- 2025 podría ser aún más trabajoso para la democracia cuando Elon Musk, consejero fáctico de la Casa Blanca, avala a los ultras alemanes
El año que termina ha confirmado que el mundo que padeció dos recesiones consecutivas a partir de 2008, y conoció la crisis sanitaria y económica generada por la Covid-19, se adentró con la guerra contra Ucrania desatada por la autocracia de Vladímir Putin en un nuevo período de incertidumbre que no solo produce conflictos regionales de alcance global -como en Oriente Próximo- sino que amenaza las democracias. No hace falta incurrir en el catastrofismo para percatarse de ello. Los desafíos que se han ido acumulando a lo largo de 2024 emplazan a la Humanidad entera, y especialmente a las sociedades que vivimos en libertad y de manera próspera, a reaccionar con decisión y acierto al gran reto de 2025: impedir que la sinrazón siga apoderándose de más espacio en las relaciones internacionales y en la convivencia en que se fundamenta cada país, incluido el nuestro. No es un empeño utópico, pero es imprescindible hacer guardia permanentemente por la sensatez. El ejercicio se cierra con episodios como el derribo de un avión de Azerbaiyán que Putin califica de «trágico incidente». O el anuncio por parte de Ahmed al Shara de que, tras derrocar el régimen de Bashar al Assad, las elecciones tendrán lugar probablemente dentro de cuatro años en Siria.
Aunque, por proximidad, resulte más descorazonador comprobar que ni 10.000 inmigrantes muertos este año tratando de arribar a las costas españolas dan lugar al encuentro entre partidos e instituciones, evidenciando que el asilo y la acogida de extranjeros es una cuestión más propicia a la liza partidista en los países europeos que un asunto que concite la búsqueda de soluciones en común. Del mismo modo que las cuitas políticas impiden que España, en el grupo de cabeza de las economías de Europa, haga frente a la emergencia climática valiéndose de un testimonio directo como el de la dana en Valencia. Al inicio del siglo XXI, las democracias creyeron o simularon poder vencer al fundamentalismo con la extensión del Estado de Derecho como respuesta al 11-S. Un cuarto de siglo después las democracias parecen contraerse, tanto por el auge sin complejos de las autocracias como por la presencia de extremismos en su seno. La injerencia del consejero áulico y fáctico de la nueva Casa Blanca, Elon Musk, en apoyo de la ultraderecha sin matices de Alternativa para Alemania advierte de que la defensa de la democracia podría ser aún más trabajosa en 2025.