SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO
En el aniversario, uno esperaba ver a un golpista frente a un juez, pero no frente a frente en una mesa bilateral, sino en la posición subordinada que suele tener quien se sienta en el banquillo frente a quien lo hace en el estrado, con su toga y sus puñetas y el mazo que forma parte del atrezzo.
Es verdad que Torra es un golpista sobrevenido. Hace un año, en los días de autos, el gordito rubicundo era un don nadie. Como ahora mismo, por otra parte. El encuentro de ayer fue precedido por un mínimo rifirrafe porque el ministro Marlaska se había empeñado en tratar el asunto de los lazos amarillos y sus derivados: esas cruces que el Ayuntamiento de Vic pone a cientos en su plaza mayor, al pie del minarete, desde el que se llama a la chusma a la oración o con las que se alfombran las playas catalanas.
Al final se habló de los lazos, aunque no se sepa exactamente qué se dijo o si se acordó algo. El ministro y el autonómico entraron juntos a la sala, el primero en plan casual, con su mochilita y el segundo, más aún con su lazo en la solapa. Marlaska habló de la neutralidad de los espacios públicos por el aquel de la convivencia y el consejero Miquel Buch consideró que no hay problemas de convivencia entre quienes ponen los lazos y quienes los quitan y que los incidentes son culpa de un partido empeñado en que esto sea un problema.
Albert Rivera e Inés Arrimadas se emplearon, junto a varios centenares de compañeros en quitar la basura amarilla de las calles el 29 de agosto, aunque no era por iniciativa propia, sino en respuesta (adecuada) a la invitación de Arcadi Espada a predicar con el ejemplo una semana antes, durante una entrevista en la radio. No era de recibo que pidiera a los suyos la retirada de lazos y él pretextara que tenía otras cosas que hacer o que el sargento no se pringa en trabajos mecánicos.
Arrepentidos los quiere el Señor y no es cosa de ponerse tiquismiquis cuando aciertan, aunque sea a la segunda, pero entonces viene Pablo Casado a enmendarle la plana. En una gran ocasión que perdió para callarse, Casado anunció que él no retiraría lazos amarillos de las calles «para evitar la crispación». Madre mía, ¿quién les enseñará el argumentario?
Mientras, el consejero de Interior había venido calentando la oreja al ministro con la exigencia de que la Policía catalana se incorpore al Centro de Inteligencia antiterrorista y en esto fueron más concretos: dentro de un mes. La Generalidad pidió a Marlaska dos nuevas promociones de mossos y el ministro lo estudiará. Habrá que ver a los mossos garantizando la convivencia en calles, plazas y playas. Hace un año de todo aquel desmadre y las cosas siguen igual. Bueno, peor, porque entonces, al menos, el Parlamento estaba abierto, aunque los golpistas le daban un cierto aire de lupanar.