Tonia Etxarri-El Correo

Los cánticos a la unidad en el Gobierno de coalición de la Moncloa se han quedado en un lamento expresado como un deseo que se va desvaneciendo con el roce de los enfrentamientos y la premura del tiempo electoral. El error de Pedro Sánchez de haber dejado entrar a Podemos hasta la cocina de la vicepresidencia es ya irreparable. Su dejadez al haber regalado a Irene Montero y su pandilla el mando en política de Igualdad, una cartera sin gestión pero muy cargada de ideología por su pacto con Pablo Iglesias, ya ha provocado demasiados daños colaterales cuyas principales perjudicadas son, precisamente, las mujeres a quienes dicen defender.

Con la sombra de la ‘ley trans’ y la ley del ‘sí es sí’ que ahora corregirá el PSOE gracias a la ayuda del PP, Ciudadanos y el PNV, las feministas ‘Queer’ de Podemos y las sanchistas conmemoraron ayer el Día Internacional de la Mujer cada cual con su pancarta morada. Divididas. El clima de enfrentamiento se presumía tan incendiario que, esta vez, Pedro Sánchez evitó participar. Fue su tercera ausencia en 24 horas. En el debate parlamentario sobre la reforma que su partido había presentado a la ley del ‘sólo sí es sí’, en su votación y, finalmente, en la manifestación del 8 de Marzo. Tres ocasiones en las que podía haber exhibido la bandera del feminismo que dice liderar.

Fuera del Gobierno, otras manifestaciones del movimiento feminista que empiezan a sentir a la izquierda como un problema para la defensa de la igualdad de derechos, escenificaban su rechazo a la penosa ley que está permitiendo que se suelten a violadores en la calle y se rebajen penas exigiendo la dimisión de Irene Montero. El descontento con las normas jurídicas del Gobierno que, con la autodeterminación de género consiguen el borrado de la mujer, se palpaba en la calle en las manifestaciones. Y en las casas donde se quedaron muchas feministas de toda la vida que no se identifican con la causa institucional.

Antes de que llegara Podemos a la política de nuestro país, como se ha encargado de recordar la ministra Margarita Robles, ya existía el mundo. Y, por supuesto, el feminismo. Desde hace más de cuatro décadas era una causa defendida sobre todo por las mujeres progresistas y, con los años, se ha vuelto transversal aunque se ha instalado el enfrentamiento por obra y gracia de Podemos.

Las mujeres que ahora ocupan carteras ministeriales en el ala oeste de Podemos son quienes sueñan con castigar los piropos con arresto domiciliario, que creen que nos hacen un favor vindicando que volvamos a casa «solas y borrachas» y que hoy pretenden meterse en nuestras camas para darnos clases de una sexualidad que se viene practicando con toda normalidad desde mucho antes que ellas nacieran. Esta es su forma de gobernar. Con un feminismo de eslóganes. Con formas totalitarias. Les viene muy grande el cargo. La defensa de los derechos de las mujeres se merece otros liderazgos. Otras leyes. Podemos ha conseguido romper el feminismo de toda la vida. Pero el Gobierno continúa.