Diego Carcedo-El Correo
- La victoria de Trump en las elecciones presidenciales despertó euforia entre el electorado más radical, pero miedo en los demás
Está a punto de cumplirse el primer aniversario de una noticia que ya causaba preocupación general antes de confirmarse. La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales norteamericanas despertó euforia entre el electorado más radical y fanatizado, pero miedo entre los demás. Era el mayor de todos sus predecesores y el que partía de una experiencia delictiva en la Casa Blanca que acumulaba desde condenas firmes hasta intentos fallidos de un golpe de Estado.
Aquellos tiempos ya están casi olvidados a la vista del balance de estos doce meses de mandato que, como ya han sido descritos, siembran temor y confusión Si algo caracteriza esta etapa, que para mayor inquietud aún le quedan tres años por delante, es el empeño por ejercer de dueño y señor del mundo. Siempre con una agravante, que es la imprevisión y la improvisación. En su entorno, donde le conocen y protegen, saben que sus decisiones pueden cambiar en cuestión de minutos. El éxito de estos días en el fin de la guerra de Gaza recién le reivindica.
Cuando accedió al poder, ya con su condición beligerante, anunciaba la anexión de Groenlandia -lo cual puso en alarma al Gobierno de Dinamarca-, el canal de Panamá y hasta la soberanía de Canadá a la que pretendía incorporar a la Federación como el Estado número cincuenta y uno. La realidad enseguida se fue imponiendo y todas estas pretensiones derivaron en las veleidades de amistad personal con Putin para poner fin a la guerra de Ucrania. Todo un fracaso, Putin, más astuto y realista, le siguió la corriente acudiendo a Alaska a negociar una paz improvisada que le dejó en ridículo y continúa sin vislumbrarse.
Si algo puede considerarse como positivo en su actuación ha sido sin duda el final de la masacre que se estaba llevando a cabo en Gaza gracias quizás a las prisas por apuntarse a tiempo para conseguir el premio Nobel de la Paz, por el que de momento tendrá que seguir esperando. Para avanzar en su ambición intenta acabar con las instituciones multinacionales, especialmente las Naciones Unidas o la Unión Europea. Ambas son obstáculos para poder entenderse con cada miembro por separado, cuya debilidad le resultaría más fácil, que hacerlo en bloque como con los miembros de la UE.
El instrumento eficaz para controlar a los restantes países se ha inventado una argucia eficaz: el manejo de los aranceles de las importaciones que le permiten controlar el comercio a su antojo con cada uno. Una estrategia que en poco tiempo ha desestabilizado la economía internacional, discriminando a su voluntad a quien quiere beneficiar o perjudicar sin tener en cuenta la suerte de millones de personas. Para Trump la solidaridad no es preocupante: él viene de la escuela de ganar dinero a cualquier precio.
En este balance del primer año, lo más inquietante ha sido crear el clima de ambiente prebélico en Europa. En poco tiempo nos ha convencido, y no sin razones militares y diplomáticas, del peligro de una tercera guerra mundial y de la necesidad imperiosa de prepararnos con los medios necesarios para afrontarla. Hacer pronósticos con alguien con tanto poder y escasos principios no augura un futuro tranquilo y aún faltan otros tres años.