JOSÉ MARÍA CARRASCAL-ABC

  • Hay algo que no encaja: si los servicios secretos de Vladímir Putin tenían bajo la lupa a la presunta asesina, ¿cómo pudo cometer el atentado?

Estoy casi seguro –del todo no lo estoy de nada– que los españoles de más de 90 años, como el que esto escribe, al enterarse del atentado contra el ideólogo favorito de Putin, Alexander Duguin, que costó la vida a su hija Daria, recordaron el de Sarajevo contra el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono del Imperio Austro-húngaro, que desencadenó la Primera Guerra Mundial (1914-1918), magnicidio incluido en todos los planes de estudio primarios. Y de paso se preguntarán si este atentado en Moscú no desencadenará la Tercera, ya que Putin no es hombre que deje pasar tal tipo de desafíos. Más aún cuando sus Servicios de Seguridad e Inteligencia, de los él mismo formó parte antaño, aseguran haber desentrañado la autoría del crimen en menos de 48 horas, todo un récord.

Sospechan que detrás del atentado –que el inquilino del Kremlin calificó de «vil y cruel» tras condecorar a la fallecida «por demostrar qué es ser patriota en Rusia»– deben de estar los servicios secretos ucranianos, siendo la autora material Natalia Vovk, de 43 años, que entró en el país el pasado 23 de julio, con su hija Sofía, de 12, y alquiló un piso en el edificio de Moscú donde vivía la familia Duguin, para no perderles de vista, cambiando la placa del vehículo más de una vez.

Sospechan los servicios secretos rusos que así fue como la siguieron hasta un festival literario-musical, próximo a Moscú, donde Duguina era invitada de honor y su padre pronunció una conferencia. Debía regresar Duguin con su hija pero por causas no explicadas lo hizo en otro vehículo. Lo que le salvó la vida porque el coche de su hija explotó debido a la bomba colocada en sus bajos, accionada a distancia. Mientras, Natalia y su hija se marchaban por otras rutas a Estonia, sin que se haya oído o sabido nada de ellas. El Gobierno ucraniano, como era previsible, niega haber tenido arte o parte en el atentado.

Hay en el asunto tantos elementos plausibles como sospechosos. Que los ucranianos se están defendiendo de la agresión rusa con todas las armas de que disponen es evidente e incluso comprensible. Que los rusos están dando datos sobre Natalia y Sofía Volvk que parecen reales, también. Pero hay algo que no encaja: si los servicios secretos de Vladímir Putin tenían bajo la lupa a madre e hija, ¿cómo pudieron cometer el atentado? O fue un fallo garrafal en la vigilancia de los agentes rusos encargados de seguir a las sospechosas, montándose un relato ficticio para encubrirlo, o los ucranianos son más listos de lo que creíamos.

Todo es posible, incluido que nunca sepamos lo que ocurrió al tener ambas partes mucho que ocultar. Ahora bien, si en vez de enterarnos del episodio por los periódicos fuese una película a lo James Bond, saldríamos de la sala diciendo «estos no tienen ni puñetera idea de lo que son los servicios secretos rusos». O quizá lo que eran en otros tiempos.