Antonio Casado-El Confidencial
- El indescifrable proyecto de Yolanda Díaz pone en peligro la continuidad de Sánchez en Moncloa
Un Podemos declinante en el favor de los votantes (imparable tendencia a la baja en las urnas) celebró este fin de semana la Fiesta de la Primavera. Pero el otoño confisca el subconsciente de su secretaria general, la ministra Ione Belarra. De otro modo, no hubiera tenido necesidad de replicar a quienes sostienen que el partido está muerto («Los que dicen eso son los que quieren matar a Podemos») ni de ofrecerse como partido «indispensable» para seguir gobernando.
La destinataria del mensaje es Yolanda Díaz. Nadie sabe en qué va a consistir el proyecto a la izquierda del PSOE que el PSOE necesita para que Sánchez siga en Moncloa. De su chistera (la de Yolanda) solo salen conceptos volátiles, como los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles de Machado, que se quiebran como pompas de jabón después de regalarnos un brillo fugaz.
A saber: «frente amplio», «plan de escucha», «sumar», «turno de palabra a los ciudadanos». Por encima de argumentos perecederos de la todavía vicepresidenta, Yolanda Díaz sí declara su aversión a los «egos» y las «siglas» de las fuerzas preexistentes.
La crisis de la izquierda refuerza la cada vez más generalizada hipótesis de una vuelta al poder de la derecha, tras los cuatro años de sanchismo
Es su manera de bajarle los humos a Iglesias Turrión, macho alfa de Podemos hasta mayo del año pasado. Y a sus deudos, Belarra y Echenique, que bracean por un papel relevante en la futura oferta electoral a la izquierda del PSOE. O sea, para que el desbarajuste de la izquierda andaluza, en el que Podemos resultó malherido, no se repita a escala nacional.
Las señales son inequívocas. Iglesias ha dicho que el proyecto de Yolanda nacerá muerto si el modelo es lo ocurrido en Andalucía ante las elecciones autonómicas del 19 de junio (fragmentación de la izquierda y ninguneo de Podemos en Por Andalucía). Ella hace como si no lo oyera. Y el renombrado extremo izquierda de la selección plurinacional, ahora predicador en la radio, ya no la reconoce como la sucesora que él mismo nombró por el artículo 33 (su real gana) para que encabezara un proyecto a la izquierda de la izquierda. Y ella, por su parte, le fustiga con la indiferencia de un silencio perfectamente calculado. No le perdona que la haya acusado de reinstalar en la izquierda el mal rollo, las filtraciones y las puñaladas.
El acertijo sigue abierto en un sector inmerso en un proceso autodestructivo desencadenado por un falso profeta. Muy malas noticias, en todo caso, para Sánchez. En su entorno empiezan a percibir que el cacareado proyecto de Yolanda es un enigma por ahora indescifrable. Ella misma dice que aún no ha decidido si liderará la aventura porque no debe distraerse de sus deberes como ministra de Trabajo.
El acertijo sigue abierto en un sector inmerso en un proceso autodestructivo desencadenado por un falso profeta
La crisis de la izquierda refuerza la cada vez más generalizada hipótesis de una vuelta al poder de la derecha, tras los cuatro años de sanchismo. La imagen de un presidente a la espera, Núñez Feijóo, alterna en los circuitos políticos y mediáticos con la de un Pedro Sánchez perdido en la polvareda de unas alianzas políticas con claros síntomas de descomposición.
Con el miedo en el cuerpo aguardan en la Moncloa los resultados de las elecciones andaluzas. Si no cambian mucho las cosas de aquí al 19 de junio, allí las alarmas van a doler más que en San Telmo. Pero los teólogos de Sánchez no han alzado más líneas de defensa que la de clavetear la alerta antifascista (advenimiento de un Gobierno PP-Vox a modo de razón disuasoria ante el escapismo del desalentado votante de izquierdas), así como la corrupción del PP y su endémica tendencia a no arrimar el hombro.
Lo de Yolanda tampoco colabora. Un curioso caso de ilusionismo político. Los rastreadores solo contamos con la inscripción de la marca Sumar en el Registro de Asociaciones y un «proceso de escucha» después de las elecciones andaluzas con una duración estimada de seis meses. Pero, por ahora, nadie se está tomando en serio el intento de reconstruir el dañado espacio de esta parte de la izquierda española que vino a redimirnos del bipartidismo hace poco menos de 10 años.