- El jefe de la banda vende el concierto fiscal para Cataluña como «un paso en la federalización de España», siendo esto lo que lo haría no ya bueno sino «magnífico». El Estado federal será o no deseable, pero es ajeno a la Constitución
No es que la banda de Sánchez proclame que detesta la democracia liberal y que acabará con ella. No confiesan en sus ruedas de prensa que consideran la Constitución, más que papel mojado, papel higiénico. Pero casi. Sin decir expresamente «estamos dando un autogolpe del siete», sus actos están a la altura. O a la bajura. A Juan Carlos Campo —gran jurista, pero en el ajo— se le escapó en su día que estábamos en una «crisis constituyente», desliz mayúsculo solo comparable al del Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil cuando, en lo peor de la pandemia, comunicó formalmente que trabajaba para minimizar las críticas al Gobierno. Creyendo que lo arreglaba, el general Santiago aclaró un par de días después que en realidad perseguían bulos. Como ellos decidían qué era bulo, en realidad se reafirmaba: ahogaban las críticas a la gestión de la pandemia. O sea, las críticas a la peor gestión de Europa, la del monstruo Simonilla, Simón e Illa. El uno se ha convertido en el meme favorito para glosar la infravaloración de un peligro. El otro —la vida es así de injusta— puede ser presidente de la Generalidad cuando usted lea esta columna.
La «crisis constituyente» de Juan Carlos Campo fue una confesión. Ni había ni hay ningún proceso constituyente en marcha. Ello, unido al uso de la palabra «crisis» (nunca legitimadora, pero a menudo justificativa), permitió vislumbrar el sucio fondo del autogolpe. Campo es hoy miembro del Tribunal Constitucional, algo reprobable teniendo en cuenta su relación con muchos de los graves temas que se someten a su consideración. Campo (como Pumpido) debería abstenerse por norma, toda vez que fue ministro de Justicia de Sánchez. Quiero ser respetuoso al señalar que en su intimidad (sagrada) se fundían el Legislativo y el Ejecutivo, pues la naturaleza y el amor son ciegos y desconocen a Locke (padre de la división de poderes) y a Montesquieu (que redujo esos poderes de cinco a tres).
El desparpajo, más una insensata convicción de impunidad, han propiciado que la banda de Sánchez hablara de más en otras ocasiones. Consignaré tres obscenidades más entre las que me vienen a la mente. El entonces ministro de Nada Miquel Iceta contó en varias ocasiones que iban a devolver la vigencia a las cláusulas del Estatut declaradas inconstitucionales por el TC, y que lo harían vía leyes orgánicas. Conviene recordarlo cuando la banda se dispone a descerrajar la caja única. Devolver vigencia a lo inconstitucional, y decirlo, no está al alcance de cualquiera, espadones sin espada. Desdiciéndose cantaron las bondades de la amnistía, en sí misma un indicador de cambio de régimen. Por fin, el jefe de la banda vende el concierto fiscal para Cataluña como «un paso en la federalización de España», siendo esto lo que lo haría no ya bueno sino «magnífico». El Estado federal será o no deseable, pero es ajeno a la Constitución, una y otra vez violada por la banda con ostentación. No pararán hasta matarla.