como garante último de nuestras libertades. España ha dejado de ser una democracia, cierto, pero también lo es que en el pasado superamos encrucijadas históricas mucho más duras y problemáticas que la presente. Antes, como ahora, los españoles de bien tienen la palabra.